Cuando el estar sano no es obstáculo para la eutanasia

Casos recientes indican que la cuesta bajo se está volviendo más pronunciada

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AMSTERDAM, 1 febrero 2003 (ZENIT.org).- La eutanasia legalizada está confirmando los peores miedos de quienes se oponían a ella.

Los últimos casos de suicidio asistido, que han implicado a personas relativamente sanas, han dado credibilidad a los críticos que temían que se violarían las leyes sobre eutanasia. En uno de estos últimos casos, el Tribunal Supremo holandés mantuvo la culpabilidad del Dr. Philip Sutorius por ayudar a morir a un hombre anciano, que «estaba cansado de vivir», informaba la BBC el 24 de diciembre.

Sutorius dio al antiguo miembro del senado, Edwar Brongersma, de 86 años, un cocktail letal de medicamentos, que el paciente se administró a sí mismo. Brongersma gozaba de buena condición física.

Un tribunal de inferior categoría dictaminó inicialmente que el doctor no era culpable de violar las directrices holandesas que regulan la práctica de la eutanasia. Más tarde, un tribunal de apelación dictaminó a favor del procesamiento, una decisión mantenida por el Tribunal Supremo. El director de la Sociedad Holandesa de Eutanasia Voluntaria afirmó que la sentencia le había decepcionado.

Otro caso que implicaba a un enfermo no terminal tuvo lugar en Bélgica, informaba el diario británico Guardian el 9 de octubre. De hecho, fue la primera muerte bajo una nueva ley que ha legalizado la eutanasia. Mario Verstraete, que sufría de esclerosis múltiple, murió como resultado de una inyección letal el 30 de septiembre, sólo una semana después de que la nueva ley entrara en vigor.

Quienes se oponen a la eutanasia observaron que su muerte había violado el periodo de espera de un mes requerido entre el momento en que se hace la petición por escrito y la muerte. Y no estaba en las fases finales de una enfermedad terminal, como requiere la ley sobre eutanasia.

El Guardian hacía notar que algunos periódicos belgas publicaron entrevistas con personas en fases avanzadas de esclerosis múltiple, que decían que la idea de la eutanasia nunca se les había pasado por la cabeza.

Francia ha tenido un caso similar de gran relevancia, cuando Mireille Jospin, madre del anterior primer ministro, Lionel Jospin, se quitó la vida a la edad de 92 años, informaba el periódico británico Observer el 15 de diciembre.

En una nota escrita, en su último día de vida, a la asociación Derecho a Morir con Dignidad, Mireille Jospin indicaba: «Es el momento de irse antes de que el deterioro aumente». El periódico observaba que estuvo plenamente activa hasta su muerte y que no sufría de ninguna enfermedad terminal.

Otros casos recientes implican a la organización suiza de eutanasia Dignitas. Un reportaje en el Times de Londres del 10 de enero contaba la situación de un alemán, Ernst-Karl Aschmoneit, que sufría de mal de Parkinson.

Aschmoneit decidió que no quería seguir viviendo y fue a la clínica de Dignitas en Zurich para morir. El reportaje observaba que podía caminar por sí mismo y no mostraba ninguna de las sacudidas incontrolables, que normalmente afligen a quienes sufren el mal de Parkinson. Su mente estaba tan afilada como «una cuchilla de afeitar», según el reportero, que concluía que «ésta va a ser una muerte muy prematura».

El Times explicaba que Dignitas, fundada en 1998, ha ayudado a 145 personas a morir, generalmente por medio de la ingesta de una dosis letal de pentobarbital-natrium, un barbitúrico que los deja inconscientes en menos de cinco minutos y los mata poco después.

Dignitas dio el visto bueno a una hermana y a su hermano, que sufrían de esquizofrenia, para hacer un pacto de suicidio doble. Él tenía 31 años y ella 29. Ambos físicamente sanos.

Nitschke vuelve a las andadas
El conocido Dr. Philip Nitschke de Australia también ha sido acusado de ayudar a morir a personas que no estaban en fase terminal. Uno de los casos implicaba a Lisette Nigot, una anciana de 79 años que ni estaba enferma ni tenía dolor alguno. Simplemente no quería vivir más, según el Sydney Morning Herald del 26 de noviembre.

