DURBAN, 11 junio 2001 (ZENIT.org).- Los obispos de Sudáfrica han escrito una carta pastoral con motivo del Día Internacional de los Refugiados, 20 de junio, en la que animan a todos sus compatriotas a dar una bienvenida evangélica a los sin patria.
El documento, titulado «Nuestra responsabilidad ante los refugiados», comienza recordando que, desde 1990, «llegan prófugos buscando refugio en Sudáfrica provenientes de los puntos agitados de África y otras partes del mundo. Las guerras sin fin y la congelación de los procesos de paz significa que podemos esperar que esta tendencia continúe».
Hay muchas razones, sigue diciendo el documento, «por las que deberíamos, como Iglesia, dar a los refugiados ayuda legal, humanitaria, cristiana y económica».
Desde el punto de vista Legal, explica la carta, en 1996, Sudáfrica se comprometió a dar asistencia a los refugiados firmando tres documentos relativos a la recepción y protección de prófugos: La Convención de Ginebra de 1951, el Protocolo de 1967, y la Convención de la Organización para la Unidad Africana de 1969.
Estos documentos «nos obligan a apoyar a los auténticos refugiados que provienen de las guerras, de las persecuciones y violaciones de los derechos humanos. Como firmantes, nuestra responsabilidad es cumplir con estas obligaciones legales internacionales».
Por lo que se refieren a la cuestión humanitaria, afirman que «en el espíritu del «Ubuntu» o «Botho» [la solidaridad propia de la tradición africana], deberíamos dar apoyo a quienes han sido traumatizados en sus países o en su viaje hacia nuestro país. Estamos entristecidos por el trato que muchos refugiados han recibido en Sudáfrica».
La denuncia de lo obispos es terrible: «Algunos han sido rociados con ácido en la cara o en el cuerpo, otros han sido arrojados desde trenes en marcha, se les ha obligado a moverse con documentos especiales, justamente como sucedía a la población negra en los días del «Dom Pass» [documento requerido en tiempos del régimen de «apartheid» a los negros que se alejaban de sus ghettos]».
«Se les ha negado la posibilidad de poner sus habilidades al servicio del desarrollo de nuestro país y su pueblo –siguen denunciando los prelados–. El trato que han recibido muestra que no los aceptamos como seres humanos. Esto está en contradicción con nuestra tradición del «Ubuntu» o «Botho» y la dignidad de la persona humana».
La carta recuerda el gran mandamiento del Señor Jesús que fue también refugiado. «Como cristianos estamos llamados a mostrar nuestro amor los unos con los otros, incluyendo a los extranjeros. La historia del Buen Samaritano es un buen ejemplo de cómo deberíamos tratar a los refugiados».
Por último, en el aspecto económico, los obispos indican que «gran parte de nuestra xenofobia se basa en un infundado temor de que los refugiados vienen aquí a quitarnos el trabajo y las oportunidades educativas. De hecho, muy pocos refugiados tienen un empleo legal y muchos luchan por lograr educación. Quienes lo logran, lo hacen creando sus propios puestos de trabajo y a menudo dan incluso trabajo a otros. De este modo, contribuyen con la economía del país».
El cardenal Wilfred Napier OFM, arzobispo de Durban y presidente de la Conferencia Episcopal de los Obispos Católicos de Sudáfrica (SACBC), pide a los católicos, en la presentación de la misiva, que la difundan en sus parroquias y que la lean el próximo día 17 de junio, en la misa dominical, distribuyendo copias entre los fieles. Sugiere también que la carta se utilice en los grupos parroquiales para el diálogo y la reflexión.
Entre las sugerencias que ofrecen los obispos en la carta para vivir el Día Internacional de los Refugiados, proponen: «Invitar a un refugiado a hablar en la parroquia; acoger a un refugiado en casa y animar a otros a tener hospitalidad con los refugiados; escuchar o leer narraciones de refugiados como una oportunidad para aprender; dialogar esta carta en la parroquia o consejo pastoral; ayudar a los refugiados donde buscan ayuda; luchar contra la xenofobia donde la haya; oponerse a la legislación que discrimina a los refugiados y aumenta la xenofobia».
Por último, piden a los católicos sudafricanos «ofrecer servicio voluntario a organizaciones o agencias que trabajan con refugiados» y «oración por la resolución de las causas profundas que originan el flujo de prófugos por la guerra, la carestía y la opresión».