«Construyamos juntos una Bolivia mejor», propone el episcopado

Mensaje final de la 76ª Asamblea Plenaria

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COCHABAMBA, 12 mayo 2003 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el mensaje difundido por el episcopado boliviano al término de la 76ª Asamblea Plenaria celebrada en Cochabamba del 2 al 7 de mayo.

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CONSTRUYAMOS JUNTOS UNA BOLIVIA MEJOR

Reunidos en Asamblea a los pocos días de la celebración solemne de los misterios de la muerte y resurrección del Señor, los Obispos de Bolivia nos dirigimos a nuestros fieles y a los hombres de buena voluntad de esta querida tierra, sostenida por la esperanza de una vida nueva que se fundamenta en la presencia del Resucitado – “Yo soy el que vive” (Apc 1,18) y, a la vez, marcada por tantos atentados contra la misma vida.

Nuestro deber y misión como Pastores es precisamente anunciar la esperanza que nos da Jesucristo, que es fuerza transformadora y palabra de aliento: ”Yo estaré con ustedes hasta el fin de la historia” (Mt 28, 20). Es un mensaje integral que transforma a toda la persona y a las relaciones de convivencia entre los seres humanos, extendiéndose, por tanto, a las realidades sociales, económicas, políticas y culturales.

Como en otras oportunidades hemos sido testigos del acontecer nacional de los últimos meses acompañando de cerca el pueblo con nuestro compromiso. Los sucesos dramáticos de febrero no han sido hechos aislados, sino un eslabón más de una cadena de manifestaciones de la profunda crisis que afecta al país. Ante esta constatación no podemos quedar indiferentes, ya que se corre el gran riesgo no sólo de que se repitan sino que se agudicen y broten explosiones y manifestaciones más luctuosas todavía. Nuestro anhelo y el de todo el pueblo boliviano es que semejantes sucesos no vuelvan a repetirse nunca más.

Además de los sentimientos de dolor e incredulidad, ha quedado en todos una sensación de desorden, inseguridad, anarquía, orfandad y vacío de poder. Se siente el peligro de disolución y disgregación de la sociedad, la imposición de la violencia y del autoritarismo, que ponen en riesgo la misma democracia conquistada con tanto sacrificio a lo largo de los últimos veinte años.

A estas causas se añaden otros hechos negativos que experimentamos cada día y que evidencian la magnitud de la crisis. Nos limitamos a señalar los más salientes: la pobreza creciente, la corrupción generalizada, la impunidad, la pasividad y el sentimiento de impotencia que impiden mirar al futuro con esperanza.

Sintiéndonos plenamente solidarios con la suerte de nuestra Patria, apelamos a la conciencia de cada uno de los ciudadanos para que hagamos una profunda reflexión sobre el rol que hemos jugado, el que en este momento estamos asumiendo y el que debemos proyectar para encontrar todos juntos los caminos que nos permitan salir de esta grave crisis. La situación exige mucha clarividencia, humildad, desprendimiento y entrega.

La tarea primera y urgente es salvar la institucionalidad democrática y profundizarla, no para mantener su formalidad, sino porque la democracia es el mejor medio que organiza el comportamiento político y social de todos sin excepciones y el que nos permitirá el logro de un desarrollo humano, justo y digno. Reconocemos que nuestra democracia todavía es incipiente, débil, limitada y poco participativa y que, por lo tanto, nos exige impulsar con audacia reformas estructurales y de fondo, y dar signos tangibles de esperanza al país.

Esto implica un firme rechazo de todas las formas y manifestaciones de violencia individual o colectiva, de autoritarismos o de individualismos mesiánicos y, a la vez, reclama la corresponsabilidad del Gobierno, de las instituciones del orden, de la oposición y de los diferentes sectores sociales y de los medios de comunicación en la construcción de un sistema político y social adecuado a nuestra realidad nacional.

