El padre Artemio Vítores explica que en Oriente Medio el matrimonio es el mayor ideal para la mujer lo que en ocasiones puede llevar a las jóvenes a optar por un marido a pesar de que esto implique abandonar la práctica de la propia fe o incluso la apostasía.
Según la tradición islámica («Hadit»), a un cristiano le está prohibido casarse con una musulmana si él no se convierte antes al Islam. El caso es diverso cuando un musulmán se casa con una cristiana. El Corán permite casarse con “las mujeres del Libro” (judías o cristianas)», añade el padre Vítores. «La tradición musulmana va más allá y considera loable que un musulmán se case con una cristiana».
«Y la razón es fácil de comprender –explica–: el hombre conseguirá, por las buenas o por las malas, que la mujer se haga musulmana, con lo cual adquirirá méritos ante Dios».
«En todo caso –recuerda citando la tradición musulmana–, lo hijos nacidos de este matrimonio serán siempre musulmanes, a pesar de que el Código de Derecho Canónico insiste en la necesidad de que los hijos nacidos de estos matrimonios –que son válidos para la Iglesia– sean educados en la fe católica (cc. 1125-1229)».
El padre Vítores revela que, por ejemplo, en Belén en los últimos años 6 mujeres cristianas se han casado con musulmanes, lo que implica que los hijos que nacerán no serán nunca cristianos.
Según un estudio hecho por los párrocos franciscanos de Belén, en la parroquia latina había normalmente cada año unos 120 bautizos (más o menos, 60 niños y 60 niñas). De los 60 niños llegados a la edad de matrimonio, sólo unos 25 a 30 se han casado en Belén y los demás han emigrado.
Esto significa que de las 60 niñas sólo unas 15 se han casado. Conclusión: quedan otras 45 en espera de matrimonio. Estas estadísticas, en mayor o menor medida, pueden aplicarse a otros centros cristianos, afirma el padre Vítores.
Otra causa del problema, según el franciscano, es la falta de medios para afrontar un matrimonio.
«Un chico joven tiene hoy pocas posibilidades de casarse, pues carece de los dos elementos fundamentales: un trabajo y una casa –aclara–. Las familias musulmanas, que suelen ser muy numerosas, hacen lo posible y lo imposible para ayudar al joven a tener, al menos, la casa; esto no sucede entre los cristianos, que son menos solidarios».
Por este motivo, los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa están lanzando proyectos de construcción de casas para las familias cristianas de Israel y los Territorios Palestinos, iniciativas que se basan en la generosidad de los cristianos del mundo.