Juan Pablo II: Un compromiso global contra el drama de los refugiados

Palabras pronunciadas antes de rezar la oración mariana del «Angelus»

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CASTEL GANDOLFO, 29 julio 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II pidió este domingo el compromiso de cada país y de sus líderes para que la humanidad pueda desterrar para siempre la pesadilla de los refugiados e inmigrantes forzosos.

Al dirigirse a varios miles de fieles reunidos en el patio del palacio apostólico de Castel Gandolfo, residencia veraniega de los papas, el pontífice recordó antes de rezar la oración mariana del «Angelus» los cincuenta años de la Convención de Ginebra sobre el «status» de los refugiados y reconoció la labor que realiza el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

Ofrecemos a continuación las palabras que pronunció el Papa.

* * *

1. Ayer, 28 de julio, las Naciones Unidas celebraron el quincuagésimo aniversario de la Convención de Ginebra sobre el «status» de los refugiados. Se trata de un importante acuerdo que sigue siendo la base sobre la que se apoya la protección internacional de los refugiados, al ser ratificado por unos 140 países, incluida la Santa Sede.

Para las naciones involucradas en la segunda guerra mundial, los cincuenta años que han transcurrido han sido sustancialmente años de paz. Pero en el mundo no han faltado conflictos a causa de los cuales el número de los refugiados y de los emigrantes forzados ha ido creciendo por desgracia. Por otra parte, se registran numerosos y graves incumplimientos precisamente en la aplicación de la Convención de Ginebra. Un signo de esperanza, sin embargo, procede del compromiso que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados está realizando para verificar la eficacia de la Convención y su correspondencia con la realidad de hoy.

2. Deseo que un esfuerzo tan importante para garantizar un nivel más elevado de protección y de solidaridad permita que quienes lo necesitan puedan gozar del fundamental derecho al asilo. Que la comunidad internacional pueda asimismo espolear a cada uno de los Estados y a sus responsables a promover las políticas necesarias para cumplir cada vez mejor el deber de acoger a los refugiados y hospedarles dignamente.

Elevamos hoy nuestra oración a Dios para que se destierre toda forma de movilidad humana forzada; para que las personas, las familias y los grupos sociales puedan salvaguardar sus propias raíces y su propia identidad. Que los desplazamientos sean libres y se instaure en el mundo un clima de paz, facilitado por el conocimiento y el respeto de los diferentes valores humanos, culturales, y espirituales, que son propios de todo pueblo.

Confiemos esta intención particular a la Virgen Santa, Madre de toda la humanidad.

[Traducción del italiano realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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