Millones de mexicanos se echan a las calles para saludar al Papa

Una complicidad que dura más de 23 años

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CIUDAD DE MÉXICO, 31 julio 2002 (ZENIT.org).- Millones de mexicanos se están echando a las calles para saludar a Juan Pablo II en sus diferentes recorridos por la Ciudad de México entre el martes y el jueves.

Dado que las dos celebraciones más importantes de su visita quinta visita pastoral al país –la canonización de Juan Diego y la beatificación de los mártires indígenas de Oaxaca– se celebran en la Basílica de Guadalupe, capaz de acoger a pocos miles de peregrinos, la gente trata al menos de verle pasar fugazmente en el «papamóvil».

Fuentes de la Policía preveían que a lo largo de los diferentes recorridos que hará el obispo de Roma por la capital será visto de cerca por unos diez millones de personas situadas a los lados de las calles.

Los hoteles de la Ciudad de México han informado que en estos momentos no hay una habitación libre en la capital a causa de los millones de peregrinos que han venido con el objetivo de ver al pontífice aunque sea sólo unos segundos.

En la mañana de este miércoles, en su recorrido entre la Nunciatura Apostólica y la Basílica de Guadalupe, Juan Pablo II pasó por la gran plaza del Zócalo, donde se encuentra la catedral más grande de América Latina, en medio del entusiasmo general.

Su paso duró cuatro minutos, de las 09:27 a las 09:31 horas. Allí se encontraban, entre otros, los miles de jóvenes que habían pasado la noche sin dormir para participar en la vigilia de oración denominada «Generación Juan Pablo 2000, Unidos por la Fe».

Tras el paso del Papa Karol Wojtyla por el Zócalo, cesaron los gritos de alegría, y los jóvenes volvieron al centro del Zócalo para congregarse en torno a una pantalla gigante de televisión y seguir la canonización de Juan Diego.

Al igual que los jóvenes, otros muchos peregrinos, la mayoría de provincias lejanas, velaron toda la noche al aire libre, cantando y rezando en el centro histórico, soportando el frío de esta ciudad situada a 2.200 metros de altura.

Un dispositivo de 35.000 policías vela desde el martes pasado por la seguridad pública con medidas estrictas.

Como recordó el Papa al aterrizar en el aeropuerto internacional de la capital, México fue el primer país que visitó como obispo de Roma en 1979, al inicio de su pontificado, comenzando un «apostolado itinerante que, como Sucesor del apóstol Pedro, me ha llevado a tantas partes del mundo, acercándome así a muchos hombres y mujeres para confirmarles en la fe en Jesucristo salvador».

El entusiasmo con que la gente le recibió en aquella visita de hace más de 23 años creó una especie de complicidad entre Juan Pablo II y los mexicanos, el segundo país con el mayor número de católicos del mundo, que el pontífice suele sintetizar con las palabras: «¡México, siempre fiel!».

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ZENIT Staff

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