CASTEL GANDOLFO, 31 agosto 2003 (ZENIT.org).- Las lágrimas de la Virgen María constituyen un llamado a la conversión y a la paz, en particular para Oriente Medio y África, considera Juan Pablo II.
El Santo Padre recordó este domingo, al encontrarse con los peregrinos que participaron en la oración mariana del «Angelus», el quincuagésimo aniversario del día en que una imagen de la Virgen lloró en Siracusa, localidad de la isla de Sicilia (Italia).
El 29 de agosto de 1953, en la modesta casa de Antonia y Angelo Iannuso, un cuadro de yeso, en el que se representa en relieve el corazón inmaculado de María, derramó lágrimas.
El prodigioso fenómeno, que después sería oficialmente reconocido por los obispos de Sicilia, se prolongó durante los tres días sucesivos hasta el 1 de septiembre, atrayendo entonces la atención de los periódicos de todo el mundo.
El 1 de septiembre de 1953 una comisión de médicos y científicos logró recoger un centímetro cúbico de del líquido que manaba de los ojos de la Virgen. El estudio científico concluyó asegurando que su composición es análoga a la de las lágrimas humanas.
Esas lágrimas hoy se encuentran conservadas en un relicario que ha recorrido las parroquias de Sicilia durante este Año Mariano extraordinario, que este lunes se concluye, proclamado para recordar lo que el Papa calificó de «un acontecimiento tan sorprendente».
Entre los presentes en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo se encontraba un grupo de peregrinos de Siracusa que presentaron a Juan Pablo II –para que la bendijera– una corona de oro que será colocada sobre la Virgen.
«¡Qué misteriosas son estas lágrimas!», reconoció el Santo Padre. «Hablan de dolor y ternura, de consuelo y de misericordia divina. Son el signo de una presencia materna, y un llamado a convertirse a Dios, abandonando el camino del mal para seguir fielmente a Jesucristo».
El pontífice concluyó con una oración dirigida a la «dulce Virgen de las Lágrimas» con la que puso en sus manos a la Iglesia y al mundo entero.
«Mira a quien tiene necesidad de perdón y reconciliación, suscita concordia en las familias y paz entre los pueblos», imploró. «Enjuga las lágrimas que el odio y la violencia provocan en muchas regiones de la tierra, especialmente en Oriente Medio y en el continente africano».
«¡Que tu llanto, Madre, sea prenda de conversión y de paz para todos tus hijos!», concluyó.
En recuerdo de las lágrimas de María, surge hoy en Siracusa un santuario. Su página web en italiano se encuentra en http://www.diocesi.siracusa.it/htm/santuar.html.