RIMINI, 27 agosto 2001 (ZENIT.org–AVVENIRE).- ¿Pío XII? «Durante el siglo XX el pueblo judío no tuvo un amigo más grande». Esta es la opinión del rabino de Nueva York, David Dalin.
Según este historiador de profesión, que intervino el pasado 22 de agosto en el Meeting organizado por el Movimiento católico Comunión y Liberación en la localidad costera de Rimini (norte de Italia), «Durante la segunda guerra mundial, Pío XII salvó más vidas de judíos que cualquier otra persona, incluso más que Raoul Wallenberg o Oskar Schindler».
–Usted ha calificado de revisionistas a los historiadores que han criticado al Papa Pío XII, ¿por qué?
–David Dalin: Hoy día existe una nueva generación de periodistas y expertos empeñada desacreditar los documentados esfuerzos de Pío XII por salvar a los judíos durante el Holocausto. Esta generación se ha inspirado en la obra teatral «El Vicario», de Rolf Hochhuth, que no tiene valor histórico, pero que lanza polémicas acusaciones contra este Papa. Sin embargo, los detractores de Eugenio Pacelli ignoran o eliminan el estudio iluminador de Pinchas Lapide, quien fu cónsul general de Israel en Milán y que había se había encontrado con muchos judíos italianos que sobrevivieron al Holocausto. En esa obra, Lapide documenta cómo Pío XII favoreció la salvación de al menos 700 mil judíos de manos de los nazis. Ahora bien, según otro cálculo, esta cifra se eleva a 860 mil.
–¿Por qué entonces este cambio de apreciación?
–David Dalin: Llamo revisionistas a estos críticos de hoy porque trastocan el juicio de la historia, es decir, el reconocimiento dado a Pío XII por sus contemporáneos, entre los que se encuentra el Premio Nobel Albert Einstein, el rabino jefe de Israel Isaac Herzog, los primeros ministros Golda Meir y Moshe Sharett, y en Italia personas como Raffaele Cantoni, que en aquella época era presidente de la Unión de las comunidades judías italianas. Pero se pueden hojear también muchos artículos publicados en el «Jewish Advocate» de Boston, en el «London Times» y, en varias ocasiones, en el «New York Times».
–¿Qué es lo que hizo el Papa Pacelli a favor de los judíos?
–David Dalin: Tenemos mucha documentación que demuestra que no se quedó ni mucho menos en silencio, es más, habló en voz alta contra Hitler y casi todos vieron en él a un opositor del régimen nazi. Durante la ocupación alemana de Roma, Pío XII dio secretamente instrucción al clero católico para que salvara a todas las vidas humanas posibles, con todos los medios. De este modo, salvó a miles de judíos italianos de la deportación. Mientras el 80% de los judíos europeos murieron en aquellos años, el 80% de los judíos italianos fueron salvados. Sólo en Roma, 155 conventos y monasterios ofrecieron refugio a unos 5 mil judíos. En un cierto momento, al menos 3 mil se salvaron en la residencia papal de Castel Gandolfol, librándose así de la deportación en los campos de concentración alemanes. Sesenta judíos vivieron durante nueve meses con los jesuitas de la Universidad Pontificia Gregoriana, y muchos otros fueron escondidos en los sótanos del Instituto Bíblico. Siguiendo las directas instrucciones de Pío XII, muchos sacerdotes y monjes favorecieron la salvación de centenares de vidas de judíos, poniendo en peligro su misma vida.
–Pero el Papa nunca denunció en público las leyes antisemitas y la persecución de los judíos…
–David Dalin: Su silencio fue una eficaz estrategia orientada a proteger al mayor número posible de judíos de la deportación. Una denuncia explícita y dura contra los nazis por parte del Papa hubiera sido una invitación a la represalia, y hubiera empeorado las disposiciones hacia los judíos en toda Europa. Ciertamente podría preguntarse: ¿qué podía ser peor que el exterminio de seis millones de judíos? La respuesta es sencilla y terriblemente honesta: el asesinato de otros centenares de miles de judíos. Los críticos revisionistas de Pío XII saben que tanto líderes judíos como los obispos católicos que procedían de los países ocupados aconsejaron a Pacelli que no protestara públicamente contras las atrocidades cometidas por los nazis. Tenemos pruebas de que, cuando el obispo de Münster quiso pronunciarse en contra de la persecución de los judíos en Alemania, los responsables de las comunidades judías de su diócesis le suplicaron que no lo hiciera, pues hubiera provocado una represión más dura contra ellos».
–¿No cree que una excomunión papal de los nazis hubiera sido de ayuda?
–David Dalin: Sí, quisiera creerlo y en el fondo creo que al menos habría que haber intentado pronunciar una excomunión papal. Pero, independientemente de estos sentimientos, los documentos sugieren que una excomunión de Hitler se hubiera quedado en un gesto meramente simbólico.
–¿No hubiera sido mejor que el silencio?
–David Dalin: Al contrario, la historia enseña que una excomunión formal hubiera podido alcanzar el resultado opuesto. El padre Luigi Sturzo y el ex rabino jefe de Dinamarca, por ejemplo, tenían miedo precisamente de esto. Los mismo nazis interpretaron el famoso discurso de Pío XII de la Navidad de 1942 como una clara condena de su régimen y una instancia a favor de los judíos de Europa. La rabia entre los nazis hubiera podido suscitar reaciones catastróficas para la seguridad y el destino del mismo papado en los años sucesisvos a la guerra. Una condena papal contra los nazis comportaba la sospecha fundada, difundida en aquella época, de que Hiter se hubiera vengado en la persona del mismo Papa, atacando el Vaticano. El embajador nazi en Roma, Rudolf Rahn, confirmó la existencia de estos proyectos, que él mismo contribuyó a prevenir.
–En sus escritos, usted propone una nueva historiografía realizada por judíos sobre el «caso Pío XII». ¿A qué se refiere?
–Creo que ha llegado la hora, por parte judía, de echar mano a una nueva reconstrucción de la relación entre Pío XII y el Holocausto. Esta reconstrucción, más cercana a los hechos, es decir, de lo que hizo realmente Pío XII por los judíos, llegaría a conclusiones diametralmente opuestas a las gratuitas del libro de John Cornwell, «El Papa de Hitler». Pío XII no fue el Papa de Hitler, sino el defensor más grande que nunca hemos tenido los judíos, y precisamente en el momento en el que lo necesitábamos. Esta nueva obra de historiografía debería basarse en el juicio que sus contemporáneos ofrecieron de los esfuerzos de Pío XII, de sus éxitos y fracasos; así como en la manera en que los judíos que sobrevivieron al Holocausto evaluaron (o reevaluaron) su vida e influencia en las décadas sucesivas. El Papa Pacelli fue un justo entre las naciones a quien hay que reconocer el haber protegido y salvado a centenares de miles de judíos. Es difícil imaginar que tantos líderes mundiales del judaísmo, en continentes tan diferentes, se hayan equivocado o confundido a la hora de alabar la conducta del Papa durante la guerra. Su gratitud a Pío XII duró durante mucho tiempo, y era genuina y profunda.