Arzobispo argentino constata indiferencia e irritación en el proceso electoral

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LA PLATA, 17 febrero 2003 (ZENIT.orgAica).- En pleno proceso electoral argentino, la sensación del arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, es que «nuestro pueblo oscila entre la indiferencia y la irritación».

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«Aquella ansiada renovación de la vida política que se expresó en los cacerolazos pasados quedó al parecer completamente frustrada» y se nota «una resistencia de los partidos políticos a renovarse profundamente».

Según el prelado, es como si los partidos «estuvieran acostumbrados a los mimetismos periódicos, a los recortes solo electorales, a los maridajes de conveniencias mezquinas que sólo proyectan hacia el futuro nuevas y fugaces ilusiones».

En su habitual mensaje en el programa «Claves para un mundo mejor», que se emite por Canal 9, señaló que «hay que reconocer esa especie de decadencia de la función política de la sociedad que afecta no solamente a los políticos y dirigentes, sino al pueblo todo. Es como si debiéramos ejercitarnos de nuevo con una fuerte y clara responsabilidad en el servicio al bien común».

Monseñor Aguer se preguntó «¿de dónde van a salir esos nuevos dirigentes que nuestro pueblo espera? ¿De dónde saldrán aquellos políticos genuinos que esperamos? ¿De los comités, de las universidades, de las asambleas barriales, de los estudios de televisión?».

Y subrayó que para ser un político genuino «no bastan ni el raiting ni las encuestas. Un político genuino no se puede identificar con un puntero de barrio. Lo que debería caracterizarlo es la prudencia, la visión del estratega, la capacidad de mando, la austeridad. Es un arte y un carisma que deben estar fundados en sólidas virtudes morales. Y eso no se puede improvisar».

Sostuvo después que «esta decadencia de la función política de la sociedad, esta especie de incapacidad para la vida cívica, que de una manera u otra nos afecta a todos, está como vaciando de sentido y de contenido a fuerza de repetir formalismos, un sistema jurídico y político basado en la representación».

A su juicio, «la solución a largo plazo está en un nuevo protagonismo de la sociedad. Juan Pablo II habló muchas veces de la subjetividad de la sociedad. Esta expresión filosófica quiere decir que nuestra sociedad necesita hacerse protagonista de su propio destino. Y en ese protagonismo de la sociedad irán surgiendo sin duda aquellos capaces de conducirla».

«En la crisis reciente –concluyó— uno ha notado la presencia de mucha gente, sobre todo de muchos jóvenes que han sentido una especie de sacudimiento interior y han sido llamados a una responsabilidad solidaria para colaborar y para hacer obras positivas mirando hacia delante. Eso es lo que debe multiplicarse».

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ZENIT Staff

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