CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 9 enero 2004 (ZENIT.org).- La total dependencia que el cardenal Francis Arinze reconoce de la Providencia Divina –desde que fue bautizado a los nueve años por el beato Cyprian Tansi, sacerdote nigeriano– ha quedado plasmada en el título de un libro basado en una serie de entrevistas con el purpurado: «La mano invisible de Dios» («God’s invisible hand»).
En el volumen, el prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 71 años, admite que la fe ha sido la fuerza impulsora de su vida y relata cómo llegó a ver la mano invisible de Dios como la guía en la historia y en su propia vida, un concepto que ha llegado a ser central en su espiritualidad, pensamiento y toma de decisiones.
Hablando con libertad y franqueza con Gerard O’Connell, corresponsal en el Vaticano, el purpurado revela múltiples detalles hasta la fecha inéditos de su trayectoria personal en el libro publicado en Nairobi (Kenya) por «Paulines Africa» (www.paulinesafrica.org).
Desde los años escolares en Nigeria, el paso por la universidad en Roma y los estudios en Londres, el lector comparte momentos preciosos de la vida del purpurado también como sacerdote y obispo en su país de origen.
Además revela lo que supuso, siendo el obispo más joven del mundo entonces, participar en la sesión final del Concilio Vaticano II, una experiencia crucial para su servicio pastoral. Las páginas recogen también sus años como «obispo fugitivo», cuando desarrollaba su labor en Biafra durante la guerra civil de Nigeria (1967-1970).
El relato toca igualmente su esfuerzo de posguerra para reconstruir la Iglesia en la diócesis de Onitsha, tras la expulsión de los misioneros del país, y no omite el tiempo que permaneció como presidente de la Conferencia Episcopal nigeriana, que culmina con la primera visita de Juan Pablo II al país en 1982.
El beato Michael Cyprian Iwene Tansi, sacerdote nigeriano –el primer beato de África Occidental–, tuvo un papel fundamental en la vida del cardenal Arinze, inspirándole en su vocación al sacerdocio. El libro traza su relación espiritual y revela cómo el purpurado abrió camino a la beatificación de su «mentor».
La segunda parte del libro se centra en momentos clave de la vida del cardenal nigeriano, como cuando Juan Pablo II le nombró presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso (1984-2002), aparte de ofrecer las reflexiones personales del purpurado al acompañar al Papa en sus viajes a Marruecos, Egipto o Sudáfrica, su trabajo en la Congregación para la Doctrina de la Fe y su conversación con la beata Teresa de Calcuta poco antes de su muerte.
En 400 páginas –16 de reportaje fotográfico–, el lector también encontrará el conmovedor testimonio del momento en que el cardenal Arinze presidió el funeral por los siete monjes trapenses de Argelia, decapitados presuntamente por fundamentalistas islámicos.
En octubre de 2002, Juan Pablo II puso al cardenal Arinze al frente de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. En la entrevista final, grabada en diciembre de ese año, el purpurado reflexiona sobre su experiencia de 18 años encabezando el diálogo de la Iglesia con otras religiones como presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, y explica cómo percibe su nueva misión.