Nigot se suicidó en noviembre con una sobredosis fatal de medicamentos, dejando una nota que describía al paladín de la eutanasia, Nitschke, como su inspiración. Se cree que Nigot apareció en uno de los vídeos de Nitschke sobre cómo suicidarse.

Su muerte tuvo lugar dos semanas después de la muerte de una pareja sana de 80 años. Cada uno de ellos afirmaba que no podría hacer frente a la perspectiva de sobrevivir al otro. Tras asistir a tres talleres con el Dr. Nitschke, Syd y Marjorie Croft tomaron una sobredosis de medicamentos en su aldea de retiro en Bundaberg, en el sureste de Queensland.

Otro caso tenía que ver con una mujer identificada como Ruth, que tomó una dosis letal de medicamentos en su casa en compañía de sus amigos, informó el 16 de diciembre el Sydney Morning Herald. La mujer, a sus ochenta años, no estaba enferma terminal y, según su propio testimonio, no sufría de depresión. Había consultado previamente a Nitschke.

«Todo lo que hago es hacer frente a la realidad», declaraba la mujer. «No tengo nada que hacer con estas diagnosis triviales que los así llamados expertos me presentan. Lo único que sucede es que esta máquina [se refería a ella misma] se desgasta».

El 20 de diciembre, el Morning Herald publicó un artículo de un reportero que fue a uno de los talleres de Nitschke, donde la gente aprendía cómo suicidarse. El reportero observó que Nitschke admitía que estaba «íntimamente asociado» con cerca de 20 muertes.

La mayoría de la gente que acude a los talleres no está enferma –y algunos son sorprendentemente jóvenes, observaba el artículo. Nitschke admite que muchos simplemente están deprimidos.

Los asistentes a los talleres reciben un manual que incluye información sobre dosis de medicamentos letales e información sobre la así llamada «Bolsa de Escape» (una bolsa que se coloca en la cabeza y que provoca la muerte por asfixia), distribuida por Nitschke. Cerca de 1.200 personas han asistido a sus talleres.

El siguiente paso de Nitschke es la comercialización de una máquina de suicidio que provea de monóxido de carbono a través de una mascarilla. Según el diario Australian del 3 de diciembre, Nitschke declaró que les resultaría difícil a los gobiernos parar la distribución de la máquina, puesto que abiertamente se vendería para otras aplicaciones

«La venderemos a través de Exit Australia como una máscara de oxígeno», afirmaba. «Diremos: ‘No ponga estos productos químicos en ella porque morirá’».

Sin embargo, sus planes sufrieron un revés, cuando la policía confiscó su máquina de la muerte, justo antes de que saliera del aeropuerto de Sydney para una conferencia en los Estados Unidos. Las autoridades actuaron según reglamentaciones recientemente introducidas, que prohíben la exportación de materiales relacionados con el suicidio. Según un reportaje de Associated Press del 12 de enero, Nitschke declaró su intención de construir una nueva máquina tras la pérdida de su prototipo.

El poder del amor
Comentando un caso que tenía que ver con un británico que fue a Suiza para morir con la ayuda de Dignitas, una escritora en el Observer del 10 de noviembre ponía de relieve los peligros de dejar que la gente que sufre dolor ponga fin a sus vidas.

La escritora Alison Davis tiene espina bífida, enfisema y osteoporosis. Confinada a una silla de ruedas y con fuertes dolores diarios, intentó suicidarse hace 17 años. En aquel momento, un doctor estimó que le quedaban seis meses de vida. Y una ley que permitiera la eutanasia en casos de sufrimiento insoportable le habría permitido llevarla a cabo consigo misma.

Lo que cambió su vida fue un viaje a la India, donde visitó a niños discapacitados. Como resultado de su visita, fundó una organización de caridad para ayudar a los niños discapacitados, que
funciona actualmente. Los niños, explicaba, también tienen situaciones incurables, y muchos sufren gran dolor. Pero, observaba: «Pueden dar y recibir un amor tremendo, que ha transformado mi vida».

Dar amor a quienes intentan poner fin a sus vidas, y no una sobredosis, podría ser una manera verdaderamente digna de afrontar el problema.

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ZENIT Staff

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