La historia, la creación y la revelación; lenguajes de Dios según el Papa

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Medita durante la audiencia general en el Salmo 147

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CASTEL GANDOLFO, 20 agosto 2003 (ZENIT.org).- Dios se manifiesta en la creación, en la historia, y en su revelación –la Escritura–, constata Juan Pablo II, invitando por este motivo a cada creyente a elevar con su vida un canto de alabanza.

Se trata de «dones de su amor diferentes, pero convergentes» aclaró al encontrarse con 3.500 peregrinos que participaron en la audiencia general de este miércoles celebrada en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, donde el Papa transcurre este verano.

El pontífice dedicó su intervención a meditar en la segunda parte del Salmo 147, «Glorifica al Señor, Jerusalén», alabanza poética dirigida a Dios por el pueblo de Israel tras el exilio de Babilonia (siglo VI a. c.) y la reconstrucción de la Ciudad Santa, que volvía a convertirse en símbolo de paz.

Como se ve en esta vicisitud del pueblo de Israel, Dios habla a través de la historia, constató el Papa, pero lo hace también con otros lenguajes, como es el de la creación.

La composición bíblica dibuja a continuación una poética escena invernal, en la que la nieve es comparada a la lana, la escarcha al polvo del desierto, el granizo a migajas de pan echadas al suelo, y se asiste con maravilla a la fuerza del hielo que bloquea el crecimiento de la vegetación.

Este «cuadro invernal que invita a descubrir las maravillas de la creación» se hace todavía más elocuente, siguió diciendo el obispo de Roma, cuando reaparece la primavera: «el hielo se deshace, el viento caluroso sopla y hace discurrir las aguas, repitiendo así el perenne ciclo de las estaciones y, por tanto, la misma posibilidad de vida para hombres y mujeres».

«Por tanto –explicó el Papa–, el señor actúa con su Palabra no sólo en la creación, sino también en la historia. Se revela con el lenguaje mudo de la naturaleza, pero se expresa de manera explícita a través de la Biblia y a través de su comunicación personal por medio de los profetas y en plenitud por medio del Hijo».

«Por este motivo –concluyó– todos los días debe elevarse hacia el cielo nuestra alabanza. Es nuestro gracias, que florece desde la aurora en la oración de Laudes para bendecir al Señor de la vida y de la libertad, de la existencia y de la fe, de la creación y de la redención».

Juan Pablo II continuó de este modo con la serie de meditaciones semanales que viene ofreciendo desde el 28 de marzo de 2001. Pueden leerse en la sección de la página web de Zenit «Audiencia del miércoles».

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ZENIT Staff

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