MADRID, 24 marzo 2003 (ZENIT.org).- La población española, si bien sigue considerándose mayoritariamente católica, abandona al mismo tiempo la práctica de la Misa dominical y reduce algunos sacramentos a una «cuestión social», constata el secretario de la Comisión episcopal española de liturgia.
Don Juan María Canals Casas, en esta entrevista concedida a la redacción de Zenit en España, analiza esta contradicción a la luz del Plan Pastoral que la Conferencia Episcopal Española ha propuesto para el trinenio 2002-2005, en la que se habla de una «fuerte crisis de sentido y práctica de los sacramentos» y de una «desafección hacia lo sacramental».
–¿Podría comentar brevemente estas ideas?
–Juan María Canals: La situación actual es muy compleja, y las causas son múltiples. La más sobresaliente es el movimiento de la secularización que ha desterrado en el pueblo fiel lo sagrado, el misterio y otros aspectos de la vida religiosa del cristiano. Y esto ha ocurrido especialmente desde los años sesenta del siglo pasado hasta hoy.
El desterrar lo sagrado, lo mistérico y todo lo religioso en sentido general, crea crisis, y crisis de fe. Esta situación afecta plenamente a la Iglesia y a la vida de los cristianos, y hace que la sociedad de hoy sea más indiferente y crítica a todo lo que es religioso, y quizá la palabra sea «un desprestigio» de lo religioso en la sociedad española. En otras sociedades tiene sus modalidades y sus diferencias. Todo esto afecta a la vida del cristiano.
Hay otro aspecto, y es el bienestar social. En los últimos 40 ó 50 años el bienestar social ha subido muchísimo en España. Antes había una fe pidiendo al Señor muchos aspectos de la vida social (por ejemplo, si había enfermedades pedir lo que entonces se llamaba «rogativas») de los que ahora no se tiene necesidad, y entonces se va secularizando la sociedad y perdiendo el sentido de Dios.
En los años sesenta se hablaba de la «teología de la muerte de Dios». Hoy no se habla de la muerte de Dios, pero la sociedad prescinde totalmente de Dios. No es la muerte, pero sí hay una gran indiferencia. Un caso próximo lo tenemos en la redacción de la Constitución Europea. Vemos el problema que hay en mencionar a Dios y las raíces cristianas. La situación que existe en nuestra sociedad afecta a los cristianos que tienen una fe deficiente o poco arraigada.
Viven con indiferencia, les parece que la Iglesia es cosa de obispos y monjas, y no de todo bautizado; no hay un sentido de pertenencia o identidad fuerte. Todo esto influye en la vida social y en la vida religiosa.
–Otra idea presente en el Plan Pastoral es la constatación que hacen algunas personas de que se puede dar «una supuesta relación directa con Dios sin la mediación eclesial». Lo constatamos al oír frases como «yo me confieso directamente con Dios». ¿Se puede vivir verdaderamente la fe sin esta mediación eclesial?
–Juan María Canals: Los que afirman que se confiesan con Dios, si tienen un niño lo llevan a bautizar a la Iglesia, pero ¿por qué no lo bautizan ellos si se entienden directamente con Dios? No hay una coherencia. El problema de fondo es el subjetivismo, la conciencia subjetiva, y esto cada vez más, porque cada vez más en la moral se dice: «esto lo hago según mi conciencia». Pero la conciencia debe tener un parámetro fuera con el que se pueda comparar, sino es imposible. Es como si cada uno hiciera sus leyes de tráfico, ¿qué pasaría? Pues un caos llenos de accidentes.
En la fe no se puede prescindir de la Iglesia que instituyó Cristo. Como Él es invisible para nosotros, necesita visiblemente un método pedagógico. Es más fácil que a través de lo visible lleguemos a lo invisible, a través de lo visible hay una certeza. ¿Quién les asegura a los que se confiesan con Dios que están perdonados? Es un subjetivismo en el que no se puede saber si Dios nos ha perdonado, pues no hay un signo visible de este perdón. En cambio, a través de la mediación de la Iglesia sí lo hay, y ese signo visible nos da una seguridad que nos dice por dónde tenemos que caminar, como la ley de tráfico. Hoy hay una conciencia muy subjetiva, un decir «yo lo hago porque mi conciencia me lo dicta». Pero la conciencia puede o no estar formada, según el objeto, y el objeto en este caso es Dios.
