MADRID, 12 mayo 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- El sacerdote del Sagrado Corazón de Jesús José María Sánchez Cremades, director de la revista «El Reino del Corazón de Jesús», titulaba su último editorial «La permanente renovación de la vida religiosa».
En el artículo, el religioso dehoniano afirmaba que «La vida consagrada aparece como un misterio a los ojos de los creyentes, porque no se muestra con mucha claridad ni la razón última de la forma de vivir de los religiosos y religiosas, ni su engranaje natural en el tejido de la Iglesia, ni los objetivos específicos que justifican su razón de ser».
El ocultamiento de la identidad de la vida religiosa se debe entre otras causas a que la labor asistencial que antes era desempeñada casi exclusivamente por personas consagradas, hoy cae también en manos de laicos «entregados a la educación de la juventud o a la atención en hospitales y clínicas».
Por eso Cremades cree que «la figura del religioso y de la religiosa, como tal, se veía más claramente en tiempos pasados, en los que su residencia en numerosos pueblos y ciudades les hacía más presentes entre las gentes».
Según el religioso, «el desconocimiento de la vida religiosa» es una de las explicaciones a la carencia de vocaciones.
Este es el motivo, tal vez, por el que en tierras de misión, donde la figura del religioso es todavía altamente valorada, «las comunidades religiosas encuentran un filón de vocaciones entre los jóvenes, seducidos por el testimonio de los misioneros y misioneras que dejan casa, familia, comodidades y bienestar para anunciar el evangelio y socorrer humana y espiritualmente a personas necesitadas».
Sánchez Cremades recuerda que el documento «Caminar desde Cristo: un renovado compromiso de la vida religiosa en el tercer milenio», de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica habla de la «imaginación de la caridad», una fórmula que la Iglesia pide a los religiosos frente a los desafíos actuales.