La confianza que tantas personas depositaron en AIN permitió «secar las lágrimas de muchos hermanos en la fe de Cristo Jesús, que por querer seguir siendo fieles discípulos Suyos, han sido torturados, encarcelados y, en muchos casos, muertos», escribió el «padre Tocino» –como era cariñosamente conocido–.
Fallecido el viernes pasado a los 90 años de edad, el sacerdote premonstratense holandés dedicó los últimos 56 años de su vida a la obra de Derecho Pontificio que fundó para sostener a la Iglesia allí donde tuviera dificultades en su misión a causa de la falta de libertad religiosa o de medios económicos.
Tras la caída del Telón de Acero y por expreso deseo del Papa Juan Pablo II, «Ayuda a la Iglesia Necesitada» empezó a establecer contacto con la Iglesia ortodoxa rusa para ayudar también a esta Iglesia gravemente afectada por el comunismo.
«Ayuda a la Iglesia Necesitada» es una asociación dependiente de la Santa Sede que hoy cuenta con filiales en dieciséis países. En la sede internacional, ubicada en Königstein (Alemania), se tramitan anualmente una media de diez mil proyectos presentados por sacerdotes, religiosos y obispos de más de 130 países del mundo.
En un comunicado, la sede central de «Ayuda a la Iglesia Necesitada» confirmó que en el futuro «seguirá manteniendo fielmente el compromiso del carisma original de su fundador, y continuará apoyando a los cristianos amenazados por la opresión, la persecución y la necesidad en todo el mundo».
Por su interés, reproducimos a continuación el texto íntegro del «testamento espiritual» del padre Werenfried van Straaten a los benefactores de la Iglesia Necesitada en el Mundo.
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ÚLTIMO DESEO…
Cuando leáis estas palabras ya no estaré entre vosotros. Espero humildemente gozar de la presencia eterna del Señor.
Gracias, gracias por vuestro cariño, fidelidad, valiosísimas oraciones y por la confianza que habéis depositado en este humilde fraile y en «Ayuda a la Iglesia Necesitada».
Gracias a esta confianza hemos podido secar las lágrimas de muchos hermanos en la fe de Cristo Jesús, que por querer seguir siendo fieles discípulos Suyos, han sido torturados, encarcelados y, en muchos casos, muertos.
Os pido que sigáis ayudando con amor generoso a esta Obra nuestra, querida y apoyada por los Papas y, de verdad, tan necesaria.
Cuando llegue a la Casa del Padre, junto con Su amor misericordioso y con el de nuestra muy querida Madre, seguiré pidiendo por vosotros.
No olvidéis la labor que hemos estado haciendo hasta ahora. ¡Continuad sin desfallecimiento! Acordaos de manera especial de nuestros sacerdotes, muchos de los cuales viven su ministerio con gran dificultad. Por ello os pido una vez más vuestra inestimable colaboración: el ofrecimiento de Misas por vuestras intenciones se convertirá en una gran ayuda para los sacerdotes de la Iglesia necesitada de todo el mundo. Es el mejor regalo que podéis hacer por mí.
Vuestro agradecido,
Werenfried van Straaten