OTAWA, 26 junio 2001 (ZENIT.org).- Con ocasión de la visita de Juan Pablo II a Ucrania, el presidente de la Conferencia Episcopal de Canadá ha dirigido este 25 de junio un mensaje en el que califica el viaje a la cuna de la Ortodoxia como «un don inmenso de la gracia y de la divina Providencia».
En el mensaje, monseñor Gerald Wiesner, OMI, obispo de Prince George, recuerda que es la tercera vez que un Papa ve el sol de Ucrania pero «el primero que lo hace por iniciativa propia, ya que en el curso del primer milenio, los papas Clemente I y Martín I, sufrieron el exilio en Crimea».
Para la Iglesia Católica de Ucrania, que «bajo la persecución de Stalin –recuerdan los obispos canadienses–, padeció condiciones comparables a la experiencia de las catacumbas, este momento realiza la promesa que ha hecho Nuestro Señor de estar con nosotros hasta el fin de los tiempos (Mt 28, 20). En cuanto Iglesia atenta a llevar de manera renovada el mensaje del Evangelio a Ucrania y a todo el mundo, deseamos expresar nuestra alegría y nuestra esperanza con motivo de este feliz acontecimiento».
Recuerdan que la peregrinación del Santo Padre a Ucrania «es una etapa más en el camino hacia el restablecimiento de la unidad entre todos los cristianos, y en especial una ayuda con vistas a la reconciliación y la unidad entre católicos y ortodoxos».
Fieles a la visión conciliar «elogiamos –indican– a los miembros de la Iglesia Católica ucraniana que han logrado ser los iniciadores del diálogo con los hermanos y hermanas ortodoxos y apoyamos su empeño sostenido por los medios de la oración, la palabra y la acción, esperando la plenitud de la unidad en Jesucristo («Unitatis Redintegratio», 4)».
Recuerdan que hace poco más de un siglo, un gran número de ucranios emigraron a Canadá, importando con ellos su lengua, sus costumbres y su fe. Gracias a las repetidas exhortaciones del metropolitano Andrey Sheptytsky, los ucranios de Canadá acogieron a su primer eparca en la persona de Nykyta Budka, joven obispo pionero que fue instalado en Winnipeg en la fiesta de la Inmaculada Concepción, en 1912.
«Bajo su gobierno –afirman los obispos canadienses–, la Iglesia católica ucrania se ha establecido con éxito en toda Canadá. Nos alegramos de ver en su beatificación entre los mártires ucranios el reconocimiento de su santidad por parte de la Iglesia y su celo por el Evangelio».
«A los católicos ucranios –sigue el mensaje– deseamos expresar nuestro reconocimiento y profunda admiración por vuestra fidelidad al mensaje del Evangelio, así como vuestra constancia en seguir vuestra rica herencia eclesial. Sois testigos vivientes de esta diversidad que enriquece la vida y la misión de la Iglesia. Agradecemos la aportación de vuestro testimonio a la Iglesia Católica en nuestro país. Al mismo tiempo, alabamos los esfuerzos ejemplares desplegados para venir en ayuda de vuestra Iglesia en Ucrania en el pasado y os animamos a seguirlos. Sobre todo nos regocijamos con vosotros en este momento especial de la visita del Papa a la tierra de vuestros antepasados».
En este tiempo favorable, concluye el mensaje «queremos animar a los católicos canadienses, miembros de las iglesias de rito latino u oriental, a comprender mejor las tradiciones de nuestras iglesias hermanas del Este y a orar por la restauración de la unidad de los cristianos en Ucrania y a través del mundo».