BAKÚ, 23 mayo 2002 (ZENIT.org).- Una de las comunidades católicas más pequeñas del mundo vivió este jueves el día más importante de su historia al participar en la eucaristía celebrada por el obispo de Roma.
El encuentro de Juan Pablo II con los menos de doscientos católicos azeríes se convirtió en un homenaje al heroísmo de los hombres y mujeres que dieron su vida por la fe en Cristo durante la terrible persecución comunista.
Durante décadas, los católicos del país no tuvieron un sacerdote. El párroco de Bakú, el padre Stefan Demurov, fue deportado en tiempos de Stalin a Siberia. La iglesia católica de la ciudad fue destruida por el régimen en los años treinta.
En su lugar, los bolcheviques construyeron un centro recreativo para el KGB, que todavía hoy existe. Durante la misa, el Papa bendijo la primera piedra de la nueva iglesia católica, que surgirá en un terreno donado por el presidente azerí, Heidar Aliev.
En la homilía en ruso, leída en buena parte un sacerdote, el pontífice rindió el tributo «de toda la Iglesia universal a cuantos supieron mantenerse fieles a los compromisos derivados del bautismo».
«Vosotros, queridos hermanos y hermanas –añadió–, habéis visto vuestra religión ridiculizada como fácil superstición, presentada como un intento de huir de las responsabilidades del compromiso en la historia. Por este motivo, habéis sido considerados como ciudadanos de segunda clase y habéis sido humillados y marginados de muchas maneras».
Junto a los católicos, participaron en la eucaristía celebrada en el Palacio de los Deportes, unas tres mil personas, en su mayoría musulmanes, aunque no faltaban cristianos ortodoxos, que aquí, aunque dependen del patriarcado de Moscú, le han dado una cordial bienvenida.
El pontífice les dijo: «Honor también a ti, lo quiero repetir una vez más, santa Iglesia ortodoxa, que has abierto tus puertas a los fieles católicos, que se quedaron sin aprisco y sin pastor. Que el Señor te recompense tu generosidad».
Se encontraban también presentes católicos venidos de países cercanos, sobre todo de Georgia, pero también de Tayikistán y de Uzbekistán. Entre los concelebrantes, podía verse la presencia de obispos de Kazakistán y de Irán. Sólo faltaban los cristianos armenios, una ausencia provocada por la tensión con Azerbiyán.
«En este momento, me parece que la columnata de Bernini, esos brazos que desde la Basílica de San Pedro se abren al mundo, llega hasta nosotros para estrechar en un abrazo junto al pecho de Cristo y de su Iglesia a ti, pequeña comunidad de Azerbaiyán», siguió diciendo el pontífice en una homilía de tonos íntimos.
«En este abrazo, el corazón de toda la Iglesia palpita emocionado por amor a ti –añadió–. Con ella y en ella palpita el corazón del Papa, que ha venido hasta aquí para decirte que te ama y que no te ha olvidado nunca».
Toda la pequeña comunidad católica se movilizó para preparar la celebración: el embajador alemán trajo el crucifijo; el polaco las velas; el cónsul francés guió la procesión del ofertorio. El presbiterio y el fondo del altar estaban adornados por tapices maravillosos, auténtico orgullo de la cultura local, traídos expresamente del museo nacional.
Al final de la misa, un grupo de refugiados de Nagorno-Karabaj (territorio azerí poblado en su mayoría por armenios) se encontró con el Papa en representación de los cientos de miles de personas que viven su misma suerte. El obispo de Roma les dejó un donativo de cien mil dólares para responder a sus dramáticas necesidades.
A continuación, el sucesor de Pedro comió en una zona de casas populares, donde se encuentra la casa de los salesianos, que constituyen el corazón de la comunidad católica de Bakú.
En la misma residencia, el Santo Padre se encontró con los tres líderes de las comunidades religiosas más importantes de Azerbaiyán: el jeque de los musulmanes del Cáucaso, Allahshukur Pasha-Zade; el presidente de la comunidad judía, Semyon Ikhiidov; y el eparca ortodoxo de Bakú, dependiente del patriarcado de Moscú, Aleksander Iscein.
Este último obispo es sumamente querido por la comunidad católica local, con quien mantiene óptimas relaciones. El Papa ha donado 20 mil dólares a título de contribución para ayudar a pagar el rescate de un millón de dólares que piden los secuestradores de un sacerdote ortodoxo en Chechenia.
El viaje del Papa a Azerbaiyán se concluyó con una sencilla despedida en el aeropuerto de la capital. En total, han sido algo más de 24 horas agotadoras.
El Papa ha experimentado dificultades de articulación en la pronunciación de sus discursos; sin embargo, ha demostrado que su lucidez mental sigue siendo sumamente viva.
Un inválido, que corría con muletas hacia el altar del Papa durante la misa, fue detenido por las fuerzas de seguridad. Juan Pablo II, sin embargo, le bendijo, pidió que no se le detuviera –como pretendía hacer la policía azerí–, y que le dejaran encontrarse con él al final para escucharle.