MADRID, 5 febrero 2003 (ZENIT.org).- El canal católico EWTN ofreció la semana pasada en exclusiva la primera entrevista en televisión concedida por Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, al programa «Nuestra fe en vivo», que presenta Pepe Alonso.
Ofrecemos el texto íntegro de la entrevista que también es accesible (audio y video) a través de Internet http://www.ewtn.com/spanish/index.htm.
–EWTN: Kiko Argüello, muchísimas gracias por tu gentileza de acceder a esta entrevista; yo sé que no eres un hombre de entrevistas ni te gusta estar ante cámaras, ni menos hablar de ti, pero me han dicho que gracias a madre Angélica nos has concedido poder compartir estos minutos con todo nuestro auditorio. Así que muchísimas gracias en el nombre del Señor, de la Madre Angélica y de toda la gente de habla hispana que está en este momento con nosotros.
Bienvenido Kiko.
–Kiko Argüello: Gracias
–EWTN: Vamos a ir al mero principio. Tú eres español, nacido en…
–Kiko Argüello: León
–EWTN: Llegando a los Picos de Europa, donde empiezan por allá las Cordilleras. ¿Cómo es que llegaste a Madrid?
–Kiko Argüello: Mi familia se trasladó cuando yo tenía dos años; mi padre era abogado y se trasladó a Madrid.
–EWTN: O sea que eres prácticamente madrileño. ¿Cuál es tu formación profesional?
–Kiko Argüello: Yo soy pintor de profesión, estudié el Bachillerato primero y después entré en la universidad, en Bellas Artes. Terminé y después hice muchas exposiciones; hice mi carrera de pintor profesional.
–EWTN: O sea que hay cuadros por ahí pintados por ti en calidad de pintor.
–Kiko Argüello: Me dieron un premio extraordinario nacional en España.
–EWTN: Yo no soy un gran experto en pintura, pero dentro de la pintura ¿cuál es tu proyección?
–Kiko Argüello: Yo hacía una pintura moderna entonces, después llegó un momento en que abandoné todo para irme a vivir entre los pobres.
–EWTN: A ver, a ver…vamos a empezar a digerir; un pintor que tiene su fama, que tiene ya su clientela, y de repente decide abandonar todo e irse con los pobres. ¿Por qué?
–Kiko Argüello: Es una historia muy importante. Ya cuando entré en la universidad
de Bellas Artes tuve una experiencia, una crisis podemos decir existencial. Me di cuenta que la fe que me habían dado mis padres –mis padres son católicos– no me era suficiente; como todo joven, tenía muchas preguntas: ¿cómo es posible que vivimos en un mundo lleno de injusticias, cuando tenemos dentro un deseo de justicia? esto me llevó a buscar otros caminos. Abandoné completamente la práctica de la Iglesia. El ambiente que había entonces en Bellas Artes era todo de «izquierdas», de tipo ateo marxista; pero nunca fui comunista porque yo les decía a mis amigos que eran comunistas: «no entiendo cómo vosotros podéis pensar en un paraíso comunista donde ya no haya injusticias, cuando no dais una respuesta a la historia, a un hombre que a lo mejor en un barco, un negro que ha sido cogido en África, ha muerto en una injusticia…» y esto me hacía pensar que no era cierto.
–EWTN: Algo que mencionaste tú me impactó: al entrar tú en esta crisis, en este cuestionamiento, dejas la Iglesia, no optas como que ahí pudiera haber una posible respuesta, sino que borrón y a buscar…
–Kiko Argüello: Sí porque de alguna forma yo no encontraba… tenía una formación muy débil: la formación de la Primera Comunión, después en el Colegio una asignatura que se llamaba Religión, pero no era suficiente para toda la problemática que yo tenía de tipo filosófico-existencial: ¿Quién soy yo, quién me ha creado, por qué vivimos? No encontraba suficiente respuesta. En el fondo, porque veía que los cristianos no respondían suficientemente a la problemática que yo tenía en aquél momento.
–EWTN: Más o menos te pasaba a ti lo que a Gandhi cuando le preguntaron respecto al catolicismo, y dijo: «me encanta como religión, pero los católicos no me convencen».
–Kiko Argüello: Entonces me sucedió que yo tenía un grupo de teatro en Bellas Artes y a través del teatro conocí un poco la filosofía de Sartre («La puerta cerrada», «Las moscas», etc..) y en el fondo Sartre daba una respuesta: que el mundo es absurdo, todo es absurdo; o sea que nosotros tenemos un sentimiento de justicia pero vivimos en un mundo de injusticia porque todo es absurdo. Intenté vivir esta realidad de una forma consciente, digamos así: «existencialmente Dios no existe, si Dios no existe, tengo que aceptar que una vez yo no existía, que ahora existo y que mañana no existiré, sin necesidad de inventarme ningún cielo ni ninguna cosa superior». Intenté vivir con esta mente la realidad de ateísmo; de alguna forma el cielo se me cerró completamente e intenté vivir dedicándome al arte. Me dieron un premio extraordinario nacional y salí en la televisión, salí en los medios; y me quedé sorprendido de ver que aquello no me daba absolutamente nada. En el fondo yo me preguntaba: «pero la gente ¿cómo logra vivir si yo no logro vivir?». De alguna manera el mundo se me había hecho cenizas. ¿Por qué vives? ¿Quién te ha creado? ¿Estamos solos en el universo? Y en esta disyuntiva, en esta crisis existencial muy fuerte, tuve una ayuda de alguna forma. Hay un filósofo que se llama Bergson que dice que la intuición es un medio de conocimiento superior a la razón. De alguna manera esto fue para mí una pequeña luz. Digo: «supongamos que Bergson tiene razón y que la intuición es una forma, más profunda que la propia razón, de llegar a la verdad». Y, sorprendido, descubrí que en el fondo mi intuición de artista no aceptaba el absurdo de la existencia; me daba cuenta que en la belleza de un árbol, en la belleza de las cosas, hay algo ahí que no podía ser absurdo. Entonces, si el absurdo no es la verdad, si hay una razón de ser –fue el paso siguiente– entonces alguien nos ha creado.
