Rumanía: Ocho mil niños infectados de sida al ser vacunados

Casa Emilia, un proyecto de acogida para estos menores enfermos

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BUCAREST, 9 julio 2001 (ZENIT.org).- En las aldeas gitanas en torno a Bucarest, el trabajo consiste en dar vueltas con el carro a la búsqueda de hierros viejos. O fabricar ladrillos que nadie compra. Estas casitas campesinas, aunque tristes, se distinguen claramente de los edificios de la ciudad, horriblemente iguales, del régimen de Ceaucescu.

En una callecita perdida, que hasta ahora sólo albergaba el cementerio, ha surgido un chalecito nuevo. No es una vivienda de lujo. En Casa Emilia (por Emilia Cesana, de Comunión y Liberación, muerta el año pasado en Paraguay), siete chicos seropositivos, a los que no quiere ni siquiera su familia, tienen ahora un padre, una madre y un hermanito. Una familia rumana ha aceptado hacerse cargo de un proyecto de cooperación, impulsado por la asociación de voluntariado italiana AVSI. Los niños que viven allí forman parte de los siete u ocho mil niños rumanos contagiados de sida por recibir vacunas sin medidas higiénicas.

La Casa se inauguró hace unos días y al acto asistió el arzobispo romano católico Ioan Robu, el obispo ortodoxo Sebastian Ilfoveanu, Smaranda Popa, de UNICEF, que ha contribuido con los muebles y el administrador delegado de AVSI, Alberto Piatti. Calin Pop, director de Fundatia, la filial rumana de AVSI, hizo los honores de casa.

El padre coraje de esta familia rumana, Liviu, habla con orgullo de su hijo: “Andrei lo veis, es así, abierto, jovial. Conoció hace un año a una asistente social de Fundatia, Teresa. Teresa pidió conocer a sus padres. Dice Claudia: “El proyecto lo teníamos ya preparado desde hacía tiempo, había fondos de la Unión Europea, pero faltaba una familia dispuesta a hacerse cargo, y ciertas cosas no nacen por decreto”.

Al principio -dice Liviu-, no prestamos atención a la propuesta. Mi mujer trabajaba como educadora en un orfanato y yo en el ferrocarril, pero deseaba hacer alguna cosa verdaderamente útil. Me inscribí en un curso de enfermeros para el cuidado de niños enfermos de sida, y comprendí que buscaba precisamente una experiencia como ésta. Entonces nos tomamos en serio aquella propuesta que nos llegó a través de Andrei. Mi mujer y yo, en ciertas cosas, nos entendemos al vuelo y no hubo ni siquiera necesidad de hablar de ello. Y aquí estamos.

Mihaela estudió teología: Puedo enseñar -dice- pero deseaba seguir en la práctica el ejemplo de Jesús, y ayudar a quien tiene necesidad.

Los niños deberían ir a la escuela pero, una vez conocida su enfermedad, los maestros no han querido ni siquiera hablar de ello. Pero, en un pueblo vecino, Rosu, el director de la escuela, no puso problemas.

Ahora el objetivo es ampliar la experiencia. Ya se ha ofrecido la hermana de Liviu, que es profesora de Biología, y su marido, que lo es de Matemáticas, y tienen un hijo de
ocho años. Lo ideal para abrir una segunda casa.
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ZENIT Staff

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