Mensaje del Papa a favor de los indígenas y afroamericanos de Latinoamérica

A los diez años de la Fundación «Populorum Progressio»

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CIUDAD DEL VATICANO, 9 julio 2002 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el texto del mensaje que ha enviado Juan Pablo II al cumplirse el décimo aniversario de la Fundación «Populorum Progressio», destinada a ayudar a las poblaciones indígenas, mestizas y afroamericanas en América Latina.

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A monseñor Paul Josef Cordes
Arzobispo titular de Naisso
Presidente del Pontificio Consejo «Cor Unum»
Presidente de la Fundación «Populorum Progressio»

Me es grato enviar por medio suyo un cordial saludo a los Obispos miembros del Consejo de Administración de la Fundación «Populorum Progressio» y a sus colaboradores, que este año se reúnen en la ciudad de Sucre (Bolivia) para celebrar el X aniversario de la creación de dicha institución.

La ayuda a los pobres es un imperativo del Evangelio que interpela de modo apremiante a todos los cristianos, los cuales no pueden pasar nunca de largo ante el prójimo desventurado (cf. Lc 10, 33-35). A este respecto veo con tristeza que, si en algunos países en vías de desarrollo gran parte de la población sufre el flagelo de la pobreza, los grupos más marginados de esas sociedades carecen incluso de lo más imprescindible. Por eso quise contribuir a paliar los efectos de esa terrible situación creando hace diez años la Fundación «Populorum Progressio» (13-II-1992) para ocuparse especialmente de las poblaciones indígenas, mestizas y afroamericanas en América Latina. Pretende ser un signo que exprese mi cercanía con las personas que se encuentran en situación de grave penuria y que frecuentemente son dejadas de lado por la sociedad o las autoridades mismas, incapaces tantas veces de hacer algo por ellas. Este organismo lleva a cabo iniciativas concretas con las cuales quiere ser una manifestación del amor de Dios hacia todos los hombres, particularmente los pobres (cf. Lc 7,22).

Esta Fundación financia cada año el mayor número posible de proyectos mediante los cuales favorece el desarrollo integral de las comunidades de campesinos más pobres. Así, desde 1993 hasta 2001 se han apoyado 1.596 proyectos por un total de 13.142.529 $USA, gracias a la generosidad sobre todo de los católicos italianos, canalizada a través de su Conferencia Episcopal, así como de donativos recibidos de otras personas y organismos eclesiales.

Es digno de mención que las Iglesias locales de América Latina participan también en la financiación de los proyectos. Además, una característica de la labor de la Fundación es que las personas que tienen la responsabilidad de decidir sobre la aprobación de los proyectos y la distribución de los fondos son de los mismos lugares donde aquéllos se van a realizar. En efecto, el Consejo de Administración está formado por seis Ordinarios de América Latina y del Caribe, llamados a examinar y decidir sobre las peticiones presentadas .

La situación social es, lamentablemente, muy difícil en muchos lugares de América Latina. Los Estados y las Iglesias particulares de cada país, cada uno desde la esfera que le es propia, han de trabajar para mejorar las condiciones de vida de todos, sin excluir a nadie. Sus causas se ven agravadas también por la presencia, en el ámbito político-social, de injusticias y de corrupción. Además, en algunos países, la deuda externa alcanza cifras astronómicas e impide el desarrollo económico. Por ello, la Santa Sede Apostólica se siente en la obligación de señalar este flagelo que paraliza las energías y la esperanza en un futuro mejor. En todos los lugares los católicos, como recordé en la Exhortación apostólica postsinodal «Ecclesia in America», han de sentirse interpelados a colaborar, pues «la caridad fraterna implica una preocupación por todas las necesidades del prójimo. ‘Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?’ (1Jn 3, 17)» (n. 27).
<br> Para los cristianos la palabra de Dios no nos exime de la obligación ineludible de prestar ayuda y de comprometernos en la búsqueda de la verdadera justicia. Nos exhorta, asimismo, a ocuparnos de nuestros hermanos y hermanas que pasan verdadera necesidad. Además, nuestra condición de evangelizadores nos impulsa también a ello, pues hay un nexo íntimo entre la evangelización y la promoción humana, ya que hacer el bien favorece la acogida del mensaje de la Buena Nueva. Y por otra parte, las obras de caridad hacia el prójimo hacen más creíble la predicación.

Quiero, por tanto, manifestar mi gratitud a todos los que, a lo largo de estos diez años, han trabajado para poner en marcha la estructura y la actividad de la Fundación «Populorum Progressio»: Obispos, sacerdotes y laicos. Ellos han hecho posible que los proyectos hayan sido llevados a cabo de manera correcta, controlando y asegurando su financiación, a la vez que su dedicación generosa ha contribuido a dar a conocer la realidad de la Fundación, fomentando en los beneficiarios y en las comunidades cristianas en general, la confianza en la ayuda de Dios y la esperanza en el futuro más llevadero.

Mientras aseguro mi oración por los frutos de esa reunión, implorando del Espíritu Santo su luz para discernir lo más conveniente para continuar esa importante labor, confío los trabajos de la misma a la materna intercesión de la Virgen María quien, bajo la advocación de Guadalupe, es venerada en todo el Continente americano, a la vez que, como prueba de gratitud eclesial, imparto a los miembros de esa Fundación y a sus bienhechores una especial Bendición Apostólica.

Vaticano, 14 de junio de 2002
IOANNES PAULUS II
[Texto original en castellano]

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ZENIT Staff

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