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Señor presidente:
Gracias por darme esta oportunidad de expresar la profunda preocupación y la solicitud de la Santa Sede sobre la cuestión iraquí en esta Cámara del Consejo de Seguridad, en la que las cuestiones ligadas a la paz y la seguridad internacional son debatidas para prevenir al mundo del flagelo de la guerra. Me agrada recordar en esta ocasión, señor presidente, el exitoso encuentro entre el secretario general Kofi Annan y Su Santidad Juan Pablo II ayer por la tarde en el Vaticano.
Señor presidente:
Desde sus mismos inicios, la Santa Sede siempre ha reconocido el insustituible papel de la comunidad internacional para solucionar la cuestión del cumplimiento por parte de Irak de las resoluciones de la ONU. En este sentido, la Santa Sede considera que la comunidad internacional está justamente preocupada y que está afrontando una causa justa y urgente: el desarme de arsenales de destrucción de masa, una amenaza que afecta no sólo a una región en particular, sino por desgracia a diferentes partes de nuestro mundo. La Santa Sede está convencida de que entre los esfuerzos basados en los muchos instrumentos de paz que posee el derecho internacional para hacerse escuchar, el recurso a las armas no sería justo. A las graves consecuencias para la población civil que ha sido sometida durante mucho tiempo a duras pruebas, se suman las oscuras perspectivas de las tensiones y los conflictos entre pueblos y culturas y la lamentable presentación de la guerra como una forma de resolver situaciones insostenibles.
La Santa Sede sigue de cerca el desarrollo sobre el terreno y expresa su apoyo a los esfuerzos de la comunidad internacional para resolver la crisis dentro de la esfera de la legalidad internacional. Para alcanzar este objetivo y con esta idea, Su Santidad Juan Pablo II, envió recientemente un enviado especial a Bagdad que se entrevistó con el presidente Sadam Huseín y le entregó un mensaje del Papa en el que subraya, entre otras cosas, la necesidad de compromisos concretos en el cumplimiento fiel de las resoluciones de las Naciones Unidas. Un mensaje similar se transmitió también a Tarek Aziz, viceprimer ministro iraquí, que visitó al Papa el pasado 14 de febrero. Además, en vista de las consecuencias devastadoras de una posible intervención militar, el enviado especial del pontífice, lanzó un llamamiento a la conciencia de todos aquellos que tienen un papel que desempeñar para el futuro de la crisis en estos próximos días tan decisivos, «pues la conciencia es, en definitiva, la que tendrá la última palabra, por encima de todas las estrategias, de todas las ideologías e, incluso, de todas las religiones».
Señor Presidente:
La Santa Sede está convencida de que, si bien el curso de las inspecciones a veces puede parecer lento, sigue siendo todavía un camino efectivo que puede llevar a la creación del consenso que, si es compartido ampliamente por las naciones, haría casi imposible a cualquier gobierno actuar de manera opuesta sin caer en el peligro del aislamiento internacional. Por tanto, la Santa Sede considera que este sería el camino adecuado para llegar a un acuerdo y a una resolución consensual y honorable del problema y que, a su vez, podría sentar las bases para una paz real y duradera.
«La guerra nunca es un medio como cualquier otro, al que se puede recurrir para solventar disputas entre naciones. Como recuerda la Carta de la Organización de las Naciones Unidas y el Derecho internacional, no puede adoptarse, aunque se trate de asegurar el bien común, si no es en casos extremos y bajo condiciones muy estrictas, sin descuidar las consecuencias para la población civil, durante y después de las operaciones» (Discurso de Juan Pablo II al Cuerpo Diplomático, 13 de enero de 2003).
Sobre el tema de Irak, la amplia mayoría de la comunidad internacional pide una solución diplomática del conflicto que permita también explorar todos los caminos para un acuerdo pacífico. Esta petición no puede ignorarse. La Santa Sede invita a las partes en causa a mantener el diálogo abierto para encontrar soluciones que eviten una posible guerra e insta a la comunidad internacional a asumir sus responsabilidades a la hora de apurar cualquier defección por parte de Irak.
Señor presidente, antes de concluir esta declaración, quiero hacerme eco en esta Cámara de paz de la esperanza del enviado especial de Juan Pablo II a Irak: «La paz es todavía posible en Irak y para Irak. El paso más pequeño en los próximos días significará un gran salto hacia la paz».
Gracias, señor presidente.
[Traducción del original inglés realizada por Zenit]