La Iglesia como mediadora es precisamente la intermediaria entre Dios y el hombre, para que el hombre esté seguro. De lo contrario caemos en un subjetivsimo que crea muchas situaciones de conciencia sin ningún sentido: «mi conciencia me dice que tengo que matar a esta persona y lo mato». Pero hay otro elemento objetivo que dice «tú no puedes matar a un hermano». En la pedagogía del Señor a través de los signos, tan presentes en los Sacramentos, llegamos a través de los signos a la cosa significada, y esta cosa significada siempre es Dios, la gracia, etc. La conciencia subjetiva impide tener conciencia del pecado, y por tanto tampoco se ve la necesidad del Sacramento de la Penitencia.
–Pero entre los que sí se confiesan, ¿se conocen las condiciones bajo las que el sacramento es válido?
–Juan María Canals: Al decir confesión, nos reducimos a un elemento mínimo del sacramento. Al decir confesar se piensa en «yo digo mis pecados y ya está». No es esto el sacramento. Sí, esto es lo esencial, pero hay otros aspectos fundamentales. Que la Palabra de Dios ilumine nuestra conciencia, que puede o no estar de acuerdo con la Palabra de Dios. Después está el sentido de la conversión, pensar cómo mejorar la vida cristiana y evitar los pecados más frecuentes. El mal es que no haya conciencia de pecado. El sacramento lleva consigo la conversión, un deseo de ser mejores, y saber dar gracias al Señor por este sacramento, se ha recibido un don de Dios y hemos de aprender a ser agradecidos a Dios.
–Usted hablaba de la incoherencia de quienes se confiesan directamente con Dios, pero luego piden el Bautismo a la Iglesia. Sin embargo ¿no hay también una banalización en la recepción de sacramentos como el Bautismo y el Matrimonio, que se ven como actos sociales en los que no se comprende el sentido profundo sacramental?
–Juan María Canals: Ciertamente. De hecho en la terminología que usamos ya se habla de «sacramentos sociales»; Bautismo, Matrimonio y Exequias. Muchas personas se casan por la Iglesia porque tienen una tradición en la familia, u otras causas de tipo de imagen o lo que sea. Los bautizos se hacen muchas veces porque los abuelos quieren que sean bautizados, o por otras razones. La mayoría que va a la Iglesia para los bautizos, bodas y exequias es gente que va por razones sociales o de amistad, pero no es por una razón de fe. Estos sacramentos no se entienden, no se entiende que el ritual es signo de una realidad espiritual: Dios. Estos «sacramentos sociales» son un problema pastoral muy serio.
Hay una preocupación en la mayoría de los párrocos en preparar al menos a los padres, padrinos y novios para estos sacramentos. En las parroquias generalmente hay cursillos, pero a veces no duran más de 4 ó 5 reuniones de información. En otras parroquias se explica mejor que recibir un sacramento es comprometerse, como se compromete el que recibe una cédula de un partido a su ideología, a su obrar, y a todo lo demás. Esto que se hace con un sentido político, no se entiende en el sentido religioso. Hace falta entonces una explicación, una orientación y una catequesis, y es en lo que se está trabajando.
–Aunque en las encuestas la mayoría de los españoles se siguen confesando católicos, las cifras sobre la práctica dominical, que sería el «mínimo exigible», no se corresponden con esa confesión. Incluso entre quienes van a Misa, muchos buscan «la más rápida» y se enfadan cuando el sacerdote se extiende en la homilía. ¿Qué puede decir?
–Juan Mar
ía Canals: En la situación actual es muy difícil salir al paso de este fenómeno, y es que el domingo (desde hace muchos siglos) se ha valorado solamente como un precepto, un cumplimiento, pero no se ha descubierto el sentido profundo que tiene el domingo. El domingo es el día en que la comunidad cristiana se reúne para expresar y crecer en la fe. La reunión del domingo es como un signo de identidad cristiana y marca el sentido de pertenencia a la Iglesia. Solamente se ha visto el domingo desde la clave de un mero cumplimiento, un «cumplo-miento».
