LA LAGUNA (TENERIFE), 28 abril 2002 (ZENIT.org).- «La Cruz, el rostro más humano de Dios» es el título de la ponencia dictada por el doctor Eloy Bueno, decano de la Facultad de Teología del Norte de España, que clausuró el Congreso «Fe y progreso humano», celebrado del 22 al 27 de abril en la isla canaria de Tenerife.
El encuentro, considerado como una de las citas más importantes para el diálogo fe-cultura en España, es organizado todos los años por el Centro de Estudios Teológicos y la Universidad de la Laguna.
En esta entrevista concedida a Zenit, don Eloy Bueno ahonda en el fundamento que explica el compromiso cristiano a favor del progreso humano.
–Usted ha clausurado un congreso sobre «Fe y progreso humano» hablando de la «La Cruz, el rostro más humano de Dios». ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
–Eloy Bueno: El progreso sin referencia a la cruz acaba siendo unilateral, digamos que prescinde de las víctimas que el desarrollo humano siempre lleva consigo y, cuando es así, acaba convirtiéndose en inhumano.
–Es decir, para usted, ¿el parámetro que mide el progreso son sus excluidos, sus «crucificados»?
–Eloy Bueno: Cuando hay personas que quedan excluidas, la conciencia humana no puede quedar satisfecha hablando de progreso.
–Pero, no puede haber progreso sin competitividad…
–Eloy Bueno: En la medida en que la competitividad se realiza a costa de o prescindiendo de los más débiles, hay que decir de modo tajante que el progreso se convierte en inhumano. Cualquier excluido es un peso demasiado grande para que la humanidad pueda hablar de progreso.
–Dada la condición humana, siempre habrá últimos y marginados y no por eso se han de olvidar los avances del progreso…
–Eloy Bueno: Pero si el progreso se olvida de la persona marginada es porque concibe a las personas como engranajes del sistema. Las personas en ese modelo pierden su rostro y su nombre. Y entonces el sistema mismo es cuestionado en su fundamento. Por eso se inventa estrategias para no sentirnos mirados por el rostro menesteroso del otro.
–Se explica así el rechazo por la cruz de nuestra sociedad…
–Eloy Bueno: El rechazo de la cruz implica también el rechazo de los crucificados. Una sociedad que vive sólo del consumo y de la búsqueda del placer acaba despersonalizando al otro: hace de él un instrumento de su beneficio.
–Como sucede con la obsesión por el erotismo que caracteriza ese modelo de progreso.
–Eloy Bueno: Para ese modelo de progreso las personas son intercambiables no sólo desde el punto de vista económico sino también desde el punto de vista de las relaciones interpersonales. Prescindimos de las tragedias o cruces de cada uno en aras de los egoísmos particulares. La persona se convierte así en mero instrumento de placer.
–De modo que los crucificados se han convertido en una provocación…
–Eloy Bueno: En efecto, cuestionan la conciencia satisfecha de la sociedad del bienestar.
–Hasta ahora usted ha hablado de «crucificados», de los humillados y marginados. Ahora bien, en el Crucificado, la cruz no es una cruz humillada, sino gloriosa. Hay una diferencia radical.
–Eloy Bueno: Es una cruz gloriosa por dos razones, porque se ve desde la Resurrección, y porque se ve como defensora de la dignidad de cada hombre (por amor de quien muere el Crucificado) y, por tanto, de la Cruz procede de la seriedad en el amor.
–¿Qué quiere decir?
–Eloy Bueno: Que Cristo dio la vida por el hombre, por cada hombre, y que, por tanto, la mirada del menesteroso no nos puede dejar indiferentes, nos da una responsabilidad.
–Llegamos así al inicio de nuestra entrevista, o sea, a comprender cómo la Cruz es fundamento del progreso.
–Eloy Bueno: Los cristianos tenemos que vivir desde la convicción de aportar una alternativa a un tipo de sociedad, que en definitiva es hacer una sociedad al servicio del hombre por quien Cristo murió en la cruz.