CIUDAD DEL VATICANO, 16 marzo 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II, que en las últimas semanas manifiesta una salud claramente mejorada, bromeó este sábado en un encuentro multitudinario con universitarios de Europa y afirmó que se está preparando para vivir la Jornada Mundial de la Juventud de 2005 en Alemania.
«Doy las gracias al cardenal de Colonia, Joachim Meisner, por su invitación, pues estoy convencido de esta invitación también se dirige también a mí, aunque como veis, ya no soy tan joven», afirmó arrancando sonoros aplausos entre los chicos y chicas que le escuchaban.
El Santo Padre pronunció estas palabras durante el rezo del rosario con millares de estudiantes universitarios de toda Europa que marcó su reaparición pública tras una semana de ejercicios espirituales con motivo del inicio de la Cuaresma.
Además de escucharle más de diez mil jóvenes reunidos en la sala de las audiencias generales del Vaticano, seguían sus palabras por conexión televisiva en directo miles de jóvenes desde Colonia (Alemania), Cracovia (Polonia), Fátima (Portugal), Uppsala (Suecia), Bratislava (Eslovaquia) y Viena (Austria).
«Los jóvenes cristianos –dijo en su intervención– están llamados a anunciar el testimonio de Cristo y ser artífices de la unidad en la diversidad, de la libertad en la verdad y de la paz en la justicia, una paz de la que el mundo tiene particular necesidad».
Asimismo, el obispo de Roma pidió a los estudiantes que sean fieles «a los principios espirituales y morales que han inspirado a los padres de la unificación europea».
El Papa recordó que Europa atraviesa por un momento importante de su historia, y que por ello los jóvenes deben aportar su contribución de aspiraciones e ideales, estudio, trabajo y «generosa dedicación».
Juan Pablo bromeó también sobre el poder de la televisión, asegurando con una sonrisa que ésta le permite controlar a los cardenales «a distancia», como el de Cracovia, que durante el encuentro aparecía en director en la pantalla.
El Papa invitó a los jóvenes a participar el próximo 10 de abril en un Rosario, «ocasión de oración y de fiesta», que se celebrará en la Plaza de San Pedro del Vaticano para que «pueda cambiar el destino del mundo».
