CIUDAD DEL VATICANO, 24 diciembre 2002 (ZENIT.org).- A los cien días de su fallecimiento, el heroico cardenal François-Xavier Nguyen Van Thuan ha sido recordado como un hombre de paz y testigo de esperanza.
Para la ocasión, su sucesor al frente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, el arzobispo Renato Martino, envió un mensaje a las dos hermanas del desaparecido purpurado vietnamita.
El texto también se ha destinado a la ceremonia celebrada este lunes en Sydney (Australia) en recuerdo de su figura y a la del próximo día 27 en Windsor, en la provincia canadiense de Ontario.
Uno de los principales rasgos que caracterizó al cardenal Van Thuan fue el de «hombre de paz» que respondió siempre con amor a toda violencia ejercida contra su persona, escribió monseñor Martino.
De ello dan testimonio los carceleros, quienes acabaron convirtiéndose en sus amigos durante los trece años que pasó detenido –nueve de ellos en régimen de aislamiento– en las prisiones vietnamitas.
Además se distinguió por la virtud de la esperanza, que le llevó a tener siempre confianza en los hombres, así como a no tener nunca miedo –como reveló Juan Pablo II–, ya que «el futuro está abierto y Dios camina a lo largo de nuestros caminos», recordó monseñor Martino.
El pasado 16 de septiembre fallecía en Roma, a la edad de 74 años, el cardenal Van Thuan, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz.
En 1975, Pablo VI nombró a François-Xavier Nguyen Van Thuan arzobispo coadjutor de Ho Chi Minh (antigua Saigón). El gobierno comunista calificó su nombramiento como un complot y tres meses después le encarceló.
Tras su liberación, fue obligado a abandonar Vietnam. Juan Pablo II le acogió en Roma, donde le confío encargos de gran responsabilidad en la Curia romana y le creó cardenal en febrero de 2001.
En marzo del año 2000, conmovió a millones de personas que pudieron leer pasajes de las meditaciones que pronunció durante los Ejercicios Espirituales de Juan Pablo II y de la Curia romana, en las que recogió muchas de las experiencias espirituales que maduró en la cárcel.
El cardenal las publicó después en un libro titulado «Testigos de esperanza» (Ciudad Nueva).