Entonces llamé a este Alguien, le llamé: «si existes, si hay un Dios que me ha creado, háblame, dime quién soy, qué tengo que hacer en la vida». Y llamando a Dios tuve un encuentro con Dios muy profundo, en el fondo de mi ser. Me acuerdo que noté algo que me sucedía dentro; me acuerdo que lloraba y lloraba, me manaban lágrimas sin parar, yo me sorprendía: ¿por qué lloro? Me di cuenta que es como una persona que la han condenado a muerte, que le van a matar y, cuando le van a matar de pronto le dicen: «¡Estás libre!». Porque en aquel momento yo había nacido de nuevo, porque Dios existía, algo me decía dentro que Dios me amaba. Y lo más sorprendente… porque, en el fondo, en mi crisis yo sabia que llegaría a matarme, vivía de una manera vegetativa, me levantaba y decía: «vivir ¿para qué? para pintar. Y pintar ¿para qué? para ganar dinero. Y ganar dinero ¿para qué, si nada me satisface?». Sabía que tarde o temprano me pegaría un tiro, me mataría. En esta kenosis, en este descendimiento, en este proceso, tuve este encuentro. Y en este encuentro descubrí con sorpresa que algo dentro de mí me decía que Dios existía. Pero no era una cosa racional. Después, leyendo a San Pablo, dice que «el Espíritu de Cristo da testimonio a nuestro espíritu…». O sea que el Espíritu de Cristo me daba testimonio dentro, no solamente de que Dios me amaba sino de que yo era hijo de Dios. Y con gran sorpresa, cuando tuve este encuentro profundo con el Señor –porque yo estaba dispuesto a hacerme budista, o protestante– descubrí que este Dios que aparecía en mi corazón, en mi alma más profunda, era Jesucristo, el Jesucristo de la Iglesia católica. Entonces me fui a un sacerdote y le dije que yo quería ser cr
istiano. Y me dice: «¿es que no está usted. bautizado?».
Le dije: «sí, sí, estoy bautizado».
«Entonces qué quiere usted, ¿confesarse?…».
Yo me daba cuenta que necesitaba una formación cristiana más profunda. Entonces me invitó a hacer un Cursillo de Cristiandad. Hice un Cursillo y los Cursillos de Cristiandad me ayudaron, vi allí un testimonio de laicos, me quitaron muchos prejuicios que yo había adquirido contra la Iglesia en todo el tiempo de la universidad con todo el ambiente que hay de «izquierdas». Después me hicieron profesor de Cursillos y empecé a dar Cursillos de Cristiandad, me formé como catequista. Al mismo tiempo formé un grupo de artistas, que se llamó «Gremio 62», para renovar el arte sacro, con escultores, arquitectos; intentamos hacer una renovación del arte sacro. Me dieron una beca de la Fundación March para ver los puntos de contacto entre el arte protestante y el arte católico, mirando al Concilio y con un teólogo dominico, con un arquitecto, hicimos un giro por todo Europa.
Conocí entonces toda la renovación litúrgica que estaba en marcha: estuve en París, estuve estudiando a Le Corbusier, estuve en Finlandia. En este viaje tuve un encuentro muy importante, y es que antes del viaje nos fuimos al desierto de los Monegros, porque el Dominico conocía a los hermanitos de Foucauld y allí estaba el P. Boyaume (fundador de los Hermanitos de Foucauld)
–EWTN: Ubícanos un poco geográficamente. ¿Dónde se encuentra el desierto de los Monegros?
–Kiko Argüello: Está cerca de Zaragoza, en España. Allí hay unas grutas. El P. Boyaume es el fundador de los Hermanitos de Foucauld. Charles de Foucauld está en proceso de beatificación; ahí conocí la historia de este monje que se fue a vivir a Tamanrasset y que quiso vivir el tiempo de la vida oculta de Jesucristo en la Familia de Nazaret, en silencio. Y me quedé enormemente impresionado de este tiempo. Cuando volví de este viaje, me tocó irme a la mili; estuve en África haciendo el Servicio Militar, que también fue una experiencia importante. Una vez tuve un encuentro muy importante y es que, antes de irme a África, cuando volví de este viaje, fui a mi casa un día a pasar la Navidad con mis padres, y a la mujer de servicio, la cocinera, el día de Navidad me la encontré en la cocina llorando. La pregunté: «¿qué le pasa?». Y me contó que habían metido a su marido en la cárcel porque era un borracho, que pegaba a su hijo y su hijo le había querido matar… Total, de pronto me contó una tragedia y me quedé tremendamente impresionado. Me dijo si la podía ayudar. Me quedé tan impresionado que decidí al otro día, el día después de Navidad, ir a verla. Vivía en una barraca miserable, en las afueras de Madrid, vi a su marido que había salido de la cárcel, estaba casi siempre borracho, tenía 9 hijos; de pronto me encontré con un espectáculo de miseria espantoso. Y decidí ayudarla. Llevé a su marido a Cursillos y su marido durante un tiempo dejó de beber, pero después volvió a beber. Cada vez que su marido se volvía a emborrachar y en su casa había una tragedia, me llamaba esta señora porque a mí era al único que escuchaba su marido y se calmaba. Total, que al final me di cuenta: «¿y si a mi Dios me está llamando para que me vaya a vivir con esta familia para que este hombre no se emborrache más?». Y me fui a vivir con ellos. Me pusieron un catre en la cocina –me acuerdo que tenían allí unos gatos– y en aquél ambiente de miseria tuve un encuentro mucho más importante, una segunda etapa: descubrí el sufrimiento de los inocentes. Allí había gente terrible: una mujer enferma de parkinson que pedía limosna, a quien el marido había abandonado; otra señora estaba tirada por allí… Yo había conocido el existencialismo francés –hay un libro de Camus que se llama «La Peste»– que presenta el problema del sufrimiento de los inocentes. El Espíritu Santo me dijo que en aquellas personas que sufrían había una presencia de Cristo crucificado. Cuando me tocó más tarde marcharme a África para hacer el Servicio Militar, ya en África el Señor me estaba rondando. Yo pensaba: «si Cristo volviera otra vez –que volverá en su segunda venida– me gustaría que me encontrase a los pies de los pobres que están crucificados por el sufrimiento». Y con esta idea que me iba rondando…
O sea, el Señor me estaba llamando. Tenía montado el grupo de arte sacro, era profesor de Cursillos, tenía un estudio, tenía un montón de cosas… Ya el Señor me estaba persiguiendo. Al final lo dejé todo y decidí marcharme a vivir entre los más pobres. Conocí a una asistenta social que me habló de un barrio, de Palomeras Altas, donde había una chabola de tablas, un sitio de gitanos y de «quinquis». «Quinquis» se llaman en España a una especie de ambulantes que no son de raza gitana, que van por los pueblos arreglando cacerolas; se llaman «quinquilleros», de quincalla, y que han sido muy perseguidos por la policía porque roban, etc. Al final ya vi con claridad que Dios me estaba llamando a dejarlo todo y a marcharme allí a vivir. Tenía de fondo a Charles de Foucauld; me fui allí a vivir dispuesto a ponerme a los pies de los más pobres, como el que se pone a los pies de la Presencia real eucarística. Me acuerdo que había en la barraca una serie de perros, hacía un frío que pelaba y los perros me calentaban. Me fui con la Bíblia y con una guitarra. Dormía allí por tierra. Eso pensaba yo al irme allí; y allí tenía Dios otro plan mucho más impresionante.
