Biotecnología y hambre en el mundo; el debate está servido

La cuestión central: la seguridad de las nuevos avances en las cosechas

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ROMA, 6 julio 2002 (ZENIT.org).- La Cumbre Mundial de la Alimentación reunida en Roma del 10 al 13 de junio para repasar los progresos en la lucha contra el hambre ha vuelto a referirse a las cosechas genéticamente modificadas.

Los Estados Unidos defienden el uso de la biotecnología en la agricultura, informaba Associated Press el martes 11 de junio. El ministro de Agricultura norteamericano, Ann Veneman, afirmó ante la cumbre que la biotecnología puede luchar contra el hambre aumentando la productividad, mejorando la calidad de las cosechas y reduciendo la necesidad de pesticidas químicos.

Los científicos y las compañías de simientes han estado promoviendo el uso de modificaciones genéticas durante años. Pero las asociaciones de ecologistas y de consumidores han sido duros críticos, dudando de la seguridad de estos productos para el consumo humano y mostrando su preocupación sobre los efectos en el medio ambiente.

La ingeniería genética implica insertar genes en las plantas para añadir rasgos específicos. En las cosechas más populares, se han agregado genes de bacterias para volver tóxicas las plantas a los parásitos o tolerantes a los herbicidas.

Escribiendo el 24 de abril en el periódico británico The Guardian, Johnjoe McFadden, profesor de genética molecular en la Universidad de Surrey, precisaba que muchas de las más de 1.000 millones de personas que viven con menos de 1 dólar al día, confían en al arroz como fundamento de su dieta. Con todo, el arroz es propenso a sufrir muchas enfermedades y ataques de insectos, afirmaba.

“La ingeniería genética que genere variedades resistentes a las enfermedades, a las plagas, a la sequía o a la salinidad podría revolucionar los cultivos del Tercer Mundo”, defendía McFadden. Esta nueva tecnología puede beneficiar a los pobres, afirmaba, mientras los países resistan al “lobby occidental antitecnológico”, que trata de evitar su uso.

Otro defensor de la biotecnología es Norman Borlaug, ganador del Premio Nobel de la Paz de 1970 por su contribución a la Revolución Verde que ayudó a los países pobres a aumentar los resultados de sus cosechas.

Escribiendo el 13 de mayo en el Wall Street Journal, Borlaug defendía que deberemos “producir cerca de tres veces más de alimentos para el mundo del año 2050 que estará más poblado y será más próspero, y esto utilizando las tierras de labrantío que ya estamos usando, para salvar las tierras vírgenes del planeta”.

Explicaba que por esta razón había firmado una declaración de apoyo a la protección de la naturaleza con cultivos de alta producción y bosques. Otras firmas, incluyen a George McGovern, antiguo senador y representante de Estados Unidos ante la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y Per Pinstrup-Andersen, ganador del Premio Mundial de la Alimentación 2001. La FAO ha sido la organizadora de la cumbre de la alimentación.

Borlaug explicaba: “Si el mundo todavía obtuviera las bajas producciones de cosechas y de ganado de 1950, al menos la mitad de los 16 millones de millas cuadradas de bosque actual habría sido ya cultivada”.

Jim Wells, vicepresidente de una compañía de asesoría medioambiental, y director del Departamento de Regulación de Pesticidas de California entre 1991 y 1999, también defiende las ventajas de las cosechas de alta tecnología. En el Los Angeles Times del 4 de junio, Wells defendía que la agricultura orgánica no es capaz de reunir las necesidades de alimento al mismo tiempo que proteger el medio ambiente.

Los investigadores del Hudson Institute han analizado recientemente el uso de pesticidas en Estados Unidos y realizaron algunos cálculos para cambiar las técnicas totalmente orgánicas de control de plagas. La utilización de azufre, un elemento usado para el control de enfermedades tanto en los cultivos orgánicos y convencionales de frutas y verduras, podría aumentar anualmente su uso en Estados Unidos de 78 millones de toneladas a 840 millones. La utilización de compuestos de cobre, también importante para los productores orgánicos, podría aumentar de 116 millones de toneladas a 13.700 millones. La utilización por los granjeros de estas cantidades de cobre y azufre llevaría a largo plazo a la contaminación del suelo y del medio ambiente con estos elementos pesticidas altamente tóxicos, afirmaba Wells.

Controles de seguridad recomendados
Respondiendo a la preocupación sobre la seguridad de los alimentos genéticamente modificados, la Sociedad Real del Reino Unido publicó un informe en febrero pasado. Los alimentos GM, dice el informe, plantean un riesgo insignificante a la salud humana, aunque son necesarias regulaciones más estrictas para tranquilizar a los consumidores, informaba la BBC el 4 de febrero.

