ASIS, 21 noviembre 2003 (ZENIT.org).- La Iglesia católica en Italia es consciente de que su capacidad para anunciar el Evangelio hoy depende de que las parroquias sean auténticamente misioneras, según ha confirmado la asamblea general del episcopado, celebrada esta semana en Asís.
El objetivo que la reflexión de los obispos se ha planteado para los próximos meses, confirmado en un mensaje conclusivo emitido este jueves, es hacer de la parroquia la «Iglesia que vive entre las casas de los hombres».
«Estas palabras, ¿expresan un sueño o una realidad? ¿Pueden considerarse verdaderamente el rostro de nuestras parroquias o no son más que un buen deseo?», se preguntan los prelados con realismo.
Los cambios que la sociedad está experimentando –contestan– exigen de las parroquias un «replanteamiento» para «encontrar oportunidades, estilos, lenguajes idóneos» que respondan a «la necesidad de lo sagrado y de lazos afectivos» que la gente experimenta hoy.
«No es fácil», reconocen los prelados. Sin embargo, consideran que «hay un secreto» capaz de constituir parroquias misioneras: «la pasión por favorecer el camino de las personas para que el sentimiento religioso y la necesidad de cercanía se conviertan en una relación personal, viva y fuerte con Jesucristo, y en una auténtica experiencia de comunión fraterna».
En concreto –subrayan–, la parroquia debe «hacer visible a la Iglesia, arraigada en un lugar», «no sólo en sentido geográfico, sino también (y sobre todo) en el sentido de relación con la gente, con las familias y con el tejido de la sociedad (por ejemplo, escuelas, lugares de trabajo y de sufrimiento)».
La parroquia «es la institución más conocida de la Iglesia» y, de hecho, constatan, en Italia, los no cristianos «a veces llaman a la puerta del párroco más que los demás ».
La tarea fundamental de la parroquia, por lo tanto, no consiste en su labor administrativa o de organización, concluye el mensaje. Su tarea fundamental es promover «el encuentro personal con Cristo y, por lo tanto, introducir en la vida de fe y del seguimiento de Cristo a todos los que estén disponibles».
En esta «iniciación cristiana» –aclaran–, el eje es la Eucaristía.