–EWTN: Vamos a entrar en ese plan. Pero yo te quiero hacer dos tipos de preguntas. Cuando tú esa Navidad descubres la necesidad de esta familia y tomas después la decisión de marcharte a vivir con ellos para ayudarlos ¿cuál fue la reacción de tu familia? Te hago esta pregunta porque hay muchos padres que cuando un hijo o una hija trata de dar una respuesta a Dios, muchas veces se encuentran quizá con un obstáculo, con mucha negativa. ¿Cuál fue la reacción de tu familia?
–Kiko Argüello: Te lo puedes imaginar, no lo entendían. Mi padre pensaba que estaba loco. Mi padre había visto que me habían dado un premio de pintura, que había hecho exposiciones en Holanda, que hice una exposición de arte sacro en Francia, invitado por el Ministerio de Relaciones Culturales, que había ganado mucho dinero… De pronto vio que tiraba mi carrera por la ventana y me marchaba a vivir entre los gitanos; no lo entendieron. Pero no tuve más remedio que ser fiel al Señor.
–EWTN: Y ahora, después de estos años…
–Kiko Argüello: Mis padres han muerto.
–EWTN: Pero llegaron a ver el fruto de tu apostolado, o sea que están ahora en el cielo gozosos…
–Kiko Argüello: Sí, sí, mis padres entraron en el Camino Neocatecumenal.
–EWTN: Te interrumpí, nos habíamos quedado en tu siguiente etapa en tu vida de respuesta al Señor.
–Kiko Argüello: Allí en las barracas los gitanos me veían con la guitarra. Yo era un interrogante: «¿quién es éste?». Creían que era un protestante porque llevaba siempre la Biblia. Unos decían que había hecho una promesa a Dios de vivir allí entre los pobres, no se entendía. Y venían a hablar conmigo. Empezaron a preguntarme, querían saber quién era. Yo abría la Escritura, hablaba con ellos, venían a rezar conmigo, poco a poco allí se empezó a crear un ambiente. Pronto me di cuenta de que, en el fondo… eran todo gente que no sabían leer ni escribir, que vivían ambulantes, por los pueblos, con una cultura muy especial en este sentido. Y yo tenía una forma de hablar distinta, me di cuenta que la forma que yo tenía de predicar no servía. Pero ellos, curiosamente, me pedían que yo les hablara de Jesucristo. Después, allí conocí a Carmen Hernández, una misionera que el obispo de Oruro, en Bolivia, había conocido y quería que fueran unas misioneras a hacer una misión con los mineros de Oruro. Ell
a estaba buscando un grupo de laicos y me conoció a través de una hermana suya. Vino allí a las barracas y quedó impresionada. Pensando convencerme para que la acompañara a Oruro se buscó una barraca a un kilómetro donde había otro barrio de chabolas. Se fue a vivir allí con una amiga y comenzó a formar parte un poco de nuestro grupo. Yo tenía reuniones en mi barraca donde venían los gitanos que querían que yo les hablara de Jesucristo. Yo no sabía hablarles de Jesucristo. Ellos me preguntaban: «pero, ¿cómo han predicado los Apóstoles?». Los Apóstoles no podían predicar con conferencias y con cosas culturales, imagínate a un Pedro pescador, a un Juan… los pobres me han ayudado. Había un gitano que era jefe de una banda, de todo un clan de gitanos, que había estado en un correccional. Sabía leer y escribir. Y un día vino a hablar conmigo, me preguntó qué decía Dios en la Biblia sobre las peleas, porque tenía un combate con otra banda de gitanos. Entonces yo le leí el Sermón de la Montaña que dice: «Amad a vuestros enemigos. Si alguno te abofetea en la mejilla derecha preséntale la izquierda…» y se quedó enormemente impresionado de que hubiera algo así en la Biblia. Después le dejé «Las florecillas de San Francisco» a este gitano, y ya nos hicimos íntimos amigos; hoy está en el Camino, tiene trece hijos, han estado como familia en misión, fue el primer responsable de la primera comunidad que se formó entre los pobres. Pues éste, por ejemplo, me dice un día: «¡ven a hablar a mi familia, a mi clan!». Vivía en las cuevas con los gitanos. «Pero, si yo no sé predicar, hombre…..». Porque yo estaba en esa actitud de que ellos eran Jesucristo y yo era uno que iba allí a contemplar el sufrimiento de los pobres, no quería enseñarles a leer ni nada, me consideraba el último. Es como si tú tienes un cáncer y ese cáncer es para ti una cruz que a mí me hace venerarte porque estás marcado por la cruz de Jesucristo. Osea yo tenía una actitud de este tipo. Y él se empeñaba en que yo hablara con todo su clan. «¡Les he preparado a todos!», me dijo. Total, me llevó a su barraca que estaba a 300 metros más abajo de la mía, entró en una cueva. Me acuerdo, estaba totalmente oscuro porque no había luz eléctrica: de las velas que ponían allí estaba todo oscuro, además de que los gitanos son bastante morenos de tez, no se veía nada. Y me dice: «háblales de Jesucristo, lo que hablas conmigo ¡háblales!». Empecé a hablarles de Adán y Eva…, no sé qué empecé a decirles. Se levanta la madre de este gitano, que era la matrona, la jefa de todas, y me dice: «¿Usted lo ha visto? ¿Usted ha visto eso de que está hablando? Yo lo único que sé es que mi padre ha muerto y no ha vuelto más, ninguno ha venido del cementerio. Cuando usted vea a uno que vuelve del cementerio, que viene de la muerte, entonces yo le escucharé. ¿Usted ha visto a alguno que venga del cementerio? No ¿verdad? pues se acabó la reunión: mujeres, ¡vámonos!». Se levantaron todas las mujeres y se acabó la reunión. Pero esa mujer me dio una nota importantísima.