La gente ha ido para cumplir porque tenía miedo al pecado grave de no ir a Misa. Pero hay unos valores grandes del sentido del domingo. Desde hace tiempo estamos potenciando desde esta Comisión de Liturgia todos los valores del domingo: el valor de la relación del hombre con Dios, el valor de la Comunidad cristiana, el crecimiento en la fe, su manifestación y expresión, todo el sentido eclesial del domingo. Y además, el sentido del descanso del domingo.
La sociedad está imponiendo que se abran los comercios los domingos. Hay actividades de tipo social: hospitales, policías… de las que no se puede prescindir. Pero otras muchas podrían descansar los domingos, y solamente por el afán de lucro o de consumismo el domingo se está destruyendo. En un principio fue la Iglesia la que, después de la paz constantiniana, consiguió el descanso dominical, fue un logro, todos trabajaban. El cristiano iba a Misa en la noche del sábado al domingo, y después iba a trabajar. Fue la Iglesia, y no los sindicatos, quien consiguió el gran derecho del hombre a descansar (imitando a Dios, que descansó).
El domingo para el cristiano es el gran día de la Resurrección de Cristo, el día también de la familia, de la caridad, de la naturaleza… De todos esos valores sólo se ha insistido en uno, que es cumplir. Cuando se explican todos los sentidos del domingo, la gente se queda sorprendida. Pero falta una catequesis, aunque muchas diócesis han hecho campañas de revalorización del domingo. Para los que ya no cumplen con la práctica cristiana, volver es muy difícil.
–Por otro lado, hay fieles que se quejan de ir a Misas donde los sacerdotes «se inventan la misa». Se refieren a algunos presbíteros que introducen en la liturgia «frases de su cosecha» o que hacen homilías que parecen más «panfletos políticos» que comentarios del Evangelio ¿Cómo afectan este tipo de cuestiones la «solemnidad» sacramental?
–Juan María Canals: Es cierto que ha habido y todavía hay esto que nosotros llamamos «abusos litúrgicos», pero quizá al finalizar los años sesenta y setenta había muchos más que ahora. Las aguas se están tranquilizando; pero claro, los sacerdotes que entonces eran jóvenes continúan hoy lo mismo. Sin embargo, están subiendo otras generaciones que no han vivido aquella época de secularización interna, y que lo viven de otra forma: cuidan más el concepto de lo que celebramos, procuran que cada persona que asiste a Misa el domingo salga habiéndose encontrado con Dios en la celebración, habiendo orado, y que esto sea lo que le da fuerza para vivir toda la semana en un sentido cristiano, y saber transmitir la fe en un sentido de solidaridad y de caridad.
A veces hablamos de que hay que ser solidarios, hacer caridad, pero este sentido filantrópico presente en otras religiones no es la razón fundamental del cristiano, que encuentra el principal sentido de estas obras en el Evangelio y no en algo meramente humano. En los cristianos el impulso del Evangelio y de Cristo es fundamental, y para que exista este impulso y tenga fuerza está la Eucaristía dominical, pero vivida desde lo hondo, desde el Misterio Pascual de Cristo, que no celebramos como un recuerdo, sino el Misterio actualizado de la muerte y resurrección de Cristo a la que cada cristiano tiene que unirse en la celebración muriendo a lo que no es evangélico, y saliendo de la Misa con otro talante de vida.
Pero esto muchas veces no se cumple, o no se hace, o muchas personas no lo saben, y esto es un pecado de falta de catequesis y de orientación en lo esencial de la celebración del domingo. Algunos ponen lo esencial en los cantos, y esto es muy secundario, es necesario, pero secundario.
–Ahora que tenemos más cerca la Semana Santa, veremos un aspecto de la religiosidad popular, sobre todo en el sur de España, que consiste en «volcarse» durante estas celebraciones, pero sin que esto mantenga una vinculación con la vida práctica ni una continuidad de piedad durante todo el año ¿hay superstición en estas prácticas, o al menos cierta superficialidad que no se corresponde con una interioridad profunda?
