LES COMBES, 15 julio 2001, (ZENIT.org).-Bronceado y alegre, a pesar de las inclemencias del tiempo, el Santo Padre ha dirigido en el Angelus una invitación “a alabar a Dios y a ver en la belleza de lo creado una impronta de la belleza de su amor”.
El Pontífice ha recitado el Angelus en Les Combes, ante miles de personas, congregadas a pesar de la fuerte lluvia.
Se respiraba un gran entusiasmo, a pesar de quienes habitan estos lugares de montaña sean esquivos y de pocas palabras. La presencia del Papa es sentida, sin embargo, de un modo profundo y particular. Además, la visita realizada ayer por Juan Pablo II a las zonas más golpeadas por las inundaciones del pasado año, ha marcado profundamente el corazón de los habitantes del Valle de Aosta.
“La belleza de lo creado, primer libro que Dios ha confiado a la mente y al corazón del hombre”. Éste ha sido con frecuencia el tema presente en los salmos, que hoy ha retomado el Papa, subrayando como “la belleza de la naturaleza empuja el alma a recordar la bondad de Dios”. Bajo la techumbre de madera, junto a la casa de Les Combes, Juan Pablo II ha querido agradecer a la diócesis y al obispo de Aosta, a los salesianos, a las autoridades regionales y municipales y a todos los habitantes del Valle de Aosta, su cordialidad y la hospitalidad manifestada en la acogida. Se encontraban presentes el arzobispo de Turín y el obispo de Chiavari.
Hoy ha sido un Angelus bajo la lluvia. El Papa ha dicho, bromeando, a los miles de fieles presentes: “habéis venido con el paraguas”. Durante la oración un recuerdo especial del Papa dirigido a los seis alcaldes de los municipios que sufrieron las inundaciones del octubre pasado: «A través de vosotros – ha dicho el Pontífice- deseo renovar mi apoyo a las familias que han sufrido y sufren por aquella calamidad, exhortando a todos a perseverar en la reconstrucción con espíritu de confianza y solidaridad”. “Frente al sugestivo escenario de las cumbres que ya me son familiares – ha proseguido Juan Pablo II- el espíritu se dirige con frecuencia a María; Dios la ha elevado sobre todas las criaturas angélicas y la hecho sostén en el camino hacia el cielo”. Mañana se festeja la Virgen del Monte Carmelo mientras hoy el Papa ha recordado a la Virgen del Valle de Aosta, ante la estatua mariana, llevada desde la capital del lugar. «Es la misma estatua –ha dicho- que en 1948 atravesó las aldeas de la región infundiendo en los habitantes del Valle de Aosta, después de la Segunda Guerra Mundial, un renovado espíritu de fraternidad. Recemos a María para que entre los cristianos haya siempre unidad y para que en el mundo reinen la justicia, la solidaridad y la paz”
Al final del Angelus el Papa ha dirigido un saludo especial a los monjes Benedictinos llegados desde Suiza, a los chicos del oratorio de Giussano, a un grupo del Movimiento pro vida de Pavía, a un grupo de focolares, a los numerosos miembros de Comunión y Liberación presentes, y al equipo de fútbol de Turín, de descanso en la zona.
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Jul 15, 2001 00:00