CARACAS, martes, 13 enero 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la exhortación colectiva del episcopado venezolano entregada al concluir la asamblea plenaria celebrada del 5 al 9 de diciembre.
Exhortación Colectiva del Episcopado Venezolano
«Seamos auténticos servidores del pueblo»
1. Los Arzobispos y Obispos de Venezuela, unidos estrecha y fraternalmente bajo la guía del Espíritu Santo en la octogésima primera Asamblea Ordinaria, nos dirigimos a los fieles católicos y a las personas de buena voluntad, profundamente preocupados por el destino del país, pero al mismo tiempo, llenos de confianza en el Dios fiel a sus promesas (Rm 15,8) y en la vocación democrática y pacífica de nuestro pueblo.
2. Como pastores de la grey, animados por la reciente celebración del nacimiento de Jesús, el Príncipe de la paz, seguimos acompañando a la nación en la búsqueda de soluciones para la grave crisis política, económica, social y moral en que se encuentra. Nuestra finalidad es encaminar la patria por la senda del progreso en justicia y defender el derecho de todos a vivir en libertad, seguridad y paz, partiendo de la convicción de que «si no hay esperanza para los pobres, no hay esperanza para nadie»( Juan Pablo II, Pastores gregis, 67)
La paz amenazada
3. Nuestra misión de pastores, como profetas, testigos y servidores de la esperanza (Cf. Pastores gregis, 3), nos impulsa nuevamente a dirigir la mirada a la situación de Venezuela. Percibimos que hay esfuerzos e iniciativas que tienden a la solución de problemas de la población, y que se ha confirmado, con hechos, la voluntad democrática del pueblo, concretamente con las jornadas de recolección de firmas para los referendos revocatorios el pasado mes de noviembre. No obstante, alertamos sobre el peligro de cambiar el modelo democrático constitucional por un proyecto revolucionario exclusivo y excluyente, promoviendo por la fuerza del poder un proceso de cambios socio-económicos, jurídico-políticos, culturales y hasta religiosos, prescindiendo del consenso de la población. Como consecuencia, se ha profundizado la división entre los venezolanos, lo cual ha provocado una polarización sin precedentes. La intolerancia ha derivado en odio, fanatismo y violencia.
4. El rumbo que se le está imprimiendo al país pone en tela de juicio la democracia participativa y la independencia de los poderes públicos. Tiende a favorecer más bien el centralismo, el estatismo y el «mesianismo». Continúa la práctica nefasta del excesivo gasto público, lo cual ha favorecido la corrupción y las prácticas clientelares y populistas, todo ello facilitado por el debilitamiento y la inoperancia de los organismos contralores.
5. Existen ambiciones de grupos y líderes políticos que no generan confianza acerca de una sincera voluntad de querer encontrar salida a la grave crisis nacional sino que suscitan la sospecha de buscar sus propios intereses. Tal actitud ensombrece también el futuro de nuestra patria, porque es negación de la búsqueda del bien común y obstaculiza la paz de la sociedad y la prosperidad del país.
6. Algunos acontecimientos recientes han conmovido profundamente el sentir religioso del pueblo. Con tristeza hemos visto cómo se han causado destrozos a templos y se ha profanado la imagen de la Virgen María, a quien veneramos con fe y amor en Venezuela. No se puede excusar ni justificar a los que promueven o realizan tales actos sacrílegos y delictivos y mucho menos permitir que estos actos queden impunes o sean olvidados. Todos los católicos tributamos culto religioso a la Virgen María y a los santos, pero nadie tiene derecho a profanar sus imágenes. Por ello, en nombre de la fe de la mayoría de los venezolanos, rechazamos este irrespeto y agresión a nuestros símbolos cristianos, o a cualquier otro símbolo religioso. Y como ciudadanos, exigimos la clarificación de responsabilidades y sanción para los culpables. Del mismo modo, denunciamos la falta de respeto al valor de la vida humana, ante la realidad de tantas muertes violentas cada semana. Asimismo, desaprobamos el uso o manipulación de símbolos religiosos en manifestaciones políticas.