–Juan María Canals: Hay que precisar la terminología. En el «Directorio sobre la piedad popular y la liturgia» se distingue entre «ejercicio de piedad», «devociones», «piedad popular» y «religiosidad popular». «Religiosidad popular» designa un sentido del hombre religioso que se relaciona con un ser superior, un «dios X», es un sentido universal presente en todo pueblo, que expresa el sentido de trascendencia a través de mediaciones culturales. La religiosidad popular no se relaciona necesariamente con la revelación cristiana, aunque puede coexistir a veces con ella.
Cuando se da el sentido cristiano, hay que evangelizar la religiosidad popular. Hay que orientar y cristianizar todo eso, y eso es una tarea de tiempo. Ciertamente en Cuaresma y Semana Santa, mucha gente mira las procesiones o la ceniza o el domingo de ramos (para hablar de un ambiente
litúrgico), pero les falta el sentido profundo de la fe cristiana y saber qué significa todo eso sin quedarse en el barniz superficial. Pero no hay que quitar todo eso, muchos se quedarían sin nada si se les quita eso. En cambio, ellos expresan su fe de un modo o de otro a través de un santo, o una procesión. A veces los miembros de una cofradía se pelean con los de otra por defender a «sus Vírgenes», sin darse cuenta que es imposible que la Virgen lleve consigo rencillas.
Con todo esto hay que tener una actitud de comprensión, no de destrucción, ir edificando la fe desde esos elementos que se tienen de religiosidad o de piedad popular. El Directorio dice que la piedad popular se tiene que armonizar siempre con la liturgia, es el gran principio, y eso todavía estamos muy lejos. El Rosario, si se reza bien, se armoniza bien con los Misterios que celebramos, pero si sólo se repiten Avemarías mecánicamente, falta algo. De la piedad y religiosidad popular hay que purificar lo que no es cristiano ni católico. Lo que hay de cristiano y católico hay que potenciarlo. Los «ejercicios de piedad» son actos piadosos en los que ya está la mano de la Iglesia, en lo otro no está la mano de la Iglesia, sino un sentimiento religioso que los hombres tienen en el fondo de su corazón y que puede canalizarse a través de lo que se ha oído, haciendo un sincretismo peligroso.
Por ejemplo, el domingo de Ramos, algunos que no han ido a la procesión, van a la sacristía a pedir un ramo «para poner en la casa y que no entren los malos espíritus». Había una tradición de eso. Desde aquí damos indicaciones, que poco a poco, las diócesis van poniendo en marcha. Todavía nos queda mucho camino que hacer, aunque se están dando pasos. Como decía antes respecto a la liturgia, hay abusos, pero de personas que no conocen lo que es la liturgia, y parece que están haciendo una gran pastoral en estos abusos, y están haciendo un daño al pueblo cristiano.
–¿En qué está trabajando actualmente el Secretariado de la Comisión de Liturgia?
–Juan María Canals: Ha salido la tercera edición en latín del Misal romano, y hay que acomodar el Misal en castellano a éste. También estamos acomodando los rituales de iniciación cristiana y de exequias. Además, tenemos previsto dar un impulso pastoral al Sacramento de la Penitencia, para hacer lo que ya hemos hecho con el sentido del domingo
o con la piedad popular, impulsando a nivel de toda España, no tanto la renovación del sacramento en sí, sino la práctica.
Pero el primer objetivo es continuar potenciando el domingo, porque si se descafeína el domingo, se descafeína la Iglesia. Para dentro de tres o cuatro años pensamos sacar también un «Directorio sobre la oración». Hay ahora un cierto movimiento de acercamiento a la oración. Uno no ora porque no ha orado nunca, pero cuando uno comienza a orar y tiene una experiencia profunda, cada vez lo necesita más para su vida, para su relación social, para todo, es algo que necesitamos desde la fe. El tema de la oración lo hemos tratado el mes pasado en el encuentro de los delegados de liturgia, empezando a preparar ya ese directorio.