ST. AUGUSTINE, Florida, 15 de noviembre de 2003 (ZENIT.org).- Publicamos una carta pastoral en defensa de la enseñanza de la Iglesia sobre la anticoncepción, publicada por monseñor Victor Galeone, obispo de St. Augustine (Florida). La carta ha sido ligeramente adaptada para esta publicación.
El Matrimonio: una comunión de vida y amor
Carta Pastoral de Mons. Victor Galeone
Obispo de Saint Augustine, Florida
Hermanos y hermanas en el Señor,
1. Algunas legislaciones de estados están considerando leyes que podrían redefinir el matrimonio como la unión estable de dos adultos sin importar el género. Tal legislación equipararía las uniones del mismo sexo con el matrimonio tradicional. Además, continúan extendiéndose los divorcios hasta el punto que las parejas pueden ahora lograr un divorcio de buena fe por internet con un coste de 50 a 300 dólares.
Estos últimos avances son meros síntomas de un desorden sumamente más serio. Hasta que no se afronte la raíz de tal desorden, me temo que continuará cosechando frutos de matrimonios fallidos y empeorando el comportamiento sexual en todos los ámbitos de la sociedad.
¿El desorden? La anticoncepción. La práctica está tan extendida que envuelve al 90% de las parejas casadas en algún momento de su matrimonio, implicando a todas las denominaciones. Puesto que uno de las principales funciones del obispo es enseñar, os invito a reconsiderar lo que la Iglesia afirma sobre este tema y, lo más importante, por qué.
I. El plan de Dios para el matrimonio.
2. La gran mayoría de la gente de hoy en día considera la anticoncepción un tema fuera de discusión. De manera que etiquetarla como un desorden suena a gran exageración. Y revisarla se parece a estudiar algo que cae en el vacío. Pero la anticoncepción es un tema a considerar, un tema absolutamente vital. Para comprender por qué está mal, es necesario primero entender lo que Dios consideró originalmente que debía ser el matrimonio. En los primeros capítulos del Génesis aprendemos que Dios mismo diseña el matrimonio con un propósito doble: para comunicar vida y amor.
3. Hay dos relatos de la creación en el libro del Génesis. El primer relato tiene lugar en capítulo primero: «Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó» (1). El siguiente versículo contiene el primer mandamiento dado por Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra». Vemos así que el primer propósito de Dios para el matrimonio es el dar vida.
Sin el amor que envuelve a marido y mujer, la vida humana dejaría de existir en esta tierra. En el segundo relato de la creación en Génesis 2, aprendemos que el otro propósito que Dios tiene para el matrimonio es el dar amor: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada» (2). Sí, Dios piensa en el marido y la mujer para que sean amigos íntimos, apoyándose el uno en el otro en el amor mutuo y duradero. En consecuencia, el matrimonio existe para comunicar vida y amor.
4. Los dos propósitos del matrimonio están mutuamente interconectados hasta ser inseparables. Primero, hay que recordar que Jesús eliminó la posibilidad del divorcio al aplicar estas palabras a la unión del hombre y de la mujer: «Los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre» (3).
En otras palabras, los esposos forman una entidad orgánica, como la cabeza y el corazón – no mecánica, como la cerradura y la llave. La separación de la cabeza o del corazón del cuerpo –al contrario que la retirada de una llave de su cerradura- provoca la muerte del organismo. Así ocurre también con el divorcio. Asimismo, ha sido Dios quien ha combinado los aspectos del matrimonio de dar amor y dar vida en uno y en el mismo acto.
Por lo tanto, no podemos separar a través de la anticoncepción lo que Dios unió en el acto conyugal más de lo que podemos separar a través del divorcio lo que Dios unió en la misma unión matrimonial (4).
II. El lenguaje corporal del amor conyugal.
5. Antes de examinar lo que la Iglesia enseña sobre la anticoncepción, quisiera hacer una digresión por un momento. Según el Papa Juan Pablo II, Dios pensó que el amor matrimonial se expresara en un lenguaje especial – el lenguaje corporal del acto sexual (5). De hecho, la comunicación sexual utiliza muchos de los mismos términos que utiliza la comunicación verbal: cópula, conocer (carnalmente), concebir, etc… (6). Con esto en mente, vamos a plantear algunas preguntas:
— ¿Es normal que una esposa se ponga auriculares mientras escucha a su marido?
