CIUDAD DE MÉXICO, 13 mayo 2002 (ZENIT.org).- «Sangre de mayo» es el libro de investigación que acaba de ser publicado en México para demostrar que el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo fue intencional, y no fruto de un error o del cruce de fuego entre traficantes, como han afirmado investigaciones judiciales oficiales.
El volumen de la editorial «Océano», cuyo prólogo ha sido escrito por el sucesor del purpurado asesinado, el cardenal Juan Sandoval Iñiguez, arzobispo de Guadalajara, se publica poco antes de que se cumpla el noveno aniversario de aquellos sucesos, que tuvieron lugar en el estacionamiento del aeropuerto de esa ciudad, el 24 de mayo de 1993.
La obra, firmada por los periodistas Héctor Moreno y José Alberto Villasana, profundiza en las contradicciones de las investigaciones oficiales.
Primera hipótesis
«Sangre de mayo» recuerda que el procurador de la República Jorge Carpizo quiso convencer en un primer momento a la nación de que el cardenal había muerto como consecuencia fortuita de un enfrentamiento entre dos bandas de narcotraficantes, tesis que se derrumbó al poco tiempo cuando las pruebas de balística y del médico forense demostraron que de los 54 disparos sobre el coche del cardenal, ninguna bala cruzó de lado a lado, sino que fueron dirigidos contra los tripulantes.
Por otra parte, los 13 tiros en el cuerpo del cardenal mostraban claramente que habían sido dirigidos a corta distancia y directamente contra su persona.
Segunda teoría
Ante la evidentes contradicciones de la primera hipótesis oficial, el procurador Antonio Lozano Gracia y el fiscal Pablo Chapa Bezanilla, rindieron un informe, en 1995, en el que aceptaban que no hubo un «fuego cruzado», y avanzaron una segunda teoría.
Según su versión de los hechos, la muerte del cardenal se debió a una «confusión» de los asesinos a sueldo de los hermanos Arellano Félix, que habrían confundido el automóvil del cardenal, con el del Chapo Guzmán, jefe narcotraficante.
Después de analizar esa posibilidad, la Comisión Especial de Seguimiento, del Congreso del Estado de Jalisco, respondió que tal hipótesis era jurídicamente más difícil de sostener que la anterior pues, además de no resolver las dificultades del marco general de un enfrentamiento entre bandas, los pistoleros de los Arellano que fueron aprehendidos declararon no saber que el Chapo tuviera un coche con esas características.
Tercera hipótesis
Ante la falta de elementos jurídicos que avalaran la segunda tesis, ese mismo año la Procuraduría General de la República difundió una tercera hipótesis. En esta ocasión, la versión de los hechos afirmaba que ahora no se trataba de una confusión de automóvil, sino de persona.
La Comisión Especial de Seguimiento respondió que tampoco existían indicios que acreditaran tal hipótesis, debido a la evidente diferencia entre un hombre alto y corpulento, de sesenta años de edad, como era el cardenal Posadas, con uno delgado, joven y bajo de estatura, como es Joaquín Guzmán Loera.
Además, las investigaciones revelaron que los impactos de bala provinieron de seis armas diversas y que los dos agresores directos acribillaron al cardenal estando él de pie frente a ellos.
En esta maraña de versiones, el Grupo Interinstitucional, del que formaban parte entre otros la Procuraduría General de la República y obispos de la Iglesia católica, llegó a cuatro conclusiones el 24 de mayo de 1999, expuestas por el libro:
1) se admitía que el cardenal Posadas no murió como fruto de una «confusión»;
2) se reconocía que el cardenal fue acribillado en el acto de bajar de su coche y a muy corta distancia, no el interior y desde lejos;
3) se aceptaba que había agentes judiciales presentes y
Cuarta hipótesis
4) por fin se abría la posibilidad de que el asesinato haya sido fruto de un complot, aunque la PGR todavía quiso establecer una cuarta hipótesis, la del asesinato «circunstancial» por nerviosismo de los pistoleros.
Asesinato intencional
Ahora, con las declaraciones originales y ampliadas de los testigos presenciales, no sólo se derrumban las cuatro hipótesis, sino también el marco general que sostenía sus variantes, la del enfrentamiento entre bandas, pues de las actuaciones se deduce que los pistoleros de los Arellano no se encontraban en el lugar de los hechos en el momento en que mataron al cardenal.
El libro se detiene en numerosos detalles de la crónica de aquel 24 de mayo, que mostrarían cómo el asesinato del cardenal no pudo ser una confusión.
El libro se basa en los expedientes analizados por el Grupo Interistitucional, que se disolvió el 27 de julio de 2000 haciendo públicas conclusiones contradictorias, según las partes. La Procuraduría General de la República admitió entonces que se hicieran públicos esos expedientes: nueve disquetes que contienen los 56 expedientes del caso.
«Nuestro libro no quiere ser otra cosa que una invitación a que otros escritores, investigadores y periodistas ahonden en todos esos expedientes», dicen los autores Moreno y Villasana.
«Con ese material se ha podido constatar que en la teoría del homicidio directo e intencional se configura un rompecabezas que a nueve años de distancia es mucho más fácil de armar –concluyen–. Las piezas embonan naturalmente, no es necesario forzar para que embone una con otra. Será cada lector el que finalmente se haga su propio juicio».