Juan Pablo II visita 300 parroquias: Un nuevo estilo de ser Papa

Andrea Riccardi comenta el nuevo récord de Karol Wojtyla

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ROMA, 17 diciembre 2001 (ROMA, 17 diciembre 2001 (ZENIT.orgAvvenire).- La visita de la parroquia número 300 de Roma por parte de Juan Pablo II, un nuevo récord en la historia del papado, revela elementos interesantes de la personalidad de este pontífice.

Así lo reconoce Andre Riccardi, historiador y fundador de la Comunidad de San Egidio e historiador.

Para expresar su pensamiento en esta entrevista recurre a su experiencia personal. Recuerdo la primera visita que hizo a una parroquia en el barrio de Garbatella hace 23 años. Nosotros, los de la Comunidad de San Egidio teníamos allí una escuela infantil».

«Cuando el Papa pasó –añade– le gritamos y él hizo que el coche se detuviera. Se bajó, vino, y se sentó en una de las sillitas de los niños de la guardería. Nos dijo: «Decidme, ¿vosotros quiénes sois?». Nos dimos cuenta enseguida que era un obispo con ganas de conocer a su gente». Era el 3 de diciembre de 1978.

–¿Qué significado tienen en el pontificado de Juan Pablo II estos 300 domingos en las parroquias?

–Andrea Riccardi: Es una costumbre que había sido ya inagurada por Juan XXIII y continuada por Pablo VI. Sólo que hasta entonces estos encuentros habían tenido un carácter simbólico. Con Juan Pablo II, en cambio, se han convertido en un contacto sistemático del Papa con su diócesis. En estas visitas, se mueve como un obispo. Como pastor pero también de manera muy personal, quiere encontrar a su Iglesia y a su gente. Y está muy abierto a escuchar lo que le digan. No es una visita ritual. Se ve también en la articulación que ha dado estas citas: primero se reúne en las vísperas con los sacerdotes (les suele invitar a comer) que trabajan en la parroquia, luego visita la comunidad.

–¿Cómo es el Papa que visita una parroquia?

–Andrea Riccardi: No es el Papa de las multitudes oceánicas. Quiere verdaderamente encontrarse y hacerse que la gente esté con él. Se para a conversar con los ancianos, se deja interrogar por los niños. Quiere conocer los movimientos. No es el Papa que entra en la iglesia y habla como sucedía con las visitas del Papa Juan. Wojtyla es el obispo que se sumerge en lo pequeño. Sabe que ésta es su gente, su pueblo. Uno podría preguntarse: «¿Por qué el Papa pierde tanto tiempo con estas personas?». La respuesta es que para él no es ninguna pérdida de tiempo. Es el hombre de la pregunta: interroga, quiere saber. Y justamente su gran curiosidad humana se convierte en comunión con la gente. No es una comunión abstracta sino afectiva. La misma comunión que luego se expresa en la liturgia: durante la Misa este Papa capaz de derrocharse en medio de la gente del barrio es reconocido como hombre de oración.

–Pero luego, ¿qué queda de la visita del pontífice en la parroquia?

–Andrea Riccardi: Quedan los recuerdos de quien se ha encontrado con él. El hecho de que muchos mañana puedan decir: «Yo lo he visto», «Mi madre me puso en sus brazos cuando yo era niño»… Es un contacto directo, un sentido de familia que te hace advertir que el Papa está en Roma. Y creo que esto da una impronta especial a nuestro catolicismo.

Luego, ciertamente, de estas visitas quedan las palabras, las indicaciones del Papa. Teniendo sin embargo presente que Juan Pablo II no tiene la obsesión de dar en cada situación una directiva. Su verdadera preocupación es ser cristianos juntos. Es reforzar la comunicación del Evangelio. Justo por esto muchas comunidades, tras haberlo acogido, han reencontrado el gusto de la misión.

–El Papa subraya los lazos que unen estas visitas a las parroquias a su ministerio universal. ¿Por qué?

–Andrea Riccardi: Siempre me ha impresionado que en todo el mundo Wojtyla se presenta como el obispo de Roma. En clave ecuménica es un hecho importantísimo: explica bien que no es un super-obispo sino el obispo de Roma que ejerce su primado. Y Juan Pablo II ha querido que no sea un simple título sino una realidad efectiva y afectiva.

En estos años ha actuado de verdad como obispo de Roma: trescientas visitas son trescientas medias jornadas, trescientas reuniones con los sacerdotes. Luego está su relación con la ciudad: él hace a menudo este juego de palabras «Roma/amor». Y esto la gente lo percibe. No es el Papa que desciende a la parroquia para concederse a las masas, como si fuera un pío ejercicio de piedad. Verdaderamente quiere encontrarse con los suyos. Con un tono que no tiene nada de solemne…

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ZENIT Staff

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