En estos días, recordamos los 15 años de la visita del Santo Padre Juan Pablo II a Bolivia. Retomamos sus palabras proféticas pronunciadas en esa oportunidad y que recobran actualidad, como un llamado a la responsabilidad de todos y cada uno, conforme al rol y tarea que la sociedad le ha asignado: “Será competencia de las clases políticas la búsqueda de espacios de diálogo y comprensión, la promoción de los valores humanos y la defensa de sus derechos, aún en los casos de máxima conflictividad. El esfuerzo por una Bolivia renovada, que supere las causas de un pasado marcado por la permanente inestabilidad, es tarea de todos en un pluralismo legítimo y solidario” (Encuentro con el mundo intelectual y dirigencia Santa Cruz, 12 de mayo de 1988).

– Al Gobierno pedimos que actúe con mayor prontitud y claridad en la toma de decisiones y que tenga en cuenta que los problemas que nos afligen tienen que ver más con las necesidades de un país pobre que con las imposiciones del exterior.

– A los sectores de oposición queremos recordarles que la actitud beligerante no es constructiva y que, aunque nuestra democracia es débil e imperfecta, hay que apoyarse en las normas de institucionalidad democrática que tenemos, partiendo de ellas para mejorarla.

– A los dirigentes instamos que antepongan siempre los intereses del país y el bien común a los propios intereses personales o de grupo y que muestren una actitud de apertura constructiva y de concertación.

– A todo nuestro pueblo, aún conscientes de que está sufriendo las consecuencias de una agobiante pobreza, le animamos una vez más a que no se deje llevar por la desesperación e impaciencia y que asuma un papel activo en el arduo y largo proceso de superación de las causas de los problemas que agobian el país.

En este contexto de corresponsabilidad y desde nuestra misión de Pastores, reafirmamos el propósito decidido de apoyar todos los esfuerzos e iniciativas en favor de un reencuentro nacional, fundamentado en el diálogo sincero, la concertación de los distintos sectores y la búsqueda de soluciones concretas que permitan construir un proyecto común de sociedad, justa y pacífica, en la que todos los bolivianos podamos vivir conforme a la dignidad de hijos de Dios.

No nos corresponde a nosotros, como Iglesia y mucho menos a los Pastores, solucionar los problemas del país, sino más bien alentar y animar a los ciudadanos a que lo hagan desde su propio compromiso político y social. Nuestra tarea es orientar estos esfuerzos desde la Palabra de Dios.

Durante estos días los cristianos hemos vivido los acontecimientos esperanzadores de la Semana Santa que marcan nuestra existencia, llamándonos a la conversión y a una vida nueva. No tienen que ser palabras vacías, tienen que hacerse realidad, convencidos de que la fe debe traducirse en vida.

Apoyándonos en la Palabra de Dios, que nos dice – “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los albañiles; si el Señor no protege la ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Sal. 127, 1) – ponemos este proyecto en manos del Señor.

Convocamos a una “Campaña Nacional de Oración por la Paz”, a celebrarse el domingo 25 de mayo en todas nuestras comunidades y parroquias. Invitamos encarecidamente a todo el Pueblo de Dios – sacerdotes, Vida Consagrada, Comunidades Eclesiales de Base, Movimientos Apostólicos, laicos -, especialmente a los que tienen responsabilidades en la sociedad, a que todos juntos nos unamos en esta campaña de oración, para que en Bolivia alcancemos una paz cimentada en la justicia, la verdad, el amor y la libertad. Con especial respeto y cercanía invitamos también a nuestros hermanos de las Iglesias Cristianas a que se unan a esta oración.

El mes de mayo es dedicado, en nuestra Iglesia en Bolivia, a honrar y venerar a la Virgen María. Con la confianza de hijos ponemos bajo su amparo y protección todos estos propósitos, seguros de ser escuchados. Que María Reina de la Paz interceda por nosotros.

Cochabamba, 7 de mayo de 2003

LOS
OBISPOS DE BOLIVIA

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ZENIT Staff

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