CIUDAD DEL VATICANO, 2 mayo 2003 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha pedido reforzar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (NPT, por sus siglas en inglés) incluyendo procedimientos de control para evitar fraudes.
Es una de las reivindicaciones fundamentales que presentó el arzobispo Diarmuid Martin, observador permanente de la Santa Sede ante la sede de las Naciones Unidas en Ginebra, al intervenir ante la segunda sesión del Comité preparatorio de la VII Conferencia de examen del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, que tiene lugar en Ginebra del 28 de abril al 9 de mayo.
«La arquitectura del Tratado de No Proliferación debe reforzarse para asegurar la seguridad internacional –afirmó–. Esta arquitectura debe incluir un sistema de información efectivo, procedimientos de verificación, mecanismos para combatir fraudes, para obligar al cumplimiento de la ley».
«El final de la guerra fría no debería nunca hacernos minusvalorar las catastróficas consecuencias que causan el uso de las armas nucleares», afirmó monseñor Martin.
«Una así llamada «paz», basada en armas nucleares, no puede ser el tipo de paz que nosotros buscamos para el siglo XXI. La proliferación de armas nucleares sólo puede hacer cada vez más real la posibilidad de su utilización. Ningún Estado –grande o pequeño– puede justificar moralmente la escalada de este riesgo», añadió.
Por este motivo, el prelado presentó tres peticiones.
En primer lugar, afirmó que «la eliminación total de armas nucleares es la única garantía absoluta contra el uso o la amenaza que supone el uso de armas nucleares».
En segundo lugar, explicó que «la lucha contra el terrorismo requiere también reforzar el compromiso por integrar un programa de no proliferación nuclear y de desarme».
«La amenaza de ataques terroristas utilizando armas nucleares u otras armas de destrucción de masa debería unir a la comunidad de naciones para asegurar que se refuerce el Tratado de No Proliferación, piedra angular de un régimen de no proliferación», explicó.
En tercer lugar, concluyó, «nadie puede perder de vista el objetivo de la adhesión universal al Tratado. La presencia de armas de destrucción de masa en cualquier región del mundo representa, de hecho, una amenaza a largo plazo para la seguridad regional y global».