AVELLANEDA, 9 marzo 2003 (ZENIT.org–Aica).- De cara a las próximas elecciones argentinas, el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, dijo que la Iglesia «no va a decir a quién votar, pero sí debe decir que es necesario pensar y elegir objetivamente a aquellos que sean coherentes en sus mensajes, y que tengan programas viables y proyectos realizables».
«Debemos recuperar la cultura del trabajo, la honestidad, la disciplina del esfuerzo, la claridad y la transparencia en las acciones. Sobre todo la responsabilidad del presente que nos conecta inexorablemente con el futuro inmediato», señala el prelado en su mensaje de Cuaresma, en el que también está presente el tema de la paz en Medio Oriente.
«En este inicio cuaresmal –dice al respecto–, la Iglesia, por medio del Santo Padre, nos pide que intensifiquemos la oración y el ayuno por la paz en el mundo, especialmente en Medio Oriente. La paz es una meta a alcanzar y una laboriosa tarea a realizar. ¡No a la guerra, no a la violencia, no a la injusticia! ¡Sí al diálogo, al respeto, a la verdad!».
Monseñor Frassia sostiene que «debemos entrar en el espíritu cuaresmal, lo cual significa «volver a orientar toda nuestra vida en el Señor; reconocer la riqueza de la vida interior como plenitud de lo humano. ¿Cuál es su alcance? Toda nuestra vida de persona creyente y de actitud comprometida. Nuestra participación en la Iglesia diocesana debe ser abierta, comunicativa, transparente, fecunda y misionera».
Reconoce luego que existen las tentaciones, como por ejemplo, «que el Evangelio no se interiorice, que no nos toque ni nos convierta. Que nos quedemos en hablar, criticar o solamente en los subjetivo, que nos puede hacer olvidar de nuestra verdadera misión. Somos y estamos llamados a ser testigos del Señor. Testigos fieles, vivos y auténticos. La verdad y la objetividad deben ser la norma y la orientación de toda nuestra vida. Lo demás, lo que no es esencial, puede quedar en segundo plano».
El obispo de Avellaneda-Lanús subraya la necesidad de «salir de nuestros mundos mezquinos y de nuestros egoísmos, acentuados por la catarata de informaciones que recibimos cada día, que termina provocando indiferencia, búsqueda de refugio y aislamiento. Por todo esto, necesitamos reorientar nuestra vida».
Después establece una suerte de consigna: «Partir desde Dios: permanecer en Dios, en su verdad, en su amor y en su Evangelio», y recuerda que «depende de nosotros el cuidado en esta preparación y la intensidad y calidad de nuestra respuesta al llamado penitencial propio de este tiempo».