El profesor Jim Smith, que presidió el grupo de trabajo, afirmaba: “Hemos estudiado todas las investigaciones disponibles, y no encontramos nada que sugiera que el proceso de modificación genética vuelva los potenciales comestibles intrínsecamente inseguros”.

Smith afirmaba que la “consideración más bien fragmentaria” de la regulación de los alimentos GM en el Reino Unido, y en la Unión Europea en general, significa que puede haber algunas lagunas e inconsistencias importantes. “Resulta obvio que los consumidores quieren que sus alimentos estén asegurados por leyes que sean lo bastante rigurosas como para prevenir cualquier anomalía”, afirmaba. “Pero la legislación no debe ser tan restrictiva que quite todo tipo de incentivo a la introducción de nuevos productos alimenticios que son potencialmente beneficiosos para la sociedad”.

La Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos llegó a conclusiones similares en un informe del mes de febrero. El equipo de 12 científicos publicó un estudio de 320 páginas sobre las cosechas biotecnológicas que recomendaba que el gobierno las estudiara más cuidadosamente antes de dar su aprobación, y que debería también supervisarlas antes para evitar posibles daños medioambientales, informó Associated Press el 21 de febrero.

Sin embargo, los científicos indicaban que no había evidencia de que las cosechas de ingeniería genética actualmente en el mercado hayan causado problemas ecológicos. Fred Gould, un científico de la Universidad del Estado de Carolina del Norte, que presidió el estudio, afirmaba que los problemas citados sólo eran “lagunas jurídicas”. Añadía: “Estamos ofreciendo sugerencia a un sistema que funciona. No estamos condenando el sistema”.

Uno de los problemas que ponía de relieve el estudio es que el gobierno permite que las compañías de biotecnología oculten al público muchos de sus datos de investigación al clasificar este material como secretos de negocios. Esos mismos datos son hechos públicos en ocasiones en Canadá y en Europa, afirmaba el estudio.

En Europa, donde los gobiernos han sido más renuentes a la hora de aprobar las nuevas cosechas, un informe publicado el año pasado por la Unión Europea llegó a sugerir que los alimentos genéticamente modificados pueden ser incluso más seguros que los productos normales.

El informe de bioseguridad reunía 81 proyectos de investigación financiados por la Unión Europea en los últimos 15 años, con un coste de 64 millones de dólares, sobre cosechas genéticamente modificadas y productos elaborados a partir de ellas, informó Associated Press el 9 de octubre.

La investigación no ha encontrado “ningún nuevo riesgo para la salud humana o el medio ambiente, más allá de usuales incertidumbres propias del cultivo de las plantas convencionales”, afirmaba la Comisión Europea. “De hecho, el uso de tecnología mucho más precisa y una mayor criba reguladora los hacen probablemente incluso más seguros que las plantas y los alimentos convencionales”.

Los alimentos biotecnológicos también han sido examinados por la
Pontifica Academia de las Ciencias en su informe: “La Ciencia y el Futuro de la Raza Humana: la Ciencia para el Hombre y el Hombre para la Ciencia”. Nicola Caribbo, presidente de la academia, presentó las conclusiones de un documento, “Documento de Estudio sobre el Uso de las Plantas Alimentarias genéticamente Modificadas para combatir el Hambre en el Mundo”, que contiene la opinión consensuada de la academia.

“La agricultura como actualmente se practica es insostenible, como indican las pérdidas masivas de terreno vegetal y de zonas agrícola que han tenido lugar en las últimas décadas, así como por las consecuencias inaceptables de la aplicación masiva de pesticidas”, indica el estudio. “Las técnicas de modificación genéticas de plantas de cultivo pueden ser una importante contribución a la solución de este problema común”.

El informe también precisa la necesidad de tener en cuenta las necesidades de los países en vías de desarrollo: “Deberían hacerse especiales esfuerzos para proveer a los granjeros pobres en los países en vías de desarrollo para que tengan acceso a las plantas de cultivo mejoradas”. También pide una mayor atención a la necesidad de producir cosechas adecuadas a las necesidades de los países del Tercer Mundo.

Introducir cosechas genéticamente modificadas exige cuidado, según han hecho notar estudios recientes. Y se debe prestar atención a las necesidades de los granjeros y de los países en vías de desarrollo de manera que se evite un indebido dominio de una cuantas empresas grandes de biotecnología. Pero el consenso de la opinión científica es que la biotecnología, aplicada con prudencia, tiene ventajas ecológicas y puede ser parte de la solución para eliminar el hambre.

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ZENIT Staff

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