El 26 de diciembre, horas después de que llegaran las primeras noticias, pidió que se enviara un telegrama al arzobispo Angelo Mottola, nuncio apostólico en Irán, en el que el Papa «da su más sentido pésame a las autoridades del país y al pueblo iraní».
Antes de rezar a mediodía el 28 de diciembre la oración marianana del «Angelus» junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, el obispo de Roma pidió sus oraciones por las víctimas del terremoto.
Asimismo invitó a las «organizaciones internacionales, y especialmente a las instituciones caritativas católicas a ayudar con generosidad a nuestros hermanos y hermanas iraníes afectados por una catástrofe tan grave. Que la solidaridad del mundo entero, especialmente sentida en el clima navideño, haga menos dramática su situación».
El 29 de diciembre, el Consejo Pontificio «Cor Unum», encargado de canalizar las ayudas del Santo Padre y de coordinar la labor de las instituciones de ayuda católicas, anunciaba que Juan Pablo II ha ofrecido un donativo económico «signo
concreto de solidaridad al pueblo iraní»
«Con este gesto –explicaba «Cor Unum» en un comunicado, en el que no detalló la cantidad exacta del donativo– Su Santidad desea sostener y alentar, por medio de las estructuras católicas presentes en aquella nación, la labor de socorro para los que sufren a causa de las consecuencias del catastrófico seísmo».
Fuentes oficiales sitúan el número de víctimas mortales entre 40.000 y 50.000 personas, mientras que el número de heridos es muy superior a estas cifras.
Caritas Internationalis, la federación mundial de organizaciones nacionales de ayuda católicas, ya se ha movilizado para salir en ayuda de los damnificados del terremoto.