CIUDAD DEL VATICANO, 18 mayo 2003 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Juan Pablo II este domingo a mediodía al concluir la canonización de cuatro nuevos santos en el día en que cumplía 83 años.
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1. Antes de concluir esta solemne celebración, os dirijo un cordial saludo a vosotros, queridos hermanos y hermanas, que la habéis enriquecido con vuestra participación fervorosa y festiva. Doy las gracias a los señores cardenales y obispos presentes, a los sacerdotes, a las numerosas religiosas –especialmente a las que pertenecen a los institutos fundados por los nuevos santos– y a todos los fieles provenientes de Italia, Polonia y otros países.
Deseo expresaros también viva gratitud a cada uno de vosotros por los sentimientos de afecto que habéis querido manifestarme en este día de mi cumpleaños. De manera particular, doy las gracias al cardenal Joseph Ratzinger, que al inicio de la santa misa, haciéndose intérprete de los sentimientos comunes, ha presentado las felicitaciones de parte de todos. Dirijo un deferente y agradecido saludo a las autoridades que han querido estar presentes en esta ocasión. Y quisiera que mi «gracias» se extendiera a quienes, de diferentes maneras, han enviado mensajes de felicitación y testimonios de estima. A todos y cada uno os pido que sigáis rezando para que Dios me ayude a cumplir fielmente la misión que me ha confiado».
2. [Hablando en polaco, el Papa continuó diciendo:]
Deseo agradecer cordialmente a mis compatriotas la presencia en esta liturgia. Estoy contento de que nuestros nuevos santos hayan reunido aquí a un número tan grande de polacos. Que su protección e intercesión os acompañen siempre. Invoco esta protección e intercesión sobre todo para sus hijas espirituales: las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y las Religiosas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante. Queridas hermanas, promoved ampliamente el culto de vuestros fundadores para la gloria de Dios y para el bien espiritual de los fieles.
Doy gracias al señor presidente y a las personas que le acompañan por su elocuente presencia de hoy. Saludo a la Iglesia en Polonia junto al primado y a todos mis compatriotas.
Os doy las gracias de todo corazón por vuestro recuerdo y sobre todo por vuestras oraciones por mis intenciones y por mi servicio a la Iglesia. ¡Que Dios os lo pague!
3. [Volviendo a hablar en italiano, concluyó:]
Dirijámonos ahora a María, en unión espiritual con los santos recién canonizados, que siempre se encomendaron a ella con filial confianza. Agradecido por el don de la vida, vuelvo a entregar hoy a la Virgen mi existencia y el ministerio que la Providencia me ha llamado a realizar. A vosotros, queridos hermanos y hermanas, os pido que me apoyéis con la oración, mientras os invito a invocar a la Virgen Santa con el canto del «Regina Caeli».
[Traducción del original italiano y polaco realizada por Zenit]