Mel Gibson narra la mayor historia jamás contada

El actor y director cuenta en exclusiva a Zenit el rodaje de «La Pasión»

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ROMA, 6 marzo 2003 (ZENIT.org).- Mel Gibson, ganador de varios Premios Oscar, se encuentra en Roma estos días dirigiendo una película sobre la Pasión de Cristo en los estudios de Cinecittà.

El filme se centra en las últimas horas de la vida de Jesús, interpretado por Jim Caviezel (protagonista de «La delgada línea roja» («The Thin Red Line»), «Mirada de Ángel» («Angel Eyes») y «El Conde de Monte Cristo» («The Count of Monte Cristo»).

En esta entrevista concedida en exclusiva a Zenit, Mel Gibson revela detalles de su obra.

–¿Por qué decidió realizar una película sobre Jesús?

–Mel Gibson: He estado madurando la idea desde hace aproximadamente diez o doce años. Estoy empezando a tener cierta edad; de hecho, si mira doce años atrás, se dará cuenta de que tenía 35. Fue entonces cuando empecé a profundizar en las raíces de mi fe. Yo siempre he creído en Dios, en su existencia. En mi familia me enseñaron a creer de cierta manera. Pero a mitad de mi vida, dejé algo de lado mi fe, y otras cosas ocuparon el primer lugar.

En ese momento, comprendí que necesitaba algo más si quería sobrevivir. Me sentía impulsado a una lectura más íntima de los Evangelios, de la historia en su conjunto. Ahí fue cuando la idea empezó a cuajar dentro de mi cabeza. Empecé a ver el Evangelio con gran realismo, recreándolo en mi propia mente para que tuviera sentido para mí, para que fuera relevante para mí. Eso es lo que yo quiero llevar a la pantalla.

–Existe ya un gran número de películas sobre Cristo. ¿Por qué una más?

–Mel Gibson: No creo que otras películas hayan logrado penetrar en la verdadera fuerza de esta historia. O son inexactas en la narración histórica, o tienen mala música, o son de mal gusto. Esta película mostrará la pasión de Jesucristo tal como sucedió. Es como regresar en el tiempo y contemplar aquellos hechos, presentados exactamente como ocurrieron.

–¿Cómo puede estar tan seguro de que su versión es tan fiel a los hechos?

–Mel Gibson: Porque hemos hecho una investigación. Yo estoy contando la historia como aparece en la Biblia, sin glosas. Habla por sí misma. El Evangelio es un guión completo y eso es lo que nosotros estamos filmando.

–Esta película parece un cambio de rumbo respecto a las famosas producciones de Mel Gibson. Su especialidad es la acción, la aventura y el romance. ¿Qué le motivó a realizar una película religiosa?

–Mel Gibson: Estoy haciendo lo que siempre he hecho: cuento historias –que en mi opinión son importantes– con en el idioma que mejor hablo: el del cine. Pienso que la mayoría de las historias son historias de héroes. Las personas quieren contagiarse con algo superior, y al tocarlo con la imaginación prácticamente participan de ello, y así elevan su espíritu. No hay ninguna historia que tenga un héroe mayor que éste. Es la historia del amor más grande que se puede tener: dar la vida por alguien. «La Pasión» es la aventura más grande de la historia. Creo que es la mayor historia de amor de todos los tiempos. Dios que se hace hombre y los hombres le matan. Si esto no es acción, entonces, ¿qué es acción?

–¿Estará dispuesta la gente a ver una película como ésta?

–Mel Gibson: Pienso que todos lo estaremos. Esta historia ha inspirado arte, cultura, gobiernos, reinos y países; ha tenido una influencia en el mundo mucho mayor de lo que usted se pueda imaginar. Es un evento histórico clave que ha conformado la realidad que hoy somos. Creyentes y no creyentes por igual, todos nosotros hemos recibido su influencia.

Muchas personas buscan el sentido de la vida planteándose un gran número de interrogantes. Vendrán a ver la película buscando las respuestas. Algunos las encontrarán, otros no.

–Entonces, ¿no es una película sólo para cristianos?

–Mel Gibson: La película «Gandhi» fue un gran éxito, pues no era sólo para hindúes. Esta película es para todos. Para creyentes y no creyentes. Jesucristo es, sin lugar a dudas, una de las figuras históricas más importantes de todos los tiempos. Trate de mencionar alguna persona que haya tenido un impacto mayor en el curso de historia.