— ¿Es normal que un marido se tape la boca con la mano, mientras habla con su esposa?
Estos ejemplos son tan anormales que parecen absurdos. ¿Si tal comportamiento resulta anormal para la comunicación verbal, por qué toleramos que una esposa use un diafragma o la píldora, o un marido utilice un condón durante la comunicación sexual?
6. Todavía peor, ¿cómo se puede justificar que un marido sufra la intervención de un cirujano en sus robustas cuerdas vocales, o a una esposa se le quiten los tímpanos quirúrgicamente? En el área de la comunicación sexual, ¿en qué se diferencian estos horroríficos ejemplos de una vasectomía o de una ligadura de trompas?
¿No es tarea de un cirujano el quitar un órgano sólo cuando está enfermo y amenaza la vida humana? ¿Si los testículos o los ovarios no están enfermos, sobre la base de qué estamos frustrando su propósito? ¿Podría ser que estemos adoctrinados por la cultura de la muerte por lo que consideramos ahora que un bebé es una enfermedad, de la que nos debemos inmunizar a través de la esterilización?
7. ¡Sí, hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios! Jesús nos reveló la vida interna de Dios como una Trinidad de personas. Por consiguiente, el lenguaje del cuerpo de la unión conyugal entre un hombre y una mujer debe reflejar la propia vida interna de Dios, el amor mutuo entre el Padre y el Hijo, que es la persona del Espíritu Santo. Desde la primera página hasta la última, la Biblia es una historia de amor.
Comienza en el Génesis con el matrimonio de Adán y Eva y termina en el libro del Apocalipsis con el banquete festivo del Cordero – el matrimonio de Cristo y su Esposa, la Iglesia. Desde toda la eternidad Dios anhela darse a nosotros en matrimonio. Nadie ha expresado este hecho de modo más gráfico que el profeta Isaías: «Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios» (7).
San Pablo embelleció este tema cuando escribió: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella» (8). ¿Cómo se entregó Cristo por su Iglesia? Totalmente – ¡hasta la última gota de sangre! No recibió nada a cambio. ¿Si los maridos han de amar a sus esposas como Cristo amó, pueden recibir algo? ¿Ni siquiera la fertilidad?
III. Anticoncepción: diciendo mentiras con nuestros cuerpos.
8. Puesto que Dios formó nuestros cuerpos macho y hembra para comunicar tanto la vida como el amor, cada vez que un marido o una esposa frustra deliberadamente este doble propósito por medio de la anticoncepción, están diciendo una mentira. El lenguaje del cuerpo del acto conyugal dice, «Yo soy todo tuyo», pero el dispositivo anticonceptivo agrega, «excepto en cuanto a mi fertilidad».
En términos reales, se están mintiendo el uno al otro con sus cuerpos. Incluso pero, están usurpando tácitamente el papel de Dios. Frustrando el propósito del abrazo de amor conyugal, están diciendo a Dios: «Puedes haber hecho nuestros cuerpos para ayudarnos a transmitir la vida a un alma inmortal, pero has cometido un error – un error que intentamos corregir
. Tú puedes ser Señor de nuestras vidas – pero no de nuestra fertilidad».
9. Hace 35 años, Pablo VI dijo en esencia la misma cosa cuando publicó su encíclica «Humanae Vitae»: «Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido, y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador» (9).
El Papa Pablo condenó toda forma de anticoncepción como impropia de la dignidad de la persona humana. Surgió contra su enseñanza una oleada de disentimiento enfadado. Católicos y no católicos regañaron a la par «al viejo célibe del Vaticano» por haberse equivocado al leer los signos de los tiempos y obstaculizar así la entrada plena de la Iglesia en la era moderna. Pero el Santo Padre estaba simplemente exponiendo la enseñanza de la Iglesia que no ha tenido cambios desde sus comienzos, mantenida por todas las denominaciones cristianas hasta que la Iglesia anglicana hizo la primera ruptura en la Conferencia de Lambeth en 1930 (10). En esencia – aunque no lo expresara con estas palabras exactas- estaba declarando: «No es un derecho del hombre el separar lo que Dios ha unido. Intentar hacerlo podría al hombre en el lugar de Dios, y atraería una serie de males indecibles sobre la sociedad».
