CIUDAD DEL VATICANO, 18 noviembre 2001 (ZENIT.org).- La Jornada de oración de representantes religiosos por la paz, que Juan Pablo II anuncio este domingo para el próximo 24 de enero, se celebrará exactamente quince años después de la primera convocatoria de este tipo a la que asistió la historia.
El 25 de enero de 1986, superando las dudas de muchos de sus colaboradores que veían arriesgado el éxito de la iniciativa (nadie sabía que respuesta podría tener), el Papa Karol Wojtyla sorprendió al mundo anunciando la primera cumbre de líderes de las relgiones del mundo en Asís.
«La Santa Sede desea contribuir a suscitar un movimiento mundial de oración por la paz que, pasando por encima de las fronteras y naciones y alcanzando a los creyentes de todas las religiones, llegue a abraza al mundo entero», explicó en esa ocasión.
Meses después, en Lyon (Francia), el sábado 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, apenas veintitrés días antes, desde el anfiteatro de los mártires, lanzaba al mundo otro inesperado llamamiento: «a todas las partes en conflicto en el mundo envío un llamamiento ardiente para que observen al menos durante toda la jornada del 27 de octubre, una tregua completa de combates».
El mensaje se hizo llegar a los Jefes de Estado y Gobierno de los 113 países que entonces mantenían relaciones diplomáticas con la Santa Sede. En aquel 27 de octubre, en la gran mayoría de los 43 países donde había guerra o terrorismo, callaron las metralletas y las bombas.
Al Papa le vino a la mente esta iniciativa a raíz de la propuesta de las Naciones Unidas de proclamar 1986 como año mundial de la paz. El encuentro de Asís, según algunos autores (Cf. «Del temor a la esperanza – XV años de pontificado de Juan Pablo II», volumen II), fue el acontecimiento más importante en el marco de esa convocatoria.
En la cita participaron 71 dirigentes de religiones no cristianas, 54 de las cristianas, y 25 representantes del episcopado mundial.
Las reticencias más importantes surgieron sin embargo, en algunos ambientes tradicionalistas católicos, que vieron la iniciativa como un acontecimiento sincretista.
Sin embargo, Juan Pablo II, en la organización de los actos pidió que quedara claro un criterio fundamental: evitar hasta la más mínima apariencia de relativismo religioso.
Según el cardenal Roger Etchegaray, que en aquella época era presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz y que fue uno de los organizadores principales, el Papa dio la consigna: «no rezar juntos sino estar juntos para rezar».
No debía haber ningún grupo que interfiriera en la oración de otras religiones; ni tampoco habría una oración común, ha explicado el purpurado vasco-francés. Cada religión, pudo rezar en lugares distintos con fidelidad a sus propias creencias, con pleno respeto a todos los demás creyentes.
De este modo, como exigió el Santo Padre, Asís no fue la ONU de las religiones.