–Pero, si esta película quiere llevar el Evangelio a la vida, ¿no piensa que será ofensiva para los no cristianos? Por ejemplo, el papel de los líderes judíos en la muerte de Jesús, ¿no resultará ofensivo?

–Mel Gibson: No es una historia de judíos contra cristianos. El propio Jesús era judío; su madre era judía y también sus doce apóstoles. Es verdad que la Biblia dice: «Él vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron». Yo no puedo ocultarlo. Pero eso no significa que los pecados del pasado fueran peores que los pecados del presente. Cristo pagó el precio por todos nuestros pecados. La lucha entre el bien y el mal, y el poder abrumador del amor están muy por encima de la raza y la cultura. Esta película habla de fe, esperanza, amor y perdón. Son realidades que servirían al mundo, especialmente en estos tiempos tan turbulentos. Esta película quiere inspirar, no ofender.

–Aún así, muchos pensarán que usted pretende forzarlos a aceptar sus propias creencias.

–Mel Gibson: Yo no me he inventado esta historia, pero es verdad que creo en ella. Es algo que uno lleva dentro de sí mismo y tiene que salir. Simplemente trato de narrarla bien, mejor de lo que se ha hecho anteriormente. Cuando no se hace ciencia-ficción, la responsabilidad de un director es la de ser lo más fiel posible a los hechos. Las personas de mente abierta lo apreciarán.

–La pasión de Cristo, tal como la narran los Evangelios, fue muy violenta. Si usted es sumamente fiel a esa narración, ¿no cree que la gente podría presenciar escenas demasiado violentas?

–Mel Gibson: Para algunas personas podrían resultarlo, pero…, ¡eh!, fue así. No hay nada de violencia gratuita en esta película. Creo que un menor de doce años no debería verla, a no ser que sea muy maduro. Es bastante fuerte. Nos hemos acostumbrado a ver crucifijos bonitos colgados de la pared. Decimos: «¡Oh, sí! Jesús fue azotado, llevó su cruz a cuestas y le clavaron a un madero», pero ¿quién se detiene a pensar lo que estas palabras significan realmente? En mi niñez, no me daba cuenta de lo que esto implicaba. No comprendía lo duro que era. El profundo horror de lo que Él sufrió por nuestra redención realmente no me impactaba. Entender lo que sufrió, incluso a un nivel humano, me hace sentir no sólo compasión, sino también me hace sentirme en deuda: yo quiero compensarle por la inmensidad de su sacrificio.

–¿Y qué nos dice del idioma? Está grabando en dos lenguas muertas: latín y arameo, el idioma que hablaba Jesús. Además, no planea poner subtítulos. ¿Esto no causará rechazo en el público?

–Mel Gibson: Las pinturas de Caravaggio no tienen subtítulos, pero las personas captan el mensaje. El ballet de Cascanueces no tiene subtítulos, pero las personas entienden el mensaje.

Yo pienso que la imagen superará la barrera del idioma. Ésa es mi esperanza. Simplemente estoy intentando ser lo más real posible. Verlo en los idiomas originales es como una sacudida. La realidad sale al encuentro y te golpea. Contacto pleno. Yo sé que nosotros sólo estamos recreando, pero lo hacemos lo mejor que podemos, para transmitir la experiencia de estar allí realmente.

Y pienso que es casi contraproducente decir algunas de estas frases en un idioma moderno. Te obliga a ponerte de pie y completar la frase. Es como cuando uno escucha: «Ser o no ser», instintivamente uno se dice a sí mismo: «He ahí la cuestión». Pero si oyes las palabras, dichas como las pronunciaron en aquel momento, te puede conmocionar. Yo lo he comprobado cuando rodamos la
película. Alcanza claridad por la actuación, a través de los matices de los caracteres, del movimiento del cámara: es el movimiento, el cronometraje, es todo… Y de repente todo, todo me resulta muy claro. En ese momento, corto y sigo.

–Al terminar esta película, ¿no le desilusionará volver a materias menos sublimes?

–Mel Gibson: No, me encantará hacer algo más ligero. Hay una tremenda carga de responsabilidad en esta película, no se puede dejar nada a medio hacer. Espero hacer justicia a la historia. Tampoco se puede agradar a todos, pero, repito, ése no es mi objetivo.

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ZENIT Staff

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