CIUDAD DEL VATICANO, 30 marzo 2003 (ZENIT.org).- En medio de los conflictos que padece el mundo en este momento, Juan Pablo II subrayó que el amor de Dios llega a todos los hombres sin excepción y debe impulsar a acoger al prójimo.
En su intervención antes de rezar la oración mariana del Ángelus este domingo, el Papa citó las palabras del Evangelio: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).
«Escuchamos este consolador anuncio en un momento en el que dolorosos enfrentamientos armados asechan la esperanza de la humanidad en un futuro mejor», dijo el Santo Padre ante de miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro, en el Vaticano.
De las palabras del Evangelio, se confirma que «el amor del Padre llega a todo ser humano que vive en el mundo», dijo el Papa.
«¿Cómo no ver el empeño que brota de una iniciativa así de Dios? –exclamó Juan Pablo II–. El ser humano, consciente de un amor tan grande, no puede no abrirse a una actitud de acogida fraterna hacia sus semejantes».
El supremo testimonio del amor de Dios por los hombres tuvo lugar en el sacrificio del Calvario, donde «Cristo murió y resucitó por nosotros, sellando con su sangre la nueva y definitiva Alianza con la humanidad».
Desde entonces, la Eucaristía hace memoria del sacrificio supremo de la Cruz. En este sacramento, «Jesús, Pan de vida eterna y verdadero “maná”, sostiene a los creyentes en el camino a través del “desierto” de la historia hacia la “tierra prometida”», explicó el Papa.
El Santo Padre concluyó su intervención con un llamamiento a la oración –acudiendo a la intercesión de María– por las víctimas de la guerra y para suplicar «la paz en Irak y en toda región del mundo».