ROMA, 7 enero 2002 (ZENIT.org).- La vida inteligente en otros planetas, actual motivo de estudio de algunos científicos, no estaría en contra de la fe cristiana, reconoce el director del Observatorio Astronómico del Vaticano.
En una entrevista concedida este lunes al diario italiano «Corriere della Sera», el padre George Coyne reconoce a título personal que «es una perspectiva que apasiona, pero ante la que hay que andar con cautela».
«Por el momento no hay alguna evidencia científica de la vida –añade–. Pero estamos acumulando observaciones que apuntan a esta posibilidad. El universo es tan grande que sería una locura decir que nosotros somos la excepción. El debate está abierto y es complejo».
Imaginemos por un momento que la vida exista más allá de la tierra, sugiere como hipótesis Coyne. «Si me encontrara con un ser inteligente de otros mundos y me revelara una vida espiritual y me dijera que también su pueblo ha sido salvado por Dios mandando a su único Hijo, me preguntaría cómo es posible que su único «Hijo» haya estado presente en lugares diferentes. Pensamientos de este tipo son un gran desafío», reconoce el religioso.
«Las herejías –añade–, una tras otra, han tratado de negar la humanidad de Dios a través de los siglos. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Y este verdadero hombre, ¿puede aparecerse también en otro planeta? No lo sé, no sé si negarlo o afirmarlo».
«La posibilidad de vida extraterrestre inteligente y espiritual nos presenta muchas preguntas. De todos modos, la ciencia no destruye la fe del creyente, sino que la estimula», concluye su punto de vista sobre el debate.
Coyne afronta también la cuestión de la hipótesis científica del Big Bang y sus implicaciones para la fe.
En este terreno, también aconseja «andar con cautela». «Es verdad que la cosmología del Big Bang es hoy por hoy segura como modelo científico –indica–. Pero nos dice muy poco sobre la creación, o más bien nada, pues la creación como es entendida en la Biblia no responde a la pregunta sobre el origen del universo, sino al por qué hay algo en vez de la nada».
«Se trata de una respuesta teológica a una pregunta de fe –explica–. La ciencia, sin embargo, se ocupa de descubrir de dónde procede la materia que conocemos. En otros términos, la Sagrada Escritura y la teología no se refieren a la manera en que Dios creó el universo. Las dos preguntas no están en conflicto y, cuando esto sucede, pueden surgir malentendidos muy graves».
Los orígenes del Observatorio Astronómico Vaticano se remontan a los tiempos del papa Gregorio XIII, quien creó una comisión científica encargada de estudiar los elementos necesarios para la realización de la reforma del calendario litúrgico que tuvo lugar en 1582.
El Observatorio tiene hoy dos sedes: una, que sirve de valiosísimo archivo y biblioteca, en Castel Gandolfo, localidad situada a 35 kilómetros de Roma; y la otra, el Vatican Observatory Research Group (VORG), que se encuentra en Tucson, Arizona (Estados Unidos), en uno de los centros astronómicos más importantes del mundo.