Buscando en los Hechos de los Apóstoles cómo predicaban los Apóstoles, hay un texto muy importante. Dice el gobernador Festo que tiene un prisionero que se llama Pablo (y él hablaba mucho con Festo) y cuando va a venir el rey Agripa le dice: me gustaría que le escucharas porque tengo que escribir al Emperador y no sé qué poner, porque éste habla de un muerto que él dice que vive. O sea que de toda la catequesis de San Pablo, la única cosa que ha entendido un pagano es que hablaba de un hombre que ha venido del cementerio. Exactamente lo que aquella gitana creería como testimonio. Entonces me di cuenta que el nudo central de la predicación apostólica era la Resurrección de Cristo, la victoria de Cristo sobre la muerte. Piensa que te estoy hablando de cuando estaba empezando el Concilio, era el 1964-1965, cuando todavía el misterio Pascual no era tan brillante, era más fuerte el sacrificio de Cristo en la cruz. Sin embargo, allí, esta mujer pedía algo en ese sentido muy importante. O sea, los pobres, este ambiente ha sido como un caldo de cultivo, como un laboratorio donde el Señor ha hecho gestar una síntesis kerigmático-catequética que hoy se está predicando en todo el mundo. Esta síntesis kerigmático-catequética la han fraguado los pobres.
–EWTN: Esa pregunta que una persona te hizo, hoy día está teniendo repercusión en el mundo entero a través del Camino Neocatecumenal.
–Kiko Argüello: Exacto. El Kerigma, el anuncio de la Resurrección de Jesucristo. Cristo ha vencido la muerte. La Epístola a los Hebreos dice que «por el temor que el hombre tiene a la muerte está sometido a la esclavitud del demonio durante toda su vida». O sea, una persona se casa, el matrimonio le va mal, la mujer le destruye, y por el temor que tiene a que la mujer le destruya se divorcia. Por el temor que el hombre tiene a la muerte, es esclavo del demonio. Entonces, Jesucristo ¿qué ha venido a hacer? Dice la Epístola a los Hebreos que Él ha tomado nuestra carne para poder quitar al demonio este poder que tiene sobre la muerte. ¿Y cómo le quita el poder que tiene sobre la muerte? Venciendo la muerte, resucitando de la muerte. Pero ¿a mí qué me importa que Cristo haya resucitado de la muerte? ¿Cómo su Resurrección me llega a mí, me libera a mí profundamente? Esa es la obra del Espíritu Santo. Porque nosotros decimos que el hombre en el fondo tiene una muerte óntica, el ser del hombre está muerte por el pecado original, porque el pecado original consiste en que el demonio a nuestros primeros padres les engañó diciéndoles que por qué tienen que obedecer a Dios, que ellos son dios. El árbol de la ciencia del Bien y del Mal es como un símbolo, es muy importante, es algo que todo hombre experimenta en la vida. El demonio, que existe realmente, a través de pensamientos nos sugiere, nos dice en el fondo que la prueba de que Dios no es amor, de que Dios no nos ama es que nos limita: «¿ves? te prohíbe comer de este árbol, porque es celoso, te castra». Entonces, si tú comes, si tú transgredes, si por ejemplo a lo mejor te gusta la mujer de un amigo, ahí te encuentras frente al árbol del Bien y del Mal. El demonio te dice: «pero, ¿por qué no pecas con ella? La quieres, te gusta, os gustáis…». Pero sabes que te ha dicho el Señor: «No adulterarás». El demonio te dice: «¿ves? Dios te está castrando. Come, adultera y serás libre ¡serás dios!». Esto de ser dios es como un engaño profundo. El Señor dijo: «No comas porque morirás». Comió, y murió. ¿Qué muerte es la que el hombre recibe cuando mata a Dios en su vida? La muerte de su ser más profundo, porque yo soy persona porque Alguien me ha creado. La raíz griega de la palabra persona significa personaje –el personaje de una obra de teatro–: te dan un papel, un rol. Tú haces de príncipe, el otro hace de princesa, el otro de soldado, otro hace de caballero. O sea, el ser persona quiere decir que te han dado una misión, que alguien te ha creado, que existes para Alguien. ¿Y si de pronto Dios no existe? Entonces, la raíz de mi ser persona queda truncada, queda rota; mi ser más profundo ónticamente queda muerto, experimento la muerte de mi ser, algo que un filósofo danés, Kierkegaard llama: la muerte óntica, que es muy real. «Por el miedo que tenemos a la muerte estamos sometidos a la esclavitud del demonio». ¿A qué muerte se refiere la Escritura? No a la muerte física, hay mucha gente que se suicida: se refiere a la muerte del ser. El hombre está muerto en su ser: ¿quién soy yo? Yo no existo para nadie. El hombre en su ser está muerto, quiere ser ahora, quiere ser para la mujer, quiere ser para los amigos. Pero para ser, para que te quieran, necesitas ser guapo, ser joven, ser bello, tener dinero, tienes que triunfar, y luego encima te das cuenta de que no te quiere nadie. El hombre está muerto dentro, tiene que ser curado dentro. Y ¿cómo el cristianismo cura al hombre dentro, pro
