ROMA, 6 diciembre 2002 (ZENIT.org).- Las amenazas de George Bush contra Irak sobre una posible intervención armada plantean inevitablemente preguntas éticas: ¿Se trata de una «guerra justa»? La idea de un «ataque preventivo», ¿está contemplada por la moral?
La revista quincenal Civiltà Cattolica, cuyos borradores son revisados por la Secretaría de Estado del Vaticano, publicó el 2 de noviembre un editorial en el que critica precisamente la teoría de la «guerra preventiva» y propone más bien «un mayor recurso a los servicios de inteligencia y al control de los flujos financieros contra el terrorismo».
Para comprender mejor este análisis, Zenit ha entrevistado al padre Michele Simone, s.j. subdirector de la «Civiltà Cattolica».
–¿Hasta qué punto la doctrina cristiana puede legitimar un acto de «guerra justa»?
–Padre Simone: La estremecedora potencia destructiva alcanzada por las armas modernas ha cambiado radicalmente la naturaleza y la calidad de la guerra con respecto al pasado, especialmente con la presencia de las armas nucleares. Por tanto, la tradicional definición de guerra «justa» hoy ha quedado superada. Sin embargo, ésta subrayaba, entre otras cosas, un elemento que mantiene hoy toda su actualidad: me refiero a la obligación de evaluar las consecuencias de una intervención armada sobre la población civil. Por otra parte, incluso la Carta de las Naciones Unidas sólo justifica una reacción provocada por la legítima defensa, que en todo caso debe ser evaluada como tal, aunque sea inmediatamente después de que haya comenzado por el Consejo de Seguridad de la ONU.
–El terrorismo fundamentalista que utiliza «kamikazes», ¿es una amenaza capaz de justificar una guerra?
–Padre Simone: Dejo a un lado la situación que se da en la guerra israelo-palestina, donde una vez más se puede comprobar cómo el recurso a la violencia, en ese caso inspirado por la venganza, es un proceso sin salida, que no resuelve los problemas, al contrario, los engangrena, aumentando el odio recíproco. Además, no me parece que se den las pruebas de la participación de un Estado en la financiación y en la organización del terrorismo internacional, inspirado por personas que manipulan el fundamentalismo islámico. Por tanto, no veo justificación alguna bélica. Más bien, el terrorismo internacional debe ser combatido por los Estados que han adherido a la alianza lanzada por el presidente de los Estados Unidos a través de un uso más intenso y más coordinado de los servicios de inteligencia y del control de las transacciones financieras internacionales, ligadas a los grupos terroristas.
–Estados Unidos podrían atacar Irak. La idea de un «ataque preventivo» contra un «mal seguro», ¿es contemplada por la moral católica?
–Padre Simone: Pero, ¿quién decide que Irak constituye un «mal seguro»? ¿El país que detenta el potencial económico y bélico más fuerte del mundo? ¿Puede justificarse un ataque preventivo basándose en la «propaganda» de los países que lanzan el ataque y del que sacan mayores ventajas? La así llamada «guerra preventiva» contra Irak, entre otras cosas, tendría costes humanos inaceptables y graves efectos desestabilizadores sobre todo Oriente Medio. Además, la guerra «preventiva» no sirve a la paz, pone más bien a la humanidad en un estado de guerra permanente (después de Irak, habría que pensar en Irán, Corea del Norte, etc.). De todos modos, es de desear que las Naciones Unidas ejerzan todas las medidas de presión posibles para evitar el recurso de Irak a posibles «armas de destrucción de masa».
La moral católica sólo justifica la legítima defensa contra una intervención armada injustificada. Ciertamente no justifica la guerra «preventiva». En Irak, muchos prevén que tenga lugar un ataque «preventivo» occidental, pero será la enésima vez en la historia de la humanidad en la que el más fuerte utiliza la fuerza para hacer prevalecer sus propios intereses, en perjuicio del menos fuerte.
–¿Cuál es la idea cristiana de paz y cómo se diferencia del «pacificismo» que ve en los «norteamericanos» la causa de todos los males del mundo?
–Padre Simone: No sólo un católico, sino cualquier ciudadano del mundo que reflexione con un mínimo de objetividad y racionalidad rechaza como un simple prejuicio ideológico injusto la tesis de que los «estadounidenses», son la causa de todos los males del mundo. Es una tesis sin fundamento, fruto de baja propaganda. Por otra parte, para un católico, la paz es algo positivo, que hay que construir día a día, dentro de toda comunidad humana y en el conjunto de las naciones. Se funda, como ha repetido varias veces Juan Pablo II, en la justicia y en el perdón recíproco. Esto la distingue también del pacifismo, que se inspira en la no violencia absoluta.