La defensa de la paz
7. La situación actual impone la necesidad de un entendimiento entre todos los ciudadanos, en particular, entre las fuerzas políticas del gobierno y de la oposición. El verdadero entendimiento supone, ante todo, reciprocidad, respeto y apertura ante los diversos puntos de vista, como debe ser en toda democracia. Las diferentes fuerzas políticas y organizaciones civiles deben superar toda tentación a la dispersión y a la anarquía, y comprometerse seriamente en la reconstrucción de la unidad nacional. Han de privilegiar el bien común sobre cualquier otro interés. Pretender salir de la crisis a través de descalificaciones, represalias o aislamientos sería nefasto para el país. No se construye ningún futuro positivo con base en mentiras o medias verdades, cinismo, trampas e intolerancia; antes bien, bloquea el camino del entendimiento y agudiza la crisis.
8. Un signo de esperanza, en el camino hacia la paz y la reconciliación en Venezuela, lo constituye el derecho a realizar los referendos revocatorios. El recurso a una consulta de la población y a la salida electoral para superar la crisis es camino constitucional que fortalece la democracia. Cualquier intento de desvirtuarlo o bloquearlo es negación de la auténtica voluntad democrática y abre las puertas al autoritarismo y al totalitarismo. Por ello, los poderes públicos, especialmente el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia, tienen una responsabilidad histórica ineludible, de acatar la voluntad popular, por encima de formalismos o maniobras políticas.
Animados por la esperanza
9. En esta situación se advierten anhelos y grandes expectativas de parte de los ciudadanos, que quieren vivir en libertad, democracia y justicia. Por ello, hemos de empeñarnos todos en construir un país que tenga como centro la dignidad de la persona humana y, a la vez, permita el desarrollo integral del hombre, así como la consolidación de la justicia social, la equidad, la solidaridad y la participación. Como Iglesia, ahora más que nunca, los cristianos debemos mostrarnos como auténticos servidores del pueblo y del bien común. Animados por el espíritu de Jesús, tenemos que desplegar nuestra «capacidad de construir la convivencia fraterna, amando a todos sin excluir a nadie, solidarizándonos con los pobres y trabajando por la reconciliación y la paz» (Oración por Venezuela).
10. Nuestra esperanza está fundada en Cristo. Los hijos de la Iglesia estamos gravemente obligados a anunciarla al mundo, partiendo de la predicación del Evangelio de Jesús. El mundo necesita la «esperanza que no defrauda» (Rm 5,5). Impulsados por ella los cristianos en Venezuela debemos ser conscientes de la necesidad de contribuir a la formación de una nueva sociedad, más humana y más cristiana, más solidaria y más fraterna.
11. Animados por esta esperanza, los venezolanos debemos trabajar para superar la crisis y lograr una auténtica renovación de nuestra sociedad. Ello será posible si hacemos presente a Jesucristo y su mensaje, respuesta a todas las inquietudes, angustias y esperanzas de la humanidad. Él nos ayudará a encontrar el camino de la justicia, de la paz, del amor y de la reconciliación, a fin de asumir la irrenunciable tarea de reconstruir un país donde vivamos según los designios de Dios, tratándonos como hermanos y respetándonos unos a otros, a pesar de las diferencias. En nuestras parroquias, en nuestros grupos, en nuestras celebraciones, oremos incesantemente para que la presencia salvadora del Señor haga posible la reconciliación de los venezolanos.
12. Hemos vivido un año de gran gozo y fervor por la visita de la imagen peregrina de la Virgen de Coromoto. Ha sido una exp
eriencia de participación multitudinaria, de gran devoción y de profundo afecto religioso por lo que representa la Madre de Dios para todo creyente venezolano. A nuestra Madre de Coromoto encomendamos la presente hora que vive Venezuela y nos acogemos a su maternal protección.
De corazón impartimos a todos nuestra afectuosa bendición episcopal,
Los Arzobispos y Obispos de Venezuela
Caracas, 9 de Enero de 2004