GÉNOVA, 9 julio 2001 (ZENIT.org).- Génova, escenario de debate, cruce de caminos del mundo en este mes de julio. Antes de que los grandes del mundo, el G8, se sienten a debatir en el Palacio Ducal, las fuerzas vivas de gran parte del catolicismo italiano comprometido socialmente, se han dado cita en la ciudad ligur. Quizá esta cumbre se recuerde como la primera en la que posturas extremas se encontraron a mitad de camino.
El compromiso de los jóvenes en el voluntariado como medicina para curar la globalización. Ésta es la receta que ofreció el cardenal Dionigi Tettamanzi, arzobispo de Génova, en el Foro católico ante el G8 que se celebrará del 20 al 22 de julio. Dos mil jóvenes de más de 60 asociaciones eclesiales y congregaciones misioneras, se reunieron en el Teatro Carlo Felice con el lema “Centinelas del mañana: miramos al G8 a los ojos”.
Presidió la imagen del «Cristo campesino», símbolo de movimiento misionero movilizado ante el G8. Ha habido intervenciones y testimonios de jóvenes de países en desarrollo; un informe sobre “Jóvenes y globalización” del cardenal Tettamanzi; grupos de estudio, marcha por la paz, y la entrega del “Manifiesto a los líderes de los 8” a Umberto Vattani, secretario general del Ministerio de Asuntos Exteriores italiano.
Tras la intervención de los firmantes, el cardenal Tettamanzi, lanzó un mensaje “a los distintos pueblos reunidos en torno a la cumbre de los 8, “el pueblo de Seattle”, con su contestación, dirigida no sólo a la globalización, sino también a los 8 Grandes; al pueblo de los distraídos, de los indiferentes y de los intolerantes; para llegar al final al pueblo más importante para Dios, el de los pobres, destinatario natural y primero de la atención de los jefes de Estado y de Gobierno”.
“De este pueblo, precisamente, -dijo el cardenal- nos podríamos olvidar, y para que eso no suceda hace falta reconocer su voz”. Recordando que la media de edad de los países del Sur del mundo es mucho más baja que la de los países occidentales, el arzobispo de Génova señaló que “los pueblos pobres son también pueblos jóvenes, son como un único gran pueblo de jóvenes”.
Subrayó el papel determinante del voluntariado para “corregir la globalización y enderezar los caminos El cristiano tiene una labor específica que le asigna la fe, ante la globalización: la realización del proyecto de Dios que compromete a vivir según la justicia, la solidaridad y el amor”.
“Jesucristo -concluyó- quiso que la Iglesia fuese universal y local a la vez. Descubriremos que tenemos en nosotros mismos, como miembros de la Iglesia, un modelo vivo y original para una globalización auténticamente humana y solidaria”.
Monseñor Domenico Sigalini, responsable del servicio de Pastoral Juvenil de Italia declaró a Radio Vaticana que para los jóvenes se trata de una cosa nueva. Nosotros, adultos, hemos hablado mucho de ello en los años 70. Lamentablemente, luego la política ha derivado hacia la violencia o la indiferencia. Hoy, quizá, con la oportunidad de estar aquí, con el hecho de participar en los destinos del mundo y en cómo se deciden en estas cumbres, como la del G8, se enfervorizan, lo que les permite comprometerse más en la política”
Sí, un mundo más justo pero no romántico. En relación con los problemas más auténticos e inmediatos que los G8 están llamados a afrontar, los chicos se han atrevido a decir: “Por favor, estas cosas debéis colocarlas en primer lugar, porque va en ello nuestro futuro”.
Quizá los grandes del mundo escuchen la voz de quienes desde el campo católico llaman su atención hacia los verdaderos problemas del mundo. “Diría -opina monseñor Sigalini- que la sensibilización del mundo católico podría aportar, quizá, un elemento más. Nosotros los católicos podríamos ser, y a lo mejor espero demasiado, los pacificadores de todas estas protestas violentas, y podríamos lograr que se llegara a este G8 de modo positivo, provocativo pero sin violencia, de manera que se pueda lograr el cambio en las conciencias”
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