fundamente? A través de la predicación. Dice San Pablo que Dios ha querido salvar al hombre a través de la necedad de la predicación. Porque lo que anuncia el cristianismo es una noticia. Pero no es una noticia cultural, es ¡un hecho! Nosotros ponemos un ejemplo: es como si mañana se te ha muerto un tío en Brasil y te ha dejado en testamento 50 millones de dólares, o mil millones de dólares, una cifra enorme, y el Banco está buscando a este hombre multimillonario y mandan a dos personas a buscarlo a Madrid. Imagínate que llegan dos personas y te dan la noticia, una noticia con la boca: te han dejado en testamento mil millones de dólares. La fe viene por la predicación de una noticia. Tú te lo crees o no te lo crees; a lo mejor no te lo crees. Si te la crees dirás: «¿qué tengo que hacer?». Y te dirán: «vaya usted al Banco y recibirá usted todos estos millones». Bueno, pues lo que ha hecho Jesucristo por nosotros es que nos ha dejado un testamento, algo que vale mucho más que mil millones de dólares: ¡la Vida eterna! Hemos hablado de muerte óntica, muerte del ser, y hablamos de Vida eterna. Entonces, Cristo ha muerto por ti y por mí y ha resucitado por ti y por mí para tener Vida inmortal. Y esa Vida inmortal ¿cuándo llega a ti? Yo te anuncio a ti una Noticia, llego a ti como esos dos enviados y te digo: «¿Sabes? Dios se ha dado cuenta de que estás hecho polvo, te has divorciado tres veces, estás sufriendo tantísimo, estuviste un tiempo alcoholizado porque tuviste unas crisis enormes todo producto de tus conflictos internos… Bueno, pues te voy a decir una noticia: «Cristo te ha dejado en testamento Vida eterna. Tú no morirás nunca. Cristo ha resucitado para ti y te va a dar la Vida eterna ahora. ¿Lo crees? Imagínate que tú lo crees y me dices, como le decían a San Pedro: «¿y qué tengo que hacer?» (lo mismo que el del Banco). Y dice San Pedro: «Haceos bautizar y recibiréis el Espíritu Santo».
Entonces, ¿cómo llega a ti esa Vida eterna? Si tú crees que Cristo ha muerto por tus pecados –porque tiene que purificarte primero de todos tus pecados, porque si no el Espíritu Santo no puede venir dentro de ti–, si le das tus pecados a Cristo que sufre el castigo que tú habías de tener, recibes gratis el perdón de tus pecados. Y mediante el Bautismo, el Espíritu Santo. ¿Y qué es el Espíritu Santo? Lo que decía antes en mi testimonio: el Espíritu de Cristo entrando dentro de ti, te da testimonio de que Dios te ama, de que no morirás, estás habitado por el Espíritu Santo, inhabitado por la Santísima Trinidad. No estás nunca más solo. Tú fíjate qué cosa impresionante. Dice San Pablo que Cristo ha muerto por todos los hombres, por todos, para que los hombres no vivan más para sí mismos, sino para Aquél que murió y resucitó por ellos. O sea que en el fondo, la antropología de San Pablo –«antropós», el concepto del hombre–, para San Pablo el hombre está condenado a ofrecerse a sí mismo todas las realidades, es decir que el hombre todo lo vive en función de su felicidad, está condenado al egoísmo –y esto para San Pablo es una condena– porque no se puede dar a los demás. Porque el pecado (no somos protestantes) no ha destruido nuestra naturaleza, sabemos que la verdad es darnos a los otros, amar, pero no podemos amar, se nos impone el egoísmo por el pecado original, por la muerte óntica.
Entonces, solamente Cristo nos salva, regenerándonos interiormente; dándonos de su Espíritu nos hace hijos de Dios en el Bautismo, nos hace santos, amigos de Dios. Tenemos la Vida inmortal, tenemos dentro Vida eterna. Y ¿qué es tener dentro Vida eterna? La capacidad de amar al otro más allá de la muerte. ¿Tú estás casado? Tu mujer tantas veces puede ser tu enemigo por problemas que tienes. El Espíritu Santo te permite amarla más allá de la muerte, aunque sea tu enemigo. Por eso el matrimonio cristiano es indisoluble: amas más allá de la muerte, aunque sea tu enemigo. Esto es el cristianismo, una cosa impresionante. Por eso yo he tenido que dejar la pintura («todo lo considero basura –decía San Pablo– con tal de ganar a Cristo») porque «¡ay de mí! si no evangelizase». ¡Cómo no predicar el Evangelio! Entonces esta síntesis –y retorno a aquello de las barracas– el Señor nos ha hecho encontrar este Kerigma, esta síntesis, esta Noticia, este Anuncio que lo crearon entre los pobres. Y con gran sorpresa, estos pobres que no tenían en las manos más que pecados –uno había estado en la cárcel, el otro no sé qué cosa…..– no se defendieron frente al anuncio de Jesucristo, no pusieron barreras; lo creyeron y se dio el Espíritu Santo: entre los pobres, entre aquellos miserables apareció una comunidad cristiana, nos quedamos sorprendidísimos. Imagínate que entre gitanos y payos es dificilísimo que se sientan hermanos. El Espíritu Santo hizo aparece una koinonía –que llamaban los griegos–, una comunión de amor. Apareció la comunidad cristiana. O sea que allí en las barracas apareció un trípode que es en el que se basa todo el Camino Neocatecumenal: la Palabra de Dios-el Kerigma-el Anuncio cristiana; la liturgia, porque la Palabra lleva al hombre a dar gracias al Señor. Hacíamos allí unas Eucaristías que se te ponían los pelos de punta. Los pobres levantaban sus manos dando gracias a Dios, era algo impresionante… y comunidad. Palabra, Liturgia y Comunidad. El Talmud de los hebreos dice que el mundo se sostiene por tres cosas: por la Tohrá, por el culto y por la caridad. Esta pequeña comunidad la conoció monseñor Morcillo, el arzobispo de Madrid, porque la policía en la época de Franco quería tirar las barracas. Yo le conocía de Cursillos, le llamé y el milagro es que vino a defendernos. Tiraron la barraca de la zona de Carmen, y cuando vio nuestra comunidad, que estuvimos rezando con él, vio mi barraca, vio donde yo dormía, vio a los gitanos y se puso a llorar el Arzobispo. Me
