ROMA, 18 junio 2001 (ZENIT.org).- Las asociaciones católicas italianas quieren también hacerse oír en la Cumbre de los países más industrializados del mundo más Rusia (G-8) que se reunirán del 18 al 21 de julio en Génova.
Así la Acción Católica Italiana (ACI), la Acción Católica de los Trabajadores (ACLI), Pax Christi, el Movimiento de los Focolares, la Federación y Organizaciones Cristianas – Servicio Internacional Voluntariado (FOCSIV) y otras instituciones de inspiración católica se han unido para redactar un manifiesto a favor de la globalización de la solidaridad en contra del capitalismo salvaje, de corte neoliberal.
El documento se presentará públicamente en una manifestación, con concierto final, que se celebrará el próximo 7 de julio, en vísperas de la cumbre de los grandes del mundo. Las organizaciones que lo firma serán acogidas por el cardenal Dionigi Tettamanzi, arzobispo de Génova. Entregarán sus propuestas al Gobierno italiano y al alcalde de Génova.
El objetivo es globalizar «la solidaridad y las responsabilidades», en vez del provecho a toda costa. Entre otras cosas se pide la cancelación de la deuda de los países en vías de desarrollo; se rechaza la creación del «escudo espacial» propuesto por la administración de Estados Unidos; se pide un compromiso más efectivo en la lucha contra el tráfico de armas; y se propone la creación de un impuesto sobre los beneficios de las transacciones internacionales.
Este variado frente de asociaciones católicas, acompañado de algunos departamentos de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), pide a los ocho grandes que refuercen el papel de las Naciones Unidas como actor de la paz en el mundo.
Por lo que se refiere al comercio internacional, pide que todos los países, y en especial los más pobres, puedan «ofrecer sus productos a un precio justo, aboliendo las barreras arancelarias, empezando por los países del G-8», y, en el caso de los productos agroalimentarios, se pide la creación de «un mecanismo de reglamentación productiva y distributiva que defina cuotas productivas a los países y garantice la estabilidad de los precios».
«La dignidad de la vida en el planeta puede ser tutelada sólo a través de un sistema de reglas fuerte, compartido y respetado, en el que no tenga mayores derechos el más fuerte, sino el más débil», explica el manifiesto de las organizaciones católicas.
El documento considera, además, que «los recursos no deben ser desaprovechados en proyectos de defensa inútiles, como el «escudo espacial», sino que tienen que ser usados para eliminar las causas que originan los conflictos, la primera de todas la pobreza».
Ahora, en cambio, «recursos financieros valiosos y escasos se usan por parte de los países empobrecidos para pagar a su acreedores, es decir los gobiernos del Norte».
De aquí viene la petición de «cancelar la deuda acumulada hasta el 19 de junio de 1999», fecha convencional que divide la deuda cancelable de la no cancelable, la así llamada «cut off date».
Los católicos italianos exigen a los ocho grandes que «respeten cuanto antes el compromiso, asumido y no mantenido, de financiar la cooperación al desarrollo con el 0,7% del Producto Interior Bruto (PIB) de nuestros países. Hoy la media es menos de la mitad».
El manifiesto católico pide, asimismo, «un compromiso inmediato y concreto para denunciar los paraísos fiscales y financieros y la institución de un impuesto sobre las transacciones de divisas especulativas (al estilo de la «Tobin Tax») para la financiación del desarrollo».
Por último, las instituciones católicas solicitan que la cumbre del G-8 vaya más allá de los acuerdos de Kyoto para tutelar el medio ambiente y producir fármacos contra las enfermedades de los países pobres.