ROMA, 18 julio 2001 (ZENIT.org).- Huérfanos por voluntad de la ciencia, serían los niños que, si la sociedad civil lo permite, podrían ver la luz con el nuevo y controvertido sistema de fecundación artificial, anunciado hace unos días por algunos investigadores australianos. Experimentada con éxito en cobayas, la técnica permitiría fertilizar óvulos femeninos con cualquier célula del cuerpo y no necesariamente del semen.
Con la razón aparente de dar una esperanza a varones con graves problemas de fertilidad, la metodología abre otras posibilidades más inquietantes, como crear una hija biológica con material genético de dos mujeres, excluyendo la aportación masculina. Para iluminar la noticia, Radio Vaticano entrevistó al padre jesuita Angelo Serra, profesor emérito de genética humana en la Universidad Católica de Roma.
–Hablemos de la parte más clamorosa de la noticia, la posibilidad de crear “hijos sin padre”. ¿Estamos ante una ciencia en vías de colisión con la familia tradicional?
–Exactamente. Y esto, en mi opinión, crea una situación en la que, también en el plano científico, es prácticamente imposible alcanzar el resultado querido. Está el fenómeno del “imprinting”, es decir la necesidad de que haya verdaderos cromosomas masculinos para que se pueda desarrollar un sujeto de modo normal. Pero incluso si lograran llegar a este punto, queda siempre un grave problema: la investigación presupone decenas de embriones, sujetos humanos, sometidos a experimentación y a una muerte que se puede definir “programada”, porque se sabe que ciertamente llegará. Y también para los sujetos que lograran desarrollarse existe el riesgo, por no decir la certeza, de gravísimas malformaciones.
–Anuncios cargados de incógnitas como éste, ¿no sugieren la necesidad de instituir organismos supranacionales para controlar las actividades de quien manipula los fundamentos mismos de la vida humana?
–Estoy de acuerdo pero también los órganos de información deberían asumir su responsabilidad. Dar noticias como estas, en el modo sensacionalista de estos días, es crear una situación no sólo de curiosidad sino de morbosidad. Las lesbianas podrían pensar: “Ahora también nosotros podremos tener un niño”, algo que, incluso en la situación científica actual, es absolutamente falso.