10. Muchos se mofaron de las consecuencias calamitosas que el Papa Pablo predijo si se extendía la anticoncepción. Entre sus predicciones estaban: 1) aumento de la infidelidad conyugal; 2) Descenso general de la moralidad, especialmente entre los jóvenes; 3) maridos que ven a sus esposas como meros objetos sexuales; y 4) gobiernos forzando a su gente a programas masivos de control de nacimientos.
Treinta y cinco años más tarde el paisaje moral se presenta con la rígida realidad siguiente: 1) El porcentaje de divorcio se ha triplicado. 2) El número de enfermedades de transmisión sexual ha aumentado de 6 a 50. 3) La pornografía gana más que todas las entradas de deportes profesionales y entretenimientos legítimos en conjunto. 4) En el tercer mundo se fuerza a la esterilización a mujeres sin que lo sospeche, con la política de un niño por pareja de China en la vanguardia. Hoy, incluso los críticos de la «Humanae Vitae» admiten que su enseñanza fue profética (11).
11. Muchos católicos que hacen uso de los anticonceptivos sostienen que no están haciendo nada malo puesto que están obedeciendo a los dictados de su conciencia.
Después de todo, ¿no enseña la Iglesia que debemos seguir nuestra conciencia para decidir si un comportamiento es correcto o erróneo? Sí, eso es verdad teniendo en cuenta que tenemos una conciencia rectamente formada. Debemos todos conformar nuestras conciencias individuales con la ley natural y los Diez Mandamientos, de la misma manera que ajustamos nuestros relojes con la hora solar (el horario de Greenwich). Si un reloj va demasiado rápido o demasiado lento, pronto nos dirá que es hora de acostarnos cuando esté amaneciendo. Y decir que debemos acomodar nuestras conciencias individuales a comportamientos que contradicen claramente la ley de Dios es lo mismo que decir que debemos ajustar nuestras vidas al reloj, cuando nos está diciendo que la noche es el día (12).
IV. La planificación familiar natural: diciendo la verdad con nuestros cuerpos.
12. Me temo que mucho de lo que he dicho parece muy crítico con las parejas que utilizan anticonceptivo. En realidad, no las estoy culpando de lo que ha ocurrido en las últimas décadas. No es un fallo suyo. Con raras excepciones, debido a nuestro silencio somos los obispos y sacerdotes los culpables (13).
Una carta que recibí de un joven padre el año pasado es ejemplo de muchas otras: «Al inicio de nuestro matrimonio, Jan y yo utilizamos anticoncepción artificial como todos los demás. La cultura de hoy en día nos decía que era una cosa normal el hacerlo. Conocíamos las enseñazas ‘oficiales’ de la Iglesia contra ella, pero no se nos enseñó el porqué. Incluso hicimos que los sacerdotes nos dijeran que era una decisión personal, si sentíamos la necesidad de usar la anticoncepción, estaba bien. Pero las parejas necesitan que se les enseñe porqué la anticoncepción está mal. Nunca se nos enseñó que la píldora es un abortivo, que posiblemente puede abortar a un niño (recién concebido) sin que lo sepamos. No se nos enseñó que el control artificial de nacimientos es un obstáculo para construir un matrimonio sano. No sabíamos que había una alternativa más sana, aprobada por la Iglesia, al control artificial de nacimientos».
13. Mientras que la anticoncepción siempre es incorrecta, hay una forma moralmente aceptable para que las parejas casadas espacien sus hijos – la planificación familiar natural. Las parejas pueden regular los nacimientos al abstenerse del acto conyugal durante el periodo fértil de la mujer. Los instructores de la planificación familiar natural enseñan a las parejas cómo identificar los días fértiles, que pueden durar entre 7 y 10 días por ciclo.
La planificación familiar natural tiene algunas ventajas: es científicamente sana, no tiene efectos secundario dañinos, y no exige coste alguna tras los gastos iniciales de material. Los estudios han demostrado que la planificación familiar natural, cuando se sigue cuidadosamente, puede tener una efectividad en retrasar el embarazo del 99%. Esto equivale a la píldora y es mejor que cualquier método de barrera. Lo mejor de todo, mientras se cumple con la voluntad de Dios, el marido y la mujer descubren las funciones hermosamente formadas de su fertilidad, aumentan su intimidad, y profundizan en el amor del uno por el otro.
14 ¿Pero en qué se diferencia la planificación familiar natural de la anticoncepción? ¿Y por qué tanta incomodidad, si el objetivo es el mismo? Para entender la diferencia, uno debe tener en cuenta que tener una recta intención para una acción no justifica siempre los medios.
