CIUDAD DEL VATICANO, 8 julio 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II pidió este domingo a los países ricos que se reunirán en la cubre del G-8, programada del 18 al 21 de julio en Génova, que escuchen la voz de los países pobres, que no hacen más que reclamar sus sacrosantos derechos.
«El destino universal de los bienes de la tierra es, de hecho, uno de los puntos cardinales de la doctrina social de la Iglesia», recordó.
Ofrecemos a continuación la intervención del pontífice antes de rezar la oración mariana del «Angelus» ante miles de peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.
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1. Mi pensamiento se dirige hoy a los participantes en el encuentro nacional de varias asociaciones católicas, que se está desarrollando en Génova, de cara a la próxima reunión de los Jefes de Estado y de Gobierno. De este modo, han querido responder a la consigna que el año pasado confié a los jóvenes en Tor Vergata: «No os resignéis ante un mundo en el que otros seres humanos mueren de hambre, son analfabetos, o no tienen trabajo. Tenéis que defender la vida en todo momento desde su desarrollo terreno, tenéis que esforzaros con todas vuestras energías por hacer esta tierra cada vez más habitable para todos».
Me uno a los obispos de Liguria que, en la reciente carta enviada a los fieles de sus Iglesias, expresan la urgencia de «despertar en todos, a partir de los responsables de la cosa pública, un empuje de nueva «moralidad» frente a los graves y en ocasiones dramáticos problemas de orden económico-fianciero, sanitario, social, cultural, ambiental y político».
En realidad, la fe no puede dejar al cristiano indiferente ante semejantes cuestiones de relevancia mundial. Le empuja a interpelar, con espíritu propositivo, a los responsables de la política y de la economía, pidiendo que el actual proceso de globalización sea fuertemente gobernado por las razones del bien común de los ciudadanos del mundo entero, en virtud de las irrenunciables exigencias de la justicia y de la solidaridad.
2. Por este motivo, los pueblos más ricos y tecnológicamente avanzados, al ser concienciados de que Dios Creador y Padre quiere hacer de la humanidad una sola familia, tienen que saber escuchar el grito de tantos pueblos pobres del mundo: piden sencillamente un sacrosanto derecho para ellos.
A los responsables de los Gobiernos de todo el mundo y, e particular, a los que se reunirán en Génova deseo asegurar que la Iglesia se compromete con las personas de buena voluntad para garantizar que en este proceso sea toda la humanidad la que salga ganando. El destino universal de los bienes de la tierra es, de hecho, uno de los puntos cardinales de la doctrina social de la Iglesia.
A los cristianos les pido ante todo una oración especial por los Jefes de Estado y de Gobierno y les exhorto a trabajar juntos para construir un mundo más unido en la justicia y en la solidaridad. Los cristianos deben prepararse para esta tarea con una educación moral y espiritual robusta, con una conciencia profunda de la doctrina social de la Iglesia y con un gran amor por Jesucristo, Redentor de todo hombre y de todo el hombre.
3. Estoy seguro de que también en esta circunstancia Italia sabrá mostrar su típica y exquisita hospitalidad hacia todos los que lleguen a Génova con este motivo, en un clima de concordia y serenidad. Pidamos a la Virgen Santísima que infunda en el corazón de cada uno sentimientos de paz y de solidaridad, de modo que el encuentro previsto pueda servir para madurar decisiones favorables para el verdadero bien de toda la humanidad.
[N. B.: Traducción del italiano realizada por Zenit]