La inagotable misión de Juan Pablo II según Navarro-Valls

Entrevista con el portavoz de la Santa Sede

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CIUDAD DEL VATICANO, 29 mayo 2003 (ZENIT.org).- Con 83 años, y a pocos meses de cumplir 25 como Papa, Juan Pablo II lleva a cabo su ministerio con una intensidad creciente y ha demostrado que ha sabido asumir las limitaciones propias de su edad.

En esta entrevista del diario italiano La Stampa, el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, reveló los detalles de la vida del Santo Padre, sus mayores preocupaciones y los episodios más significativos poco antes de que celebrara su cumpleaños el 18 de mayo pasado.

–Hace algunos años, antes del 2000, usted afirmó que el pontificado de Juan Pablo II era un pontificado en ascenso. ¿Diría lo mismo ahora?

–Joaquín Navarro-Valls: ¿Con qué parámetro se puede juzgar la orientación –ascenso, descenso— del pontificado? No veo otra cosa que no sea su misión pontificia: la apertura de perspectivas de trascendencia, de bondad y de responsabilidad a nuestra época. Y desde este punto de vista repetiría que estamos en un ascenso que tiende a hacerse aún más rápido. Es curioso, pero después de 25 años de pontificado, Juan Pablo II no ha agotado el repertorio temático. Menos aún ha consumido el patrimonio de las iniciativas pastorales.

–Como una de las personas más cercanas a Juan Pablo II, ¿podría describir un día normal en la vida del Papa? ¿No debería descansar más?

–Joaquín Navarro-Valls: Su jornada habitual incluye un volumen de trabajo muy superior al que haría normalmente un joven de veinte años. Todos los días hay audiencias, encuentros, discursos, naturalmente en muchos idiomas diferentes. También hay horas de trabajo con sus colaboradores o reuniones interdicasteriales para estudiar algún tema que necesite mayor profundización. Además, están los almuerzos y las cenas, otra forma de trabajo, donde nuevas cuestiones se estudian en un clima informal. Y esto es así todos los días, incluidos los sábados. El domingo, con frecuencia se programan largas ceremonias en la Plaza, tales como las canonizaciones.

En ocasiones he mencionado que el Papa, aunque habla inglés brillantemente, no conoce el significado de la palabra «week-end». Pienso que los viajes, a pesar del esfuerzo que conllevan, tal vez representan un alivio a estas jornadas habituales, en las que igualmente se introducen horas –en plural– de oración personal. Precisamente de estas horas procede la fuerza que da al resto serenidad y buen humor, del que Papa no carece, ciertamente…

–Hace meses, circularon hipótesis de dimisión. El Papa ha dado a entender que continuará su misión hasta que Dios quiera. ¿Es un propósito aún en vigor?

–Joaquín Navarro-Valls: Esas hipótesis no tenían una justificación objetiva. Nunca he oído al Santo Padre una alusión, directa o indirecta, en este sentido. El pontificado no es comparable a otros ministerios o funciones… Además, aunque teóricamente y en abstracto se puede estudiar el tema a nivel académico, no veo las razones que plantearían el problema a nivel práctico. Decíamos antes que se trata de un pontificado en ascenso; para este año, ya están programados cinco viajes al extranjero, además de la visita a Pompeya.

–Hace semanas que se utiliza una silla especial para aliviar la fatiga en la rodilla derecha del Papa. ¿Cómo han logrado convencer a Juan Pablo II para que la utilice?

–Joaquín Navarro-Valls: Una de las cosas más extraordinarias y conmovedoras en estos años es el modo en que el Papa ha sabido asumir las inevitables limitaciones físicas. Lo que habría podido ser un impedimento, un obstáculo al desarrollo del trabajo pastoral, en cambio ha sido integrado perfectamente en su actividad. Casi se podría decir que esos achaques se han convertido en un instrumento más que en una limitación.

En su carta a los ancianos, escrita hace algunos años, el Papa decía que «a pesar de las limitaciones que la edad me ha traído, siento aún el gusto por la vida». Con un espíritu así, ¿qué importancia tiene una silla? Unos años atrás, después de que le hubiera sido implantada una prótesis y con dificultad de movimientos, un obispo en visita a Roma dijo al Papa: «Santo Padre, no se preocupe, la Iglesia no se gobierna con una pierna». Este comentario hizo reír al Papa. Así que se podría decir algo similar: no se gobierna la Iglesia con una silla, pero desde una silla se puede.

–Hemos contemplado con cuánta angustia y fuerza el Papa intentó impedir la guerra en Irak. Parece que desde el Gran Jubileo hasta hoy en sus palabras la preocupación por el futuro se ha acentuado. ¿Es una percepción fundada? ¿Qué alimenta el ansia del Papa?

–Joaquín Navarro-Valls: La preocupación por el futuro y por el presente. En todo el mundo, también más allá de la geografía católica, se ve al Papa como la más alta autoridad moral. Ello se observa en cada ocasión en que se plantea un gran tema ético a la humanidad actual. En el caso de la guerra –de las guerras, porque hay más de una–, hay quien opina que como no se evitó, se debe hablar de una derrota. Pero no es así. La validez de los juicios éticos no hay que medirla en términos utilitaristas. Los juicios éticos son necesarios, y mucho, para sensibilizar la conciencia moral. Contribuyen a la verdad de las cosas. El Papa vuelve a menudo sobre los grandes temas de la violencia porque éstos alimentan su ansia: violencia a la dignidad humana, violencia a la vida que debería nacer, violencia al derecho fundamental de la libertad de conciencia, violencia en cualquier forma en que ésta se manifieste –y que no siempre es en situaciones de guerra–.

–Usted está al lado de Juan Pablo II desde hace lustros. ¿Puede relatarnos algún episodio que le parezca particularmente significativo?

–Joaquín Navarro-Valls: Cada episodio, además de su significado objetivo, tiene una lógica especial para cada persona. El año pasado, después del extenuante viaje a Canadá, Guatemala y México, y tras el de Polonia, el Papa tuvo algunos días disponibles en Castelgandolfo. Entonces reabrió un «capítulo cerrado» –así lo había llamado— de su vida: la poesía. Y comenzó a escribir en esta forma literaria. Sin duda empleó imágenes, impresiones y sobre todo reflexiones que había acumulado con anterioridad. Y surgió el libro «Tríptico Romano» que se está editando en diferentes idiomas. En sus páginas se encuentra la misma densidad y frescura de su obra poética de cincuenta años atrás, pero a la vez todo es nuevo: los temas, el ritmo, incluso el dramatismo lírico. Para mí, esta vuelta del Papa a la poesía es significativa. Me conmueve, porque vuelve a utilizar nuevos recursos expresivos no por experimentalismos literarios, sino para manifestar de otra manera el mismo mensaje del que el Papa está colmado.

¡Un Papa, un hombre anciano, con algunos achaques, con poquísimo tiempo para sí mismo, que toma papel y lápiz y escribe poesías! Poesía audaz, rica, que habla del amor humano como su fuera un juglar, y del amor de Dios como un místico. Repito: ello me conmueve. Creo que es algo importante.

[Adaptación y traducción del original italiano realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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