Rezar, pasear, leer y también solidaridad con los que sufren

Juan Pablo II acortó ayer por el frío su excursión diaria

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INTROD, 18 julio 2001 (ZENIT.org).- El viento y el frío obligaron ayer al Papa a acortar en una hora su excursión diaria a las cimas del Valle de Aosta. Salió hacia las 10:30 de la mañana y se dirigió al Alpe de Pierrey, en la zona de St. Barthelemy, en el municipio de Nus, a 2.300 metros de altura, una localidad ya visitada más de una vez en sus anteriores estancias en este valle.

Bajo un cielo terso, Juan Pablo II pasó la mañana paseando, deteniéndose con frecuencia a admirar el paisaje. Tras la comida, como siempre, dedicó mucho tiempo a la lectura, mientras que el viento se hacía más fuerte y bajaba la temperatura. Circunstancias que obligaron a anticipar el regreso a Les Combes, donde llegó hacia las 17:10. A pesar de este cambio de horario, se encontró con el acostumbrado grupo de vecinos y turistas que le esperaban en el último cruce de la carretera, entre Introd y Les Combes, para saludarlo y se detuvo, como siempre, a departir con ellos unos diez minutos.

El día anterior también encontró a unas cuarenta personas en el mismo lugar antes del paseo mañanero y casi quinientas, al volver. Este grupo –integrado en su mayoría por estudiantes de la Universidad Católica de Milán y también por veraneantes- expresó su afecto al Pontífice entonando cantos de la Jornada Mundial de la Juventud y canciones polacas.

No ha faltado en estas vacaciones papales el gesto de acompañamiento al que sufre. Sin avisar, y sin que los habitantes se lo pidieran -porque no querían molestar su descanso- hizo una visita a los afectados por las inundaciones del pasado mes de octubre. El viernes pasado por la mañana dedicó la primera parte de la jornada, unas dos horas, a visitar cinco de los seis pueblos valdostanos más afectados por las riadas, Pollein, Fenis, Nus, Donnas, Issim, Gressoney-Sain Jean. En todos ellos, el Papa rezó por las víctimas y los afectados.

A última hora de la mañana, subió en telesilla desde Gressoney hasta la cumbre Beta Forca, a unos 2.700 metros de altura, desde donde pudo admirar el imponente panorama, dominado por el Monte Rosa. Tras saludar a los empleados de las instalaciones, descendió al valle, y ante la Capilla de Santa Ana pasó la tarde leyendo y rezando.

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ZENIT Staff

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