dijo: «Kiko, yo no soy cristiano; desde hoy mi palacio estará abierto para ti». Y siempre ha cumplido su palabra, nos permitió celebrar la Eucaristía en el barracón de la parroquia cercana; total, nos ha defendido siempre. Y nos dijo que fuéramos a las parroquias. Nos dijo: «pero no empecéis si el párroco no está al centro, para que no hagáis una Iglesia paralela. Y no tengas miedo que no te ayudaré». Y ahí empezamos nuestra andadura: problemas, persecuciones, los curas que no nos aceptaban, que predicábamos herejías… pues siempre nos defendió el obispo. Me dijo: tú, Kiko, tranquilo, yo soy el escudo de la fe, no tengas miedo. Después, cuando nos llamaron a Roma, me dio una carta para el cardenal Florite (porque él había sido Secretario General del Concilio juntamente con el cardenal Florite) y me dio una carta para el cardenal Dell’Acqua que era entonces el vicario episcopal en Roma. Empezamos en cuatro parroquias y poco a poco empezó el Camino a extenderse con grandes milagros.
Yo estoy sorprendido de lo que Dios está haciendo en el mundo. Nosotros estamos en el mundo abriendo en las parroquias un camino de gestación a la fe, de descubrimiento de esta Vida nueva, de este hombre nuevo. El hombre que se encuentra con Jesucristo su vida se transforma, tiene dentro Vida eterna, la Vida inmortal, no nos morimos. Entonces, la vejez adquiere todo un carácter distinto, nos acerca a Jesucristo. La enfermedad: estamos con Cristo supliendo lo que falta a su Pasión, como en un altar. Con Él todo tiene un sentido diferente, todo está iluminado. Si el mundo supiera lo que significa Cristo, el amor de Dios mostrado en
Cristo a toda la Humanidad!
–EWTN: Kiko, aquí se cumple esa promesa del Señor: «Yo he venido para que tengan Vida, y Vida en abundancia». Esa es la Vida en abundancia que empieza ya desde este vivir, no solamente el día en que lleguemos a la patria celestial sino este vivir acá. Yo te tengo un par de preguntas, porque contigo ha sido una de las entrevistas más fáciles que he tenido; no he tenido que preguntarte, tú solo has ido contestando a las preguntas q
ue pensaba hacerte, así que te agradezco y le agradezco al Espíritu Santo que te ha dado la humildad de compartir tu vida personal y este caminar tuyo en la fe, y lo que Dios ha levantado a través de esto. ¿Qué pasó con aquella matrona, la gitana aquella que se levantó ¿logró abrirse al Señor?
–Kiko Argüello: No lo sé; su hijo es el que está en el Camino, tiene trece hijos; ella se fue a Valencia, no sé qué habrá sido de su vida. Su hijo está en el Camino y fue el primer responsable de aquella comunidad en las barracas. Estuvo como «familia en misión» en los pueblos jóvenes,
en Lima, en Perú, algo fantástico.
Lo importante es que muchos de las barracas se convirtieron a Jesucristo, su conversión fue verdaderamente impresionante. En aquella comunidad se tocaba al Espíritu Santo, se quedaba uno impresionadísimo. Por ejemplo… te cuento otra anécdota de un gitano. Nosotros celebrábamos la Eucaristía con toda la renovación litúrgica: con el pan ácimo en forma de pan, comulgábamos con las dos especies –monseñor Morcillo nos había dejado– y no permitíamos que comulgaran los que todavía no habían asistido a un proceso de catequesis, porque allí había de todo. Había un gitano que venía con su mujer y se quedaban de pie, nos veían a todos allí sentados en la mesa, y cuando nos dábamos el signo de la paz le fui a dar la paz a este gitano que me dice: «yo no resisto más ¡la próxima vez me siento allí, me siento con vosotros!». Al día siguiente viene con su mujer y me dice: «¡toma!». Y me da todo lo que había robado: había entendido que para sentarse en la mesa había que no robar más. Fue a confesarse –hacía años que no se confesaba– y se sentó feliz de poder comulgar el Cuerpo del Señor.
Eran gente espontánea, viva, se mataban entre las familias (lo que son hoy los barrios de Caracas, México, etc., son zonas de violencia). Otro día recuerdo que este gitano me trae un grupo de gitanos. Hacía mucho calor y nos sentábamos fuera, en el campo, en círculo como los indios. Me dice: «¡háblales de Jesucristo!». «Qué manía tienes de que les hable de Jesucristo, si yo no he venido aquí….. No sabiendo qué decir, de repente a un gitano que había allí con la tez oscura y tal, le digo: «¿tú crees en Dios?». Me dice: «sí». «¿Por qué crees en Él? ¿Le has visto? ¿Cómo es, alto, fuerte, con la barba azul…?». No me respondía nada. «¿Quién te lo ha dicho: tu padre, en el colegio?». No sabía leer ni escribir) Va y me cuenta un acontecimiento: «yo creo en Dios porque una vez iba con mi carro, con mi mujer y cinco hijos, llegamos a un lugar y nos paramos para comer debajo de una encina; habíamos dejado al niño pequeño en el carro. De pronto viene una tormenta enorme y empieza a haber relámpagos, y de pronto un rayo cayó sobre el carro donde estaba mi hijo pequeño, me puse de rodillas y dije –en lugar de salir corriendo a salvar al hijo, se puso de rodillas–: «Señor, ¡salva a mi hijo!». Salí corriendo, el carro estaba incendiado, el niño estaba allí vivo, un milagro. ¡Dios existe! ya pueden decir los curas que Dios no existe, que Dios existe». Ahí este hombre me dio una clave. Porque todo este libro –la Escritura– está lleno de acontecimientos donde Dios interviene. Y ésta es una catequesis que hacemos en la parroquia. Si tú vienes a las catequesis del Camino Neocatecumenal, el catequista te pregunta: «¿tú crees en Dios? ¿Por qué crees en Dios? ¿Tienes un acontecimiento donde has visto que Dios existe porque te ayudó?». Y mucha gente no lo tiene, tienen unas ideas teóricas de Dios, tienen una fe debilísima, no saben que Dios incide, actúa y salva a los hombres. Es otra anécdota de cómo se han fraguado estas catequesis que hoy se están extendiendo en todas las parroquias por todo el mundo y que el Papa ha aprobado con los Estatutos.
–EWTN: Esa iba a ser mi otra pregunta. Ahora voy a otra anterior: en este momento, Kiko, nos están viendo y escuchando millones de personas. Una persona que nos está viendo en Perú, aquí mismo en España o en cualquier parte de América o de Europa, y se ha interesado muchísimo por esto que has compartido, esta visión, este empezar a buscar a Cristo. ¿Qué puede hacer en su ciudad, cómo puede encontrarse con el Camino Neocatecumenal alguien que no sabe nada del Camino?
–Kiko Argüello: Lo más importante de todo es –yo pienso que la Virgen, que ha inspirado este Camino–, en el fondo la gracia más grande es dar al hombre la posibilidad de vivir su fe en una comunidad. ¡Eso es una cosa tan inmensa! Hemos vivido en una situación de cristiandad, la Misa del Domingo, la gente recibe los Sacramentos pero no tienen una comunidad concreta, una comunidad de 50, de 40 hermanos que se quieran. Jesucristo ha dicho: «Amaos como Yo os he amado. En este amor…». Entonces ¿qué es lo que hace el Camino en una parroquia? Hoy a nuestro lado hay mucha gente secularizada, es decir, que la vida moderna le ha hecho perder el sentido de lo sacro, de lo sagrado, las cosas religiosas no le dicen nada, entran en las iglesias como los japoneses haciendo fotografías; ni el cura le dice nada. La pastoral que se hace normalmente en una
parroquia: las Misas, las catequesis, etc. es para gente religiosa, pero no sirven para un hombre moderno, secularizado, medio ateo, socialista, etc. Esos signos religiosos no sirven, haría falta un signo. Y yo me pregunto: «¿hay un signo que llame a la fe a un hombre moderno secularizado?». Dice Jesucristo: «Amaos como Yo os he amado, y en este amor ese hombre ateo conocerá que sois mis discípulos. Y si vuestro amor es tan fuerte que sois perfectamente uno, ese hombre creerá». En todas las parroquias de América el párroco tiene el deber de evangelizar a los secularizados. ¿Cómo? Formando en las parroquias una comunidad cristiana que dé ese signo: «como Yo os he amado». Cristo nos ha amado en la dimensión de la cruz. ¿Qué significa que Cristo nos ame en la dimensión de la cruz? que nos amemos como Él nos amó? Cristo nos amó cuando éramos sus enemigos; no sé si tú has visto muchos cristianos que aman a sus enemigos. El Concilio ha dicho que la Iglesia tiene que ser un Sacramento de salvación; un sacramento es una cosa que se ve. Quiere decir que nuestra fe tiene que crecer hasta el punto de que se vea la fe de los cristianos. «Como Yo os he amado». El Camino en la parroquia intenta, a través de un proceso de catequesis, recorrer el Bautismo, hacer crecer la fe de los bautizados, para que su fe llegue al punto de que nos amemos en una comunidad de tal forma que este amor sea un signo para los secularizados, para los alejados de la fe. Por ejemplo, en Roma tenemos 100 parroquias y 500 comunidades ¿De dónde vienen todos los que están acudiendo a las catequesis? Todos han visto el grito de la Iglesia primitiva –«mirad cómo se aman»–, vuelve a aparecer en el mundo moderno secularizado . Vivir la fe en una comunidad cristiana es algo maravilloso: no hay pobres, no hay ricos, nos ayudamos unos a otros, no hay clases sociales aquí entra todo el mundo: negros, blancos, chinos, mujeres de servicio con ingenieros. Estamos juntos, no es una pastoral parcializada, los jóvenes por un lado… es la comunidad cristiana, el pueblo de Dios. En las parroquias abrimos un proceso de educación a la fe en una comunidad; después hacemos una segunda comunidad; una tercera… y la parroquia se va transformando en Comunidad de comunidades. Hay parroquias que tienen 30 comunidades, 15, todos con el mismo espíritu, todos tienen sus catequistas, hay una comunión total entre los hermanos. Realmente es una forma de evangelizar al mundo moderno.
–EWTN: Ahora bien, yo soy Juan Pérez y en mi parroquia no hay Camino Neocatecumenal ¿qué puedo hacer?
–Kiko Argüello: Le dices al párroco ¿por qué no abre usted en su parroquia el Camino Neocatecumenal? Primero, no hacemos nada sin el obispo; si el obispo se da cuenta que esto es un don del Señor para ayudar a la Iglesia en
esta forma, nosotros mandamos a un equipo que habla con los párrocos. Si el párroco dice que quiere empezar se anuncia en las Misas que se va a comenzar una catequesis –Catequesis para Adultos o Catequesis del Camino Neocatecumenal– y la gente que quiere viene y escucha la catequesis de un equipo donde normalmente hay un sacerdote. Y anunciamos esta Noticia, el Kerigma, esperando que anunciando la noticia de que Cristo nos ama, la gente que escucha.
Cristo resucitado les envía el Espíritu Santo. Porque la fe viene por la predicación y si se adhieren a la predicación, experimentan que el Espíritu Santo viene a ellos realmente y su vida poco a poco se va transformando. Tenemos miles y miles de jóvenes, es algo impresionante. En la comunidad cristiana se está salvando la familia. La gran amenaza del mundo moderno es el demonio contra la familia, se está en Europa des-estructurando la sociedad, destruyendo la familia, todo lleno de abortos, de divorcios. Una familia que está en una comunidad cristiana se ayuda. Si el matrimonio entra en crisis, todos los hermanos rezan, se levantan por la noche a rezar, les ayudan, llaman a los catequistas. Así que no tenemos matrimonios que se divorcien o que se separen en el Camino. Se salvan todos. Y como están muy contentos se abren a la vida, tenemos el promedio más alto de hijos en el mundo: 5 por familia, lo cual quiere decir que la mayor cantidad tienen 8, 9, 10 hijos, algo importante en una Europa que está yendo hacia la apostasía y que tiene un nivel cero en natalidad, algo verdaderamente impresionante.
–EWTN: Y el Camino abre la vía para que esto se revierta de alguna manera. Kiko he abusado de tu tiempo. Solamente un último comentario antes de que cerremos. Hace muy poquito el Camino Neocatecumenal ha recibido la aprobación oficial final de Roma. Nos puedes en un minuto decir qué ha pasado en esta fecha tan importante para todos los Neocatecúmenos en todo el mundo?
–Kiko Argüello: Ha sido algo maravilloso. Son 5 años de trabajo con la Santa Sede. En el fondo la gente nos ve como un Movimiento, como una Congregación religiosa, como una Asociación de laicos; no saben qué éramos. Nosotros hemos dicho: no, no somos un Movimiento somos una Iniciación Cristiana.
Desde el punto de vista jurídico esto es una novedad porque el nuevo Derecho Canónico habla de Asociaciones privadas o públicas. Hemos batallado para que se nos reconozca lo que realmente somos. Porque si somos una Asociación, entonces el Catecumenado, toda la Iniciación cristiana parece que es para entrar en la Asociación. Nosotros decimos: «el Bautismo no es una Asociación. Queremos revivir el Bautismo; las comunidades cristianas de la parroquia son de la parroquia, no
son de una asociación; son cristianos de la parroquia. No queremos hacer una Iglesia más perfecta
que la otra, cristianos de clase «A» y cristianos de clase «B». Son cristianos que reviven su Bautismo, porque es necesario anunciar el Evangelio a los alejados de la Iglesia».
Eso ha sido una batalla importantísima. El Papa, la Santa Sede nos ha reconocido como una Iniciación Cristiana, como un Catecumenado post-bautismal. Es la primera vez en la historia de la Iglesia. Los canonistas de todo el mundo nos han felicitado. Han dicho que la Iglesia ha dado un paso hacia adelante importantísimo. Por eso estamos muy agradecidos: la Iglesia ha sido una madre para nosotros, estamos muy contentos de que ha respetado realmente lo que nosotros somos. Esto no quiere decir que seamos mejores que el Opus Dei o que otra cosa…, todo lo contrario, es todo maravilloso en la Iglesia, pero somos distintos, somos una Iniciación Cristiana. Termino diciendo una cosa: cuando el Papa nos recibió la primera vez en Castelgandolfo, nos invitó a la Misa al equipo solo: Carmen, el padre Mario y yo –que somos el equipo responsable del Camino
Neocatecumenal–. Celebramos la Misa juntos, después él se queda rezando delante del Santísimo unos segundos dando gracias y nosotros estábamos fuera en el pasillo esperando. Cuando terminó se levantó y vino hacia nosotros, y nos dijo que durante la Misa, pensando en nosotros, había visto delante de él: ateísmo-Bautismo-catecumenado, con lo cual yo me quedé sorprendido porque el catecumenado es anterior al Bautismo en la Iglesia. Él había dicho bien: ateísmo-bautismo-catecumenado. Más tarde, visitando las parroquias de Roma, en una parroquia dijo: «Yo no sé si Kiko u otro ha pensado ¿dónde estaba la fuerza de la Iglesia primitiva y dónde está la debilidad de nuestra Iglesia, hoy mucho más numerosa? Y he encontrado la respuesta en la palabra catecumenado». O sea que el Papa, que es un filósofo –viene de la fenomenología de Husserl– se ha dado cuenta que Polonia, donde estaban todos bautizados, frente al ateísmo marxista, los bautizados se han hecho comunistas. Ha visto que su Bautismo necesitaba un catecumenado post-bautismal. Ateísmo-Bautismo-catecumenado. Por eso nos ha entendido tanto Juan Pablo II. Lo había pensado él antes y cuando nos encontró a nosotros en la Iglesia dio gracias a Dios, porque Dios venía a responder… Se dio cuenta de que, frente a la agresión del mundo moderno, frente a la televisión, frente a la pornografía, frente a la violencia, frente al ateísmo moderno, frente a las filosofías, necesita ser reforzado el Bautismo de los cristianos.
La Iglesia ha reconocido un catecumenado post-bautismal. ¿Qué es el Camino Neocatecumenal? un catecumenado post-bautismal. ¿Qué imagen tiene? La Familia de Nazaret. Porque el Verbo de Dios, la Palabra del Padre, el Hijo único del Padre cuando se ha hecho hombre nace como un niño chiquitín, pero solamente como adulto cumplirá su misión. Y para hacerse adulto, ¿qué ha
necesitado? Una familia. Hoy mucha gente que ha recibido el Bautismo, ha recibido una catequesis
de Primera Comunión, está raquítico su Bautismo, necesita una comunidad que como la Familia de Nazaret su Bautismo crezca hasta hacerse adulto, y como cristiano adulto sepa responder a los desafíos del mundo moderno.
–EWTN: Kiko, creo que has hecho un bien inmenso. En nombre de la Madre Angélica, de EWTN y de todos nuestros espectadores, muchísimas gracias.
–Kiko Argüello: Que recéis por mí.