«La osadía de creer» según el periodista José Luis Restán

«Allí donde existe la Iglesia, la vida es mejor para todos»

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MADRID, domingo, 11 enero 2004 (ZENIT.org).- José Luis Restán (Madrid, 1958), laico, director de programas socio-religiosos de la cadena radiofónica COPE es autor de «La osadía de creer», un libro que recoge impresiones sobre la Iglesia, el Papa, los medios de comunicación, la familia y la dimensión pública de la fe.

Restán, casado y padre de tres hijos, confiesa a Zenit «me siento llamado a dar testimonio de lo que ha sucedido en mi vida a través del encuentro con la Iglesia».

Según cuenta, «me mueve contar la verdad sobre la Iglesia, narrar su historia (en la que la gracia domina sobre el pecado), reflejar la vida de sus gentes… porque estoy convencido que allí donde ella existe, la vida es mejor para todos, creyentes o no creyentes».

–Creer, ¿es una osadía?

–José Luis Restán: Lo es en el sentido de que para confesar la fe, hoy es preciso desafiar la opinión mayoritaria del ambiente y la supuesta sabiduría de los expertos que dictan esa opinión. Sin embargo la fe cristiana corresponde plenamente a la espera del corazón del hombre, a sus preguntas y exigencias: en este sentido no es algo propio de héroes ni de aventureros, sino de hombres razonables, y por eso abiertos y sencillos a la manifestación de Dios en la historia.

–«Jesús sí, la Iglesia no». ¿Por qué todavía persiste esta dicotomía?

–José Luis Restán: Porque al decir «sí» a un Jesús desligado de la Iglesia, podemos apropiarnos de la figura de Jesús, tomar de Él lo que nos guste y rechazar lo que nos desborda, y de esa forma decimos sí a un Jesús que cuya imagen construimos nosotros.

Ahora bien, el único acceso a Jesús, libre de nuestras propias pretensiones y proyectos, nos lo ofrece la Iglesia. Personalmente sería incapaz de permanecer verdaderamente ligado al Jesús del Evangelio, al Señor muerto y resucitado, fuera del hogar de la Iglesia.

–¿Qué aprecia usted como laico y periodista de una persona como Juan Pablo II?

–José Luis Restán: Sobre todo, la evidencia de que la fe genera una humanidad más inteligente y abierta, más disponible a la entrega, más libre y por eso también más bella.

Nos ha repetido que Cristo es el único interlocutor que está a la altura de los deseos y las preguntas del hombre, y por eso ha señalado al hombre como camino de la Iglesia.

En esta última etapa, con el telón de fondo de las convulsiones de la guerra y del terrorismo y con la dura carga de su enfermedad, me conmueve especialmente su certeza, humilde pero inquebrantable, de la victoria de Cristo.

–«Es evidente que para la Iglesia resulta problemático su mensaje en el mundo de hoy, afirma usted en su libro». ¿Por qué esta problemática?

–José Luis Restán: Me refiero especialmente a las sociedades occidentales, en las que amplios sectores de la población ni siquiera tienen una experiencia implícita de lo que significa el cristianismo, y por tanto no basta anunciar un mensaje que presupone esa experiencia, ni tampoco una mera adaptación del lenguaje.

La Iglesia es vista en muchos casos como un «cuerpo extraño». En una situación así, que tiene similitudes con la época del Imperio Romano, lo que hace falta es que la gente pueda encontrar la realidad viva del cristianismo allí donde tenga lugar, para que se inicie un verdadero itinerario de fe.

Un colega me decía una vez que ya no podemos anunciar que «el Verbo se ha hecho carne», porque ya no lo entiende nadie; pero resulta que un escritor agnóstico tan actual como Ernesto Sábato nos confiesa que siente «nostalgia de un Infinito, pero humano, a nuestra medida». Así que los hombres de hoy siguen deseando a Jesús, el Verbo hecho carne, más de lo que nosotros mismos imaginamos. Hace falta que primero se lo mostremos, y después las palabras ya no resultan extrañas.

–¿Usted se siente llamado a defender la Iglesia de los ataques que recibe?

–José Luis Restán: Yo me siento llamado a dar testimonio de lo que ha sucedido en mi vida a través del encuentro con la Iglesia; por tanto lo que me mueve en primer lugar es contar la verdad sobre la Iglesia, narrar su historia (en la que la gracia domina sobre el pecado), reflejar la vida de sus gentes… porque estoy convencido que allí donde ella existe, la vida es mejor para todos, creyentes o no creyentes.

No soy un defensor profesional, y no concibo mi trabajo como el de un «apaga-fuegos» eclesial, porque la vocación de todo cristiano es la misión y para un periodista los horizontes de la misión son inmensos. Aunque también es verdad que más de una vez debo levantar la voz contra esos ataques por amor a la Verdad, al pueblo del que soy miembro y a mí mismo.

–¿Qué le resulta más fácil de su trabajo periodístico?

–José Luis Restán: Mirar lo que sucede y conmoverme con el corazón del hombre, que incluso cuando deja espacio a la rebeldía y a la maldad, pide un significado y espera una respuesta.

Mi trabajo es contar historias que pasan, y la trama de cualquier historia humana es esta búsqueda incansable, aunque a veces se busque por caminos que no tienen salida. Pero debo decir que si esto es «fácil» para mí, es sólo por la educación que he recibido, por todo lo que he podido ver y oír en el seno de esta casa que es precisamente la Iglesia.

–¿Y qué le cuesta más?

–José Luis Restán: En el ambiente de la comunicación social (con todas las excepciones que se quieran) existe hoy una tendencia a lo banal unida a una especie de frenesí informativo, que me produce fatiga, a veces incluso hastío.

Pero también he aprendido que es bastante inútil lamentarse porque las cosas sean como son; el cristiano debe entrar en la realidad tal como es, llevando consigo la novedad de vida que ha encontrado por pura gracia.

Puedo criticar muchas cosas del mundo de la comunicación, pero sabiendo que no soy mejor que cualquiera de mis compañeros. Eso sí, he recibido un tesoro impagable, y desearía que todos pudiesen gozar de él.

[Más información sobre «La osadía de creer» en http://www.ediciones-encuentro.es].

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ZENIT Staff

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