CIUDAD DEL VATICANO, 29 mayo 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha confesado que está muy satisfecho con su reciente viaje a Azerbaiyán y a Bulgaria, pues le ha permitido promover el diálogo entre creyentes y particularmente con los fieles ortodoxos.
El pontífice dedicó su intervención, en la tradicional audiencia general de los miércoles en la que participaron 11 mil peregrinos, a evocar las etapas y resultados de su peregrinación apostólica internacional número 96, que tuvo lugar del 22 al 26 de mayo.
25 horas en Azerbaiyán
Comenzó evocando las 25 horas que pasó en Bakú, capital de Azerbaiyán, vigésimo cuarto país de mayoría islámica en el que pone pie como obispo de Roma (el primero de corriente chií), para explicar que entre los objetivos del viaje destacaba la promoción de la paz, tras el 11 de septiembre.
«Recordando el encuentro de Asís, renové desde aquella tierra, auténtica puerta entre Oriente y Occidente, mi llamamiento por la paz, insistiendo para que las religiones se opongan netamente a toda forma de violencia», explicó.
Con menos de doscientos católicos, Azerbaiyán es uno de los países del mundo con el menor número de bautizados en el seno de la Iglesia de Roma.
El Papa explicó que en su visita pudo comprobar con gran satisfacción que «ese "pequeño rebaño" es heredero de una tradición espiritual antiquísima, compartida pacíficamente con los hermanos ortodoxos, en medio de una población de mayoría musulmana».
En la misa que celebró en Bakú, aseguró, «he percibido claramente que también en Azerbaiyán palpita el corazón de la Iglesia una, santa, católica y apostólica».
Diálogo con la Ortodoxia en Bulgaria
A continuación, el pontífice rememoró los tres días que pasó en Bulgaria para «reforzar los vínculos de comunión con la Iglesia ortodoxa de Bulgaria, guiada por el patriarca Maxim», quien dispensó al Papa a una sincera bienvenida.
El pontífice reveló que su encuentro con los representantes de la cultura, de la ciencia y del arte, que tuvo lugar en Sofía, se convirtió en un homenaje a los santos Cirilo y Metodio, «que supieron conjugar de manera admirable fe y cultura, contribuyendo de manera determinante a la formación de los cimientos espirituales de Europa».
«Ejemplo insigne de esta síntesis entre espiritualidad, arte e historia es el Monasterio de San Juan de Rila, corazón de la nación búlgara, y perla del patrimonio cultural mundial», que visitó el 25 de mayo para «rendir solemne homenaje al monaquismo oriental, que ilumina a toda la Iglesia con su testimonio secular».
Pero el culmen de su visita a Bulgaria fue la beatificación en la ciudad de Plovdiv de tres religiosos, Kamen Vitchev, Pavel Djidjov y Josaphat Chichkov, fusilados en la cárcel de Sofía en 1952, junto al obispo Eugenio Bossilkov, beatificado hace ya cuatro años.
«Estos valientes testigos de la fe, junto a los demás mártires del siglo pasado, preparan una nueva primavera de la Iglesia en Bulgaria», consideró el Papa.
Concluyó la audiencia recordando su último encuentro con los jóvenes búlgaros a quienes presentó «el mensaje siempre actual de Cristo: "Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo"», lema de las Jornadas Mundiales de la Juventud de Toronto que tendrán lugar a finales de julio.
«Cristo llama a todos al heroísmo de la santidad. De este modo, también esta peregrinación apostólica se concluyó en el signo de la santidad», concluyó el Santo Padre.
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May 29, 2002 00:00