La Mesa del Diálogo Argentino busca garantizar elecciones transparentes

BUENOS AIRES, 7 febrero 2003 (ZENIT.orgAica).- El obispo de Lomas de Zamora, monseñor Agustín Radrizzani, explicó que las prioridades de la Mesa Ampliada del Diálogo Argentino –en la que participa el Episcopado mediante el Departamento de Laicos e integran distintas confesiones religiosas y organizaciones de la sociedad civil– serán «hacer lo más transparente posible las elecciones, encontrar elementos básicos de gobernabilidad que sean consensuados por todos los candidatos, y ocuparnos permanentemente de los pobres».

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En su intervención durante el 40° Curso de Rectores, que hasta ayer ofreció el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC), el prelado destacó que el proceso de diálogo –que se inició el pasado 14 de enero y ahora se encuentra en su segunda etapa, la de la acción– «contribuyó a la pacificación entre los argentinos y llegó a sectores donde nunca nadie ha entrado».

No obstante, admitió que «hemos encontrado poco apoyo de la dirigencia política y divergencias profundas entre el pueblo y sus representantes».

Por su parte, el doctor Mario Burkman, delegado de la B’nai B’rith Argentina ante la Mesa Ampliada, valoró la acción del diálogo para salir de una crisis argentina que «está hipotecando el futuro con niños que padecen desnutrición y donde la democracia está en riesgo porque la sociedad descree de la clase política».

Tras precisar que «el diálogo no es un conjunto de monólogos, sino que entre todos queremos contribuir al bien común», el representante de la comunidad judía reiteró que las organizaciones interreligiosas y sociales están comprometidas en lograr «una agenda de gobernabilidad, que no significa una agenda de gobierno que es responsabilidad de quienes deben gobernar».

«Se trata –dijo– de un acuerdo mínimo sobre aquellos puntos donde nuestro país no es viable, porque un país no es viable con un 60 por ciento de pobreza y un 20 por ciento de indigencia».

El delegado local del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Carmelo Angulo Barturén, presentó, a su turno, el documento «Aportes para el Desarrollo Humano de la Argentina 2002», elaborado por esa organización internacional, en el que se subraya que «el diálogo es un instrumento central para la gobernabilidad democrática y la búsqueda de la cohesión social».

«Se trata –especificó– de 18 desafíos para recuperar la credibilidad, el sentido de nación y la cohesión social».

Entre ellos, se refirió al «combate a la pobreza, el hambre y la desigualdad», a la necesidad de «pensar el país desde el territorio y desde las capacidades de competitividad de cada provincia y región, superando las desigualdades territoriales y haciendo el federalismo eficiente y solidario», y al desarrollo «armónico» sustentado en la recomposición de la «credibilidad en las instituciones, en los partidos políticos y en la justicia».
BUENOS AIRES, 7 febrero 2003 (ZENIT.orgAica).- El obispo de Lomas de Zamora, monseñor Agustín Radrizzani, explicó que las prioridades de la Mesa Ampliada del Diálogo Argentino –en la que participa el Episcopado mediante el Departamento de Laicos e integran distintas confesiones religiosas y organizaciones de la sociedad civil– serán «hacer lo más transparente posible las elecciones, encontrar elementos básicos de gobernabilidad que sean consensuados por todos los candidatos, y ocuparnos permanentemente de los pobres».

En su intervención durante el 40° Curso de Rectores, que hasta ayer ofreció el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC), el prelado destacó que el proceso de diálogo –que se inició el pasado 14 de enero y ahora se encuentra en su segunda etapa, la de la acción– «contribuyó a la pacificación entre los argentinos y llegó a sectores donde nunca nadie ha entrado».

No obstante, admitió que «hemos encontrado poco apoyo de la dirigencia política y divergencias profundas entre el pueblo y sus representantes».

Por su parte, el doctor Mario Burkman, delegado de la B’nai B’rith Argentina ante la Mesa Ampliada, valoró la acción del diálogo para salir de una crisis argentina que «está hipotecando el futuro con niños que padecen desnutrición y donde la democracia está en riesgo porque la sociedad descree de la clase política».

Tras precisar que «el diálogo no es un conjunto de monólogos, sino que entre todos queremos contribuir al bien común», el representante de la comunidad judía reiteró que las organizaciones interreligiosas y sociales están comprometidas en lograr «una agenda de gobernabilidad, que no significa una agenda de gobierno que es responsabilidad de quienes deben gobernar».

«Se trata –dijo– de un acuerdo mínimo sobre aquellos puntos donde nuestro país no es viable, porque un país no es viable con un 60 por ciento de pobreza y un 20 por ciento de indigencia».

El delegado local del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Carmelo Angulo Barturén, presentó, a su turno, el documento «Aportes para el Desarrollo Humano de la Argentina 2002», elaborado por esa organización internacional, en el que se subraya que «el diálogo es un instrumento central para la gobernabilidad democrática y la búsqueda de la cohesión social».

«Se trata –especificó– de 18 desafíos para recuperar la credibilidad, el sentido de nación y la cohesión social».

Entre ellos, se refirió al «combate a la pobreza, el hambre y la desigualdad», a la necesidad de «pensar el país desde el territorio y desde las capacidades de competitividad de cada provincia y región, superando las desigualdades territoriales y haciendo el federalismo eficiente y solidario», y al desarrollo «armónico» sustentado en la recomposición de la «credibilidad en las instituciones, en los partidos políticos y en la justicia».

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ZENIT Staff

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