Toronto rejuvenece preparándose para la JMJ 2002

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El cardenal Ambrozic y el encuentro mundial de jóvenes

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ROMA, 19 junio 2001 (ZENIT.orgAVVENIRE).- El cardenal Aloysius Matthew Ambrozic, de 71 años, eslavo de origen y arzobispo de Toronto, ha estado en Roma la semana pasada trabajando junto al Pontificio Consejo para los Laicos en los preparativos para acoger al millón de jóvenes que participarán en el encuentro en el encuentro del 23 al 28 de julio del año 2002 con el Papa.

–Las jornadas de la juventud han mostrado siempre su capacidad de convocatoria. En Roma, al final, se reunieron dos millones de jóvenes en agosto del año pasado. ¿Qué impacto pueden tener después en sus vidas?

–Cardenal Ambrozic: Empecé a seguir las JMJ de manera más directa con la participación en la de Denver de 1993. He comprobado que estos jóvenes, en Denver, en Manila, en París, en Roma, tienen fe y viven experiencias de fe en su vida cotidiana.

Provienen de familias creyentes y también la escuela les permite concretar su fe. Pero las jornadas les dan una carga adicional: se encuentran con otros jóvenes creyentes como ellos. En el ambiente de todos los días, se puede tener miedo a veces de hacer ver la fe, mientras que en concentraciones como ésta se sienten contentos de encontrar a otros con los que pueden compartir la misma experiencia.

La gran experiencia colectiva permite experimentar otro modo de vivir la fe en otro ambiente. A diferencia de nosotros, los adultos, estos jóvenes están más condicionados por el ambiente en el que viven; para ellos, la historia o la geografía no significan mucho. Pero, cuando pueden ampliar sus horizontes, vuelven a casa con más valor y con una mirada ensanchada sobre la vida.

–La JMJ se ve como una gran peregrinación: se sale de casa, se va a las diócesis, luego se llega a la meta para encontrar al Papa. ¿Parecería que se ha redescubierto un nuevo modo de peregrinar?

–Cardenal Ambrozic: El aspecto de la peregrinación es fundamental. La peregrinación ha sido siempre un apartarse de la vida cotidiana para sentirse libres de ser y decir lo que se piensa. Es una gran experiencia de liberación, de libertad y de ensanchamiento de horizontes.

–Hay quien dice que los jóvenes siguen al Papa, pero que después, en las elecciones de cada día, no están en línea con la Iglesia. ¿Usted qué opina?

–Cardenal Ambrozic: Puede suceder, ciertamente. Pero en el ambiente socio-cultural canadiense, a la Iglesia se la representa como a una institución que no tiene razón. Los obispos cuando hablan sobre temas ético-morales se equivocan siempre, porque hacen afirmaciones que no están en línea con los medios de comunicación, y el mundo del poder económico que ellos representan. También se critica al Papa. Pero, cuando los jóvenes se encuentran con al Papa, no es así: están dispuestos a escuchar. En su corazón, empiezan a pensar que, si lo dice el Papa, ¡puede ser verdad!

–El mundo juvenil es particularmente sensible a los grandes temas sociales de la justicia y la igualdad. ¿Cómo responde la Iglesia?

–Cardenal Ambrozic: Como obispos canadienses, hemos afrontado muchas veces los problemas sociales. La «lucha» es difícil porque el consumismo ha prendido con fuerza y los jóvenes, por otra parte, son idealistas pero a menudo en su vida realizan opciones bastante pragmáticas. Con frecuencia los ideales no son coherentes con la vida real y al mundo juvenil le cuesta darse cuenta de lo consumista que es su vida. En Canadá, hay muchos grupos, sin embargo, que se comprometen en favor de América Latina, llevando adelante experiencias de solidaridad, con efectos que se ven con el tiempo.

–En la JMJ se presentará a la Madre Teresa como figura relevante ¿Por qué?

–Cardenal Ambrozic: Nos recuerda que el compromiso social nace de la espiritualidad. Las misioneras de la Caridad deben rezar muchas horas al día y la madre Teresa insistía en este aspecto. Si no se corre el riesgo de perder la orientación adecuada, sustituyendo el compromiso religioso por el social. Me impresionó mucho lo que me dijo una vez al arzobispo de Panamá, Marcos MacGrath, hace años: en los primeros cinco años, una nueva comunidad debe tener un fuerte enraizamiento espiritual, antes de pasar al compromiso social. Debe haber un empeño por cambiar la sociedad pero debe ser cristiano. Esto es lo que enseña la madre Teresa pero también otros testigos como Jean Vanier.

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ZENIT Staff

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