CIUDAD DEL VATICANO, 22 diciembre 2002 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha manifestado su preocupación al constatar el fracaso de las negociaciones en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que impidió este sábado un pacto global para permitir que los países pobres importen medicinas a precios asequibles.
El arzobispo Diarmuid Martin, observador permanente de la Santa Sede ante la OMC, ha criticado la lentitud de las negociaciones, que contrastan con la emergencia sanitaria que viven muchos países pobres.
El maratón de las negociaciones se prolongó en Ginebra más de lo previsto, hasta la madrugada del sábado, y muchas delegaciones de los 144 países de la OMC manifestaron públicamente su decepción al constatar el bloqueo de las negociaciones.
Los representantes estadounidenses se opusieron al acuerdo propuesto, pues consideraron que fabricar medicamentos genéricos llevaría a ignorar muchas patentes de laboratorios químicos. La delegación de Estados Unidos se declaró dispuesta a hacer excepciones sólo en casos de medicinas que sirven para tratar la malaria, el sida o la tuberculosis.
El principio de permitir a los países pobres desarrollar versiones más baratas de productos farmacéuticos había sido acordado por la OMC en la reunión de Doha en 2001.
En declaraciones a Radio Vaticano, monseñor Martin ha explicado que esta decisión es particularmente grave para los países que no cuentan con una industria farmacéutica propia y que, por tanto, deben importar las medicinas.
En la noche del viernes, en pleno debate, la Santa Sede tomó la palabra para expresar su grave preocupación por «una cuestión humanitaria y ética, que no puede reducirse sólo a un problema técnico y económico».
Monseñor Martin considera que el fracaso de la negociación es grave, pues en la reunión de Doha se había prometido alcanzar un acuerdo para antes de que concluyera el año 2002.
«Este hecho me hace pensar en la frase de Juan Pablo II en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz –sigue aclarando el prelado irlandés–: para crear un nuevo orden moral internacional, una de las condiciones es la de cumplir con los compromisos asumidos especialmente con los pobres».
Para el representante del Papa ante la OMC el gran problema está en la «lentitud» que se ha experimentado en pasar de las intenciones a los hechos.
«En la declaración de Doha se había reconocido que la protección de la propiedad intelectual [las patentes] no puede obstaculizar la capacidad de un país pobre para responder a una crisis en el campo de la salud pública», recuerda Martin.
«Todos reconocen que éste es el principio fundamental y en la negociación de estos días este principio ha permanecido –sigue constatando el arzobispo–. El problema es la lentitud con la que se responde concretamente, mientras tanto mueren millones de personas y muchos están destinados a sufrir por enfermedades curables».
El prelado concluye asegurando el pleno compromiso de la Iglesia católica en este campo:
«La Santa Sede, a través de muchos hospitales y clínicas ligados a la Iglesia, sigue ofreciendo su servicio de asistencia. Incluso a nivel mundial, en las organizaciones internacionales está sumamente comprometida», afirma.
«He seguido de cerca esta negociación y soy optimista por el hecho de que quizá al inicio del nuevo año se llegue a un compromiso y a un consenso –concluye–. No será quizá lo que muchos habrían deseado, pero lo importante es salir de esta situación de estancamiento».