Por ejemplo, dos parejas distintas quieren sacar adelante a sus familias. La primera pareja lo hace a través de un empleo legítimo, mientras que la otra lo hace traficando con drogas ilegales. O dos personas quieren perder peso. La primera lo lleva a cabo sometiéndose a una estricta dieta, mientras que la otra persona come en exceso y luego se induce el vómito. O para volver a nuestra analogía del lenguaje del cuerpo. Decir que la planificación familiar natural no se diferencia de la anticoncepción es como decir que quedarse callado es lo mismo que decir una mentira.
Pablo VI expresó la misma idea de modo más poético: «Usufructuar, en cambio, el don del amor conyugal respetando las leyes del proceso generador significa reconocerse no árbitros de las fuentes de la vida humana, sino más bien administradores del plan establecido por el Creador» (14).
15. ¿Qué pensaría usted de un científico que descubriera la cura contra el cáncer pero rechazara el divulgarla? ¿De cara al cáncer espiritual que ataca hoy a la familia, cómo puede uno explicar la reticencia de nosotros, obispos y sacerdotes, al predicar la buena nueva de la enseñanza plena de la Iglesia sobre el amor y la vida matrimonial?
Considere esta estadística: hoy en día al menos el 30% de todos los matrimonios acaban en divorcio, en comparación de sólo el 3% de quienes utilizan la planificación familiar natural. Desde que se vulgarizó el uso de la anticoncepción a principios de los sesenta hasta el presente, ha habido un aumento, en correspondencia, en la incidencia de divorcios. ¿Cómo se explica un aumento tan dramático de matrimonios fallidos? Como veíamos en el parágrafo 4, separa lo que Dios ha unido en el acto conyugal por medio de la anticoncepción acaba teniendo repercusiones en lo que Dios ha unido en la unión matrimonial – es decir, el divorcio. La solución es clara. Lo que se necesita es valor.
16. Para ir en contra del silencio que
rodea la enseñanza de la Iglesia en esta área, como vuestro obispo, pido que las siguientes directrices se pongan en práctica en nuestra diócesis:
— Todos los ministros de pastoral deberían estudiar el mensaje liberador de la «teología del cuerpo» de Juan Pablo II para compartirlo con los demás (16).
— Los confesores deberían familiarizarse con el «Vademécum para Confesores sobre algunos Aspectos de la Moralidad en la Vida Conyugal».
— Cuando sea apropiado, los sacerdotes y diáconos deberían presentar en sus homilías la enseñanza de la Iglesia que trata del matrimonio, incluyendo por qué el comportamiento anticonceptivo es incorrecto.
— La adecuada instrucción sobre planificación familiar natural se convierte en parte integrante de todos los programas de preparación al matrimonio.
— La instrucción en nuestras escuelas superiores, grados superiores en las clases de educación religiosa, y las clases RCIA deberían enseñar con claridad la inmoralidad de aquellas formas de comportamiento sexual condenadas por la Iglesia, incluyendo la anticoncepción.
17. Para finalizar, quisiera citar un artículo de Roberta Roane que apareció en el National Catholic Reporter. Ella comenzaba afirmando: «Sí, yo estaba viva y era fértil en 1968. Tenía 19 años y sabía que la píldora era un don de Dios y la ‘Humanae Vitae’ algo verdaderamente carcamal. La píldora iba a eliminar los embarazos adolescentes, la desarmonía conyugal y los problemas de población mundial…» Tras relatar su odisea de tener tres hijos mientras cambiaba de la píldora, al DIU, a los condones, continúa:
«Finalmente, mi marido y yo llegamos a un momento crucial. En un momento muy bajo en nuestro matrimonio, encontramos a grandes personas que nos impulsaron a dar de verdad nuestras vidas al Señor y ser castos en nuestro matrimonio».
«Aquello ventiló nuestras mentes. Pensamos que eso significa ‘fuera sexo’. Eso no es lo que significa. Significa respetar la unión corporal como un acto sagrado. Significa actuar como una pareja con amor, una pareja con sagrado temor, no como una pareja de gatos en celo. Para mi marido y para mía, significa la planificación familiar natural… y no les quiero engañar, es una disciplina difícil. La planificación familiar natural y una actitud casta hacia el sexo en el matrimonio nos abrieron un mundo nuevo. Nos llevó a mi marido y a mí a un camino que es tan profundo, tan sólido, que es difícil de describir. Algunas veces resulta difícil, pero eso nos hace incluso estar más cercanos. Nos reverenciamos mutuamente. Y cuando estamos juntos, somos como recién casados».
«Es triste decirlo, he cumplido los 35 años cuando me he dado cuenta finalmente de que la Iglesia tenía razón en todo. No la Iglesia que presenta Charli Curran y que se podría definir como «sé sincero y sigue adelante», sino la Iglesia verdadera, la Iglesia que hemos encontrado en la Couple to Couple Leage, la Iglesia católica».
«La Iglesia tiene razón sobre la anticoncepción («apesta»), tiene razón sobre el matrimonio (es un sacramento), tiene razón sobre la felicidad humana (fluye-no, inunda cuando abrazas la voluntad de Dios). Nos ha hecho profundos. Ha abierto nuestros corazones al amor» (17).
Roberta Roane está repitiendo simplemente lo que San Pablo dijo hace muchos siglos: «¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo» (18).
NOTAS
(1) Génesis 1:27. La Escritura siempre considera a los niños una bendición (Salmos 127:3) y la esterilidad una deshonra (Lucas 1:25).
(2) Génesis 2:18.
(3) Marcos 10:8,9.
(4) John F. Kipley desarrolla este tema en «Birth Control and Christian Discipleship», CCL, Cincinnati, 1994.
(5) «Teología del Cuerpo», Audiencias de los Miércoles, 5 de marzo de 1980.
(6) El significado inicial de la cópula es un «intercambio de pensamientos». En tiempos de Shakespeare se acostumbraba a utilizar el verbo saber como un eufemismo de tener relaciones sexuales. Concebir todavía se aplica tanto a la comunicación sexual como a la verbal: «Concibió su primer hijo» / «No puedo concebir cómo ha ocurrido».
(7) Isaías 62:5.
(8) Efesios 5:25.
(9) «Humanae Vitae», No. 12.
(10) John F. Noonan, en su señalado estudio, «Contraception» (Cambridge: Harvard University Press, 1965), detallaba la historia de la práctica anticonceptiva desde los tiempos antiguos hasta el presente. Aporta documentación de que, desde la «Dídaje» (año 80 de nuestra era) hasta la Conferencia de Lambeth en 1930, todas las denominaciones cristianas, sin excepción, consideraron la anticoncepción intrínsecamente inmoral.
(11) En un artículo que apareció en U. S. News & World Report (1 de julio de 1996, pág. 57), el prominente antropólogo Lionel Tiger culpa al uso extensivo de la píldora de muchos de los problemas de hoy, que empezaron en los sesenta: «Como ocurre con frecuencia, la tecnología (en este caso la anticoncepción) ha generado un resultado inesperado: más abortos, más familias de un solo padre, más hombres que abandonan su papel de buenos proveedores y una mayor tasa de divorcios».
(12) Adaptado de «Good Work», The Dorothy Day Book (Templegate).
(13) El Papa Gregorio Magno reprendió a los obispos de su tiempo por ser débiles pastores porque no levantaban su voz cuando era su deber: «Pastores que faltos de valor dudan en proclamar lo que deberían, por culpa del respeto humano. Como la voz de la Verdad nos dice, tales son ‘mercenarios que huyen refugiándose en silencio cuando aparece el lobo’» (PL 77, 30).
(14) «Humanae Vitae», No. 13.
(15) Los estudios difieren en el porcentaje de divorcios de las parejas que utilizan la planificación familiar natural. El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades dice que es del 5%, mientras que Family of the Americas afirma que es menos del 2%.
(16) Los Rvdos. Richard Hogan y John LeVoir han escrito un comentario sobre la teología del cuerpo de Juan Pablo II, en «Covenant of Love», Ignatius Press (1992). Para una versión simplificada del texto de las audiencias de Juan Pablo II, monseñor Vicent Walsh ha publicado «The Theology of the Body» (Key of David Publications). Y Christopher West, anterior director de la Oficina de Matrimonio y Vida Familiar de la Archidiócesis de Denver (http://www.theologyofthebody.net), tiene unos excelentes audio comentarios sobre el mismo tema.
(17) National Catholic Reporter, 31 de octubre de 1986.
(18) 